Historias de vida

Juanita, la mujer de roble que no descansa ni en el Día del Trabajador

Migrante boliviana, madre sola, trabajadora incansable. Cocinó empanadas este 1° de Mayo como cada día, con esfuerzo y dignidad

Este 1º de Mayo, Día del Trabajador, mientras buena parte del país celebra o descansa, Juanita Santos se levantó temprano como todos los días. Encendió la cocina de su casa humilde en el barrio Flores y comenzó a preparar empanadas para vender. No hay feriados para ella, ni excusas. “Conseguí no uno, sino dos trabajos”, dice con una sonrisa.

A sus 46 años, Juanita es una mujer de roble. Llegó a Mendoza desde Bolivia, escapando de la violencia y la pobreza extrema. No sabía leer ni escribir. “Casi no conocía el dinero”, recuerda. Hoy, varios años después, es empleada doméstica por horas en un museo, vende verduras en el barrio, cocina para afuera y cría a sus hijos sola. Lucha día a día para construir su casa. “Yo soy papá y mamá. Tengo menores a cargo y no me alcanza. Pero no me rindo”, afirma.

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Prolijas. Juanita tuvo listas las empanadas a la mañana y comenzó a ofrecerlas en sus grupos de WhatSapp.

Prolijas. Juanita tuvo listas las empanadas a la mañana y comenzó a ofrecerlas en sus grupos de WhatSapp.

Lo poco que gana lo invierte en ladrillos, arena y en pagar al albañil. “Todo está carísimo. La arena está a 150 mil pesos, los ladrillos a 180 mil. Por eso salí a buscar más trabajos”, cuenta.

"Solo con trabajo se sale adelante"

Pero su historia no comienza ahí. De niña vivió el horror: abusos, explotación y soledad. Escapó de su casa en busca de una vida mejor, pero cayó en manos de personas que la esclavizaron. Hasta que, un día, alguien la ayudó a liberarse. “Fui salvada. Y desde entonces me prometí que iba a salir adelante”, dice.

Y lo hizo. En Mendoza, donde recaló sin nada más que sus sueños, empezó de cero. Aprendió a leer y escribir en el CEBJA 126 Fabián Testa y luego terminó la primaria en el CEBJA 3-214 Carlos Fuentealba. Allí fue elegida abanderada nacional, un reconocimiento que ella vivió como una caricia al alma. “Fue una felicidad que no puedo describir con palabras”, asegura.

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Juanita, a la derecha, junto a dos de sus hijas. Llegó de Bolivia con el deseo de progresar y lo logró en el barrio Flores y Olivares.

Juanita, a la derecha, junto a dos de sus hijas. Llegó de Bolivia con el deseo de progresar y lo logró en el barrio Flores y Olivares.

No solo eso: también se animó a desafiar los estereotipos de género. A través del municipio, realizó cursos de construcción en seco y paneles de friolatina, un material novedoso que ya comenzó a utilizar en su propia casa. “Las mujeres podemos esto y mucho más”, afirma. Así levantó su techo con sus propias manos, convencida de que todo aprendizaje sirve.

La mujer que abrió un merendero en pandemia

Durante la pandemia abrió las puertas de su hogar para fundar un merendero que alimentó a cientos de niños del barrio Flores y Olivares. Juanita no sabe de descansos ni de indiferencia. “Si veo a un niño con hambre, sin guardapolvo o zapatillas, enseguida salgo a ver qué puedo hacer. Si no tengo dinero, uso el ingenio”, explica.

Madre de hijos propios y también del corazón —entre ellos una niña discapacitada y embarazada a la que decidió cobijar—, Juanita es la persona a la que todos en el barrio acuden cuando necesitan algo.

Hoy, su lucha no se detiene. Trabaja, estudia, cría, construye. En este Día del Trabajador, Juanita representa a quienes, desde el esfuerzo silencioso, sostienen el mundo.

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