“¡Es un bolazo que le estén robando al Gauchito, no tienen ni idea de lo que están hablando!”. Así, sin medias tintas, uno de los que más saben de “la fe profana de la patria bárbara”, desmintió las versiones que sostienen en estos días que, a falta de cigarrillos en los kioscos, se han producido robos en las ermitas ruteras de Antonio Mamerto Gil Núñez, el famoso Gauchito Gil, y también en las de San La Muerte.

César Panella (51), lleva 12 años a recorriendo la provincia y también la Mesopotamia, estudiando estas costumbres. Ya se puede decir que es un promesero más, además de haber analizado ritos, costumbres e historias.

A raíz de la falta de cigarrillos en los kioscos, corrió la versión que habían comenzado a robarse las ofrendas de “puchos” que se les dejan al Gauchito y a San La Muerte.

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“Es una falacia. El criterio de los promeseros es que Antonio Gil te invita los puchos. El Gaucho nunca se va a sentir robador, porque es un guacho del pueblo y quiere ayudar a los promeseros”, dice Panella.

El experto cuenta que la costumbre es que los devotos dejen ese tipo de ofrendas en las ermitas ruteras, para que otro que las necesite las tome y, cuando pueda, las devuelva en otra ermita para que, a su vez, un nuevo promesero necesitado haga lo suyo.

“Antes, cuando las monedas tenían algún valor, también se dejaban en las ermitas. De allí las tomaba otro, que necesitaba comprar comida, vino o puchos, y los devolvía cuando podía en la misma ermita o en cualquier otra”, dice Panella.

Entonces, sostiene que “no se le puede robar al Gauchito, porque él te da lo que hay allí y se lo podrás devolver cuando sea, solo con el objetivo de ayudar a otro que lo necesite en su momento”.

Panella cuenta que, además de puchos y velas, también es común que al Gauchito le dejen algún vino y que a San La Muerte “le dejen whisky, otras bebidas blancas o champagne”, también con el mismo fin.

Además cuenta que hay otra creencia infundada de que al Gauchito “hay que dejarle tres o siete claveles rojos, porque le gusta el rojo y los números impares. No es cierto. Cualquiera florcita es buena ofrenda. El santo siempre agradece y es generoso, lo único que no le gusta es que no cumplas si es que le prometiste algo. No le gusta que te olvides lo que has dicho”.

Una fe que crece

La fe y la patria de las personas simples, libres de condicionamientos y dogmas, es algo que sigue creciendo.

Con el Gauchito Gil a la cabeza, las celebraciones son cada vez más multitudinarias y las ermitas y sitios de culto se multiplican, especialmente en los costados de las rutas. Solo en Mendoza y contando únicamente las rutas y carriles asfaltados, hay cerca de 1.000 ermitas del Gauchito.

Ese número está certificado gracias a un trabajo etnográfico metódico de relevamiento e investigación realizado por el mismo César Panella, que dedicó 12 años a recorrer la provincia y también a viajar a la Mesopotamia, lugar de origen del gaucho milagroso, de San La Muerte y de numerosos cultos similares.

Cada vez hay más cintas rojas colgando de los árboles. Son en honor y culto a quien dicen que fue Antonio Mamerto Gil Núñez, un gaucho joven que fue colgado cabeza abajo de la rama de un algarrobo y degollado cerca de Mercedes, Corrientes, supuestamente un 8 de ene­ro, posiblemente de 1876 o quizás de 1878, cuando todavía no había superado los 30 años.

En ese sitio sus victimarios pusieron una cruz hecha con ramas de ñandubay. Su sangre jamás tocó el suelo, según cuentan, y las cintas rojas representan aquel fenómeno.

Ex combatiente en la guerra del Paraguay, se hizo matrero y dicen que favoreció a los más necesitados. Luego las migraciones internas terminaron sembrando el culto en todo el país.

No está claro cuándo el culto llegó a Mendoza. Lo que sí es un hecho es que hay un millar de ermitas a la vera de las rutas provinciales y son las más numerosas, seguidas después de las que se alzan en honor de Ceferino Namuncurá, San La Muerte y la Difunta Correa, en ese orden.

También hay algunas, muchas menos, de la Virgen de Guadalupe y del curandero Pancho Sierra.

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