El país que siembra nubes para crear lluvia artificial y transformar el desierto en un oasis
Emiratos Árabes Unidos, es un país en el medio del desierto con escasos recursos hídricos, ha implementado la siembra de nubes como estrategia para aumentar las precipitaciones. Utilizando drones equipados con generadores de carga eléctrica, se estimula la formación de gotas en las nubes, promoviendo la lluvia. Esta técnica ha logrado incrementar las lluvias en un 10% a 30%, dependiendo de las condiciones atmosféricas.
Sin embargo, en ocasiones, las precipitaciones han sido tan intensas que han provocado inundaciones repentinas en el país, afectando infraestructuras y comunidades locales. Sarah Tessendorf, física de nubes en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos, explica en National Geographic que: "hay evidencia de que la siembra de nubes funciona, pero no recomienda utilizar esta técnica para acabar con sequías, pues requiere nubes y tormentas apropiadas"
Arabia saudi (1)
Más allá de las consecuencias ambientales posibles, este país la considera una herramienta de vital importancia
Una potencia adopta la solución de este país
China ha desarrollado uno de los programas más extensos de siembra de nubes a nivel mundial, con el objetivo de mejorar la seguridad hídrica y la producción agrícola en regiones áridas. Entre 2012 y 2017, el país afirmó haber inducido más de 233.500 millones de metros cúbicos de lluvia adicional mediante esta técnica Más recientemente, en un experimento realizado en la región de Xinjiang, se incrementaron las precipitaciones en un 4%, liberando solo 1 kg de yoduro de plata, lo que equivale a 30 piscinas olímpicas de agua
Sin embargo, esta práctica ha generado tensiones con países vecinos. Por ejemplo, India ha expresado preocupaciones sobre el impacto de la siembra de nubes china en su clima, temiendo que la manipulación del clima en una región pueda afectar a las áreas circundantes. Además, se ha informado que China planea expandir su programa de modificación climática para cubrir hasta 5,5 millones de kilómetros cuadrados, lo que ha suscitado debates sobre los posibles efectos en los países vecinos
Otro problema que se plantea es la dependencia de esta técnica podría desincentivar la adopción de políticas de gestión sostenible del agua en estos países y la adaptación al cambio climático.