La figura de Jesús es una de las más importantes en toda la historia. Para muchos, es la persona más influyente de la humanidad y su vida ha sido estudiada durante millones de años, pero también su muerte.
La figura de Jesús es una de las más importantes en toda la historia. Para muchos, es la persona más influyente de la humanidad y su vida ha sido estudiada durante millones de años, pero también su muerte.
A través de películas e imágenes, casi todo el mundo sabe que Jesús debió cargar su cruz, que fue crucificado y que murió allí, para luego ser sepultado. Según la historia cristiana, al tercer día resucitó de entre los muertos y ascendió a los cielos.
Tras la resurrección de Jesús, sus apóstoles se dedicaron a esparcir la palabra y a fundar lo que es el cristianismo. Pero es el momento de la crucifixión lo que atrae a muchos historiadores.
Y es, justamente, en la crucifixión de Jesús en la que aparece uno de los elementos más sagrados para el cristianismo: la lanza del destino, que es la lanza usada por un soldado para herir el cuerpo de Jesús, mientras este se encontraba en la cruz.
Durante la crucifixión de Jesús, un soldado romano al que se denominó Longinos, le clavó una lanza en uno de sus lados. Si bien, para muchos fue para acelerar la muerte de Cristo, la Biblia confirma a que se debió y si Jesús estaba vivo en ese momento.
Según el Evangelio de Juan, cuando los soldados romanos "llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua". De esa manera, confirmaron que estaba muerto.
Esta versión del apóstol coincide con lo que médicos y teólogos han estudiado sobre Jesús. De hecho, hay coincidencia sobre la descripción "salió sangre y agua" y coinciden que esto puede deberse a líquido acumulado alrededor del corazón y los pulmones, por lo que Jesús ya estaba muerto o muy cerca de estarlo.