Tiene todos sus libros publicados, cartas, fotografías, recortes periodísticos, pinturas, rarezas de cualquier tipo. Son alrededor de 30.000 piezas correspondientes a su mundo personal.
Pero nunca conoció personalmente a Borges. No quiso. Y hoy considera que hizo lo correcto.
A los distintos títulos que le ha dedicado al autor de El Aleph, ahora le agrega Borges, textos secretos y falsas atribuciones.
Podría considerarse un trabajo menor. Pero en su tarea de expurgar la gran cantidad de textos que se le atribuyen al “maestro”, algunos falsos y otros no, nos muestra un rostro muy poco conocido de su labor literaria. Como, por ejemplo, el redactar folletos publicitarios para la leche cuajada de La Martona junto a su amigo Bioy Casares o para la empresa brasileña Varig.
Vaccaro reconoce otras pasiones laterales como el club Boca Juniors, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que preside actualmente y, entre muchas otras, la Feria Internacional del Libro, donde aprovechó, el año pasado, para disgustarlo al presidente Milei.
Alejandro Vaccaro
Alejandro Vaccaro le dedicó su vida a Jorge Luis Borges.
Es presidente, obviamente, de la Asociación Borgesiana de Buenos Aires, su ciudad. Su barrio es Recoleta, desde donde habla con el programa La Conversación de Radio Nihuil de Mendoza.
-Alejandro Vaccaro, se ve, tiene un problema porque él ama dos cosas que empiezan con B, Borges y Boca. Este último te debe estar dando muchos sinsabores, ¿no?
-Pero para eso estamos los hinchas. Porque en la buena es fácil, pero en la difícil siempre tenemos la esperanza de recuperarnos y de volver a la senda del triunfo. Así que somos optimistas.
-Sí, señor, el optimismo es fundamental en la vida. Vos te has dedicado desde hace años a tu escritor preferido, completando un corpus borgeano muy sólido. Y lo que se ha merituado de tu nuevo libro, Borges, textos secretos y falsas atribuciones, es la minuciosidad con la cual has investigado una zona marginal poco conocida.
-Sí. Eso se ha dado en el devenir de muchos años de estudio, donde fueron apareciendo textos, algunos que, por lo menos según mi opinión, eran de Borges y no estaban abiertamente reconocidos, que es lo que en el libro yo denomino textos secretos. Y después, desafortunadamente, todo lo que se le ha atribuido erróneamente, equivocadamente, falsamente.
-Ahí está el punto.
-Un poco es poner en orden todo eso que anda por las redes y que muchos creen que es de Borges y no es.
-Lo interesante es que tu trabajo no responde a una cuestión subjetiva. Vas aportando datos muy concretos y documentados sobre cada controversia. ¿Has recibido alguna réplica, dado que confrontás con algunas personas importantes?
-Bueno, sí, siempre están a los que les parece un trabajo digno, razonable y de estudio; y están aquellos que por ahí se sienten afectados por lo que uno dice. Pero realmente no he tenido muchas respuestas de tipo negativo o de confrontación con los textos. Más bien no.
-Acá das cuenta de algunos que terminaron admitiendo haber escrito textos que se le atribuían a Borges. Hay muchas lagunas en la historia. Pareciera que el propio Borges las dejaba flotando como a propósito. A lo mejor, si hoy él estuviera vivo, se divertiría con todas estas confusiones, porque era bastante pícaro, ¿no?
-Claro. Primero, sin duda que lo tomaría con humor, porque es una característica esencial que está en su obra y en su vida. Como, por ejemplo, no tomarse en serio un plagio. Borges se reía de eso. Y, por otro lado, algunas veces alimentó este tipo de cosas.
-En tu libro hay varias anécdotas que lo confirman.
-Yo cuento un episodio de un poema que escribió otra persona y cuando a él lo llamaron y le preguntaron de una revista si era suyo, sin ton ni son, dijo que sí. Y realmente no lo había escrito. Pero, como te decía, él alimentaba también ese tipo de cosas.
-Era como jugar, como él decía, con el otro yo. Quizás le encantaba alimentar ese segundo Borges falso.
-Tiene su encanto eso, ¿no? Tiene su encanto porque a los que nos consideramos lectores con asiduidad de la obra de Borges, nos invita a trabajar, a bucear, a buscar, a interpretar. Entonces eso torna más linda la lectura.
-Gracias a esta pesquisa, vos nos retratás a un Borges desde su juventud y sus primeras letras, hasta el momento de su muerte. Un Borges de todas las épocas.
-Sí, porque esto yo no lo pensé como libro. En realidad, son capítulos que fui gestando a lo largo de los años y trabajando.
-¿Desde qué época?
-Llevo ya cincuenta años dedicados a estudiar a Borges. Y a lo largo del tiempo me he ido encontrando con estas cosas, he profundizado en ellas como, por ejemplo, el tema de la casa.
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Alejandro lleva 50 años estudiando a Borges.
-Todo un ida y vuelta en torno a este asunto.
-Se le atribuía haber nacido en una casa que no era tal, algo también bastante frecuente en todo el mundo. Cuando uno a veces viaja, se encuentra, qué sé yo, en la casa del Greco en Toledo y después la gente dice: no, el Greco nunca estuvo en esa casa, ni pasó por la puerta. Pero, bueno, es parte, a su vez, de los mitos, del folclore, de las cosas que a veces se instalan y uno no sabe ni siquiera porqué.
-En torno a la controversia de la casa de Borges de la calle Tucumán, hay una anécdota preciosa y es cuando él cuenta que, con su madre, bebieron durante años "agua de tortuga". O sea, las casas antiguas tenían un aljibe, con el animal adentro. Insólito dato.
-Eso de que había una tortuga abajo también es un poco un mito.
-Pero él lo repite en diversas ocasiones.
-(Ríe) Sí, sí, sí. Lo dice con una cierta picardía, sin duda. Habría que ver, habría que ver eso...
-Digamos, entonces, que esto, como otras tantas cosas, no está comprobado.
-(Sonríe) Y no. La verdad que no.
-Pero convengamos que, como relato, suena bonito, ¿no?
-¡Claro que sí! Eso también es parte de lo hermoso de trabajar en la obra literaria de Borges, porque hay muchas cosas, esas ambigüedades, como cuando, por ejemplo, él cita a autores que nunca existieron. Es parte de su juego literario el caminar por la delgada línea que hay entre la realidad y la ficción, entre el sueño y la vigilia. Eso es la esencia de su obra literaria.
-Por eso se lo admira, justamente, porque, en su imaginería, cuando él inventa autores o tergiversa, lo hace en un nivel genial. Cualquiera de nosotros que intentáramos algo semejante, probablemente acabaríamos en un fiasco.
-Sí. Ya lo hizo él, digamos. Ahora, si uno lo hace, estaría intentando copiar o remedar o hacer algo parecido. Digamos, imitar no es difícil, lo difícil es ser el creador.
-Eso mismo. Sobre el final de tu libro, ponés la figura en perspectiva al decir: "Esta breve síntesis refleja sin duda la trascendencia que tiene la figura de Jorge Luis Borges para los argentinos en el mundo". ¿Cómo podemos dimensionar ese tamaño que, incluso, día a día se acrecienta?
-Yo puedo contar algunas cosas. Nosotros, hace cinco o seis años, hicimos una muestra en la Feria del Libro que denominamos "Borges Universal", donde yo mostré todas sus traducciones a todos los idiomas.
-Eso solo ya es una muestra de su trascendencia.
-Hace diez días acabo de regresar de China, donde fui invitado para hablar de Borges. Y fui invitado, no por mí, sino por Borges.
-Te llevó de la mano.
-Estuve hace dos años en la India y por supuesto fui a la Universidad Hebrea de Jerusalén. Di una charla en la Biblioteca de Alejandría, en Egipto. Y todo eso es producto de Borges, sin duda. La figura relevante, el hombre trascendente, es él. Yo siempre digo que, si en lugar de dedicarme a Borges, me hubiera dedicado a Bioy (Casares), por ejemplo, jamás me hubiera ubicado en el marco de esa trascendencia.
-En función de tu variado periplo, es de suponer que debe haber un Borges distinto en cada lugar. ¿Qué les puede interesar de él a los chinos o a los indios, por ejemplo?
-He hablado con un par de traductores, pero, aun así, para mí es muy difícil decirlo, realmente. Pero pienso, desde mí, que hay una esencia en la literatura de Borges que está basada en estas cosas que yo te digo y además en un poder de síntesis extraordinario. Borges, en una frase, en un endecasílabo, definía cosas que, a otros escritores, por ahí, nos llevaría páginas a expresarlo.
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Alejandro Vaccaro tiene en su cuenta de Instagram esta foto con un cuadro de Borges.
-Otra muestra acabada de su genio.
-Y bueno, él fue construyendo una identidad literaria que hace que les guste a los chinos, a los indios, al mundo occidental, qué sé yo. Gusta en todos lados, ¿no? Creo que en el fondo es todo lo mismo. Esa profundidad en el trato de ciertos temas que tienen que ver con el tiempo, con lo laberíntico de la vida, con los espejos. En fin. Todo eso es universal, en el fondo.
-Vos dijiste la palabra clave: universal. Es algo que no tienen muchos escritores. Raros son los tocados por la gracia de convertirse en autores universales.
-Sí, yo creo que sí. Tiene que ver con una identidad literaria. Kafka es Kafka porque logró una identidad literaria, una forma de expresarse. Marcel Proust, Joyce, digamos, tienen un sello, un rostro literario que es único. Y Borges es uno de esos hombres que existen en el mundo de la literatura.
-Hablando de Kafka, siempre creímos que la traducción que traía la edición de Losada de La metamorfosis era la de Borges. Y resulta que él terminó admitiendo que había traducido, sí, algunos cuentos, pero no ese título, precisamente. Pero calló durante mucho tiempo, dejando correr el mito.
-Sí. Cuando Sorrentino se lo pregunta, él dice: bueno, yo sé alemán y no hubiera jamás traducido eso como La metamorfosis, sino como La transformación. Eso también es parte de su erudición.
-Ni qué hablar.
-Borges tenía una erudición extraordinaria, puesta al servicio de su obra literaria. Yo siempre digo que Borges fue el lector más importante de la historia de la humanidad.
-Una manera perfecta de definirlo. Decís que, si te hubieras dedicado a Bioy, no habrías tenido la misma trascendencia. Sin embargo, lo trataste mucho y él fue muy amable con vos. Además, te ayudó también a completar la figura de Borges, por su cercanía.
-Sí. Es la amistad por excelencia de Borges. Si a lo largo de su extensa vida podemos rescatar la figura de un amigo, de un compañero, ese es Bioy. Y, además, basado en que Bioy también era un extraordinario lector. Así que pensemos en esos dos hombres charlando de literatura. Es inagotable lo que surgía de esos encuentros.
-Mucho de lo cual dejó un testimonio escrito.
-Hay un libro, el Borges de Bioy, que es extraordinario, maravilloso. Allí Bioy cuenta todas esas cenas, esos encuentros.
-Dos personas comunes chismorreando pueden asemejarse a un par de cacatúas. Pero Borges y Bioy llevan el chisme a un nivel de genialidad.
-Es parte de la magia, porque uno, a través del Borges de Bioy, conoce el Borges íntimo, cómo era en la vida cotidiana. Porque ahí está el verdadero Borges. Una cosa es cuando uno da una charla.
-Ahí hay que ponerse más formal, más en etiqueta.
-Yo, por ejemplo, ahora hablo con ustedes. Sabemos que hay mucha gente escuchándonos. Siempre eso está en la mente de uno y por ahí no puede ser todo lo sincero o todo lo abierto o franco que quisiera ser. Pero las de Borges y Bioy eran charlas en la intimidad. Si nosotros esta conversación la tenemos en un café, probablemente sea distinta. Ahí, tal vez, yo les cuente otras cosas o repare en otros detalles.
-Sin duda, se abren otras puertas.
-Por eso digo que ese era el verdadero Borges, el Borges íntimo, el Borges de la vida cotidiana.
-Hay algo notable. Vos hace cincuenta años que te dedicás a Borges, tenés todos sus libros, tenés objetos personales, hasta un pasaporte suyo. Has contactado a Bioy Casares y a muchísima gente cercana a él, ¡pero nunca hablaste con Borges en tu vida!
-No, jamás.
-Y eso que tuviste oportunidades.
-Sí. Creo que hice bien en no hablar con él. Lo salvé de un cholulo. Además, ahora se cumplen cuarenta años de la muerte de Borges, el año que viene. Vamos a dedicarle la Feria y muchas cosas más.
-¿Cómo pudiste resistir la tentación?
-Hace cuarenta años quizás no tenía algunas preguntas para hacerle. Hoy sí. Hoy sí las tendría, pero en ese momento hubiera sido un mero cholulo que se solazaba de hablar con Borges.
-Por ejemplo, hoy, imaginate frente a Borges. ¿Qué pregunta te pica, te hace arder el estómago? ¿Qué le preguntarías a Borges?
-Bueno, muchas cosas, hoy, muchas cosas.
-¿Como qué?
-Muchas cosas que están en su obra literaria. En El jardín de senderos que se bifurcan, Borges dice: lego a todos los porvenires, salvo a uno, este jardín de senderos que se bifurcan.
-¿Cuál es la pregunta?
-Yo le preguntaría, ¿por qué puso "salvo a uno"? Yo la verdad que no lo sé.
-¿Qué otra se te ocurre?
-En El Aleph, cuando hace una enumeración, dice: un espejo que no me refleja. Bueno, ¿qué es eso? Yo no sé por qué lo puso. Capaz que alguno lo sabe. Pero yo tengo muchos interrogantes y muchas incógnitas de esas cositas que Borges ha puesto en su obra y que por lo menos a mí me despiertan intriga. Y en buena hora, porque eso es lo que a uno lo mantiene en contacto con su obra literaria.
-O sea que le preguntarías cuestiones literarias, porque incluso la vida de Borges es fascinante. Uno estaría tentado de indagar también en cuestiones íntimas. Por ejemplo, ¿cómo ha sido el tema del amor? Siempre es un enigma en Borges. ¿Cómo manejaba sus sentimientos hacia las mujeres?
-Eso es más difícil, porque para hacer ese tipo de preguntas tiene que haber un grado de confidencialidad, de amistad. Yo pienso que, si lo tuviera ahora frente a mí y le pudiera hacer algunas preguntas, serían literarias, no personales.
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Hace poco Vaccaro estuvo en China hablando de Borges.
-Te entiendo. En el comienzo mismo de tu libro hay un rescate fantástico. Es cuando, en los inicios de la amistad de Borges y de Bioy, ambos redactaron un folleto publicitario para La Martona. ¿Quién los hubiera pensado a esos dos alabando las bondades de la leche cuajada y del yogur!
-Ese texto es muy importante. Se trata, antes que nada, del primer trabajo en colaboración que hicieron. Y segundo, que es precursor de la voz narrativa de Borges. Ahí ya hay citas reales y citas falsas, hay ya un humor a veces manifiesto, a veces oculto; cosas que después van a aparecer. Por lo menos ya se ve en germen Pierre Menard, el autor del Quijote, que es la piedra fundacional de su voz narrativa. Así que el folleto ese es maravilloso. Aconsejo la lectura a todos los que lo puedan hacer.
-Ponés también, entre otras cosas, folletos para la Dirección Nacional de Turismo o la brasileña Varig. Es muy valioso recuperar a ese Borges que uno no tiene registrado.
-El tipo tenía que vivir (risas). Entonces le garpaban por eso y lo hacía. Tampoco iba a bucear tanto literariamente. Eso eran ciertas necesidades. Igual, Borges es un escritor que tiene un registro literario muy homogéneo, muy serio, muy parejo a lo largo de toda su vida. Tampoco hay rispideces ni cosas de las cuales arrepentirse.
-En este libro tuyo vos refutás a muchas personas por sus inexactitudes o falsedades. A algunas, directamente, les bajás la caña como a Bajarlía o a Irma Zangara, pero también a María Kodama. No tuviste buena onda con Kodama, se ve.
-Yo creo que ella no la tuvo conmigo. Y se entiende, ¿no? Se entiende porque yo señalo esas cosas, lo he hecho siempre y a nadie le gusta que lo observen. Yo lo he hecho con rigor. Todo lo que hago, si hablo de la casa de Borges, es porque estudié las escrituras, porque tengo toda la documentación. Además, en el caso, por ejemplo, de la casa, yo inicié un trámite en el Instituto Histórico de la Ciudad que me terminó dando la razón.
-Sí, claro. Además, eso no es materia opinable.
-Pero, yo la entiendo. Entiendo cómo no me van a odiar si yo les he señalado errores. Es lógico.
-Resulta singular que haya controversias en torno a la casa juvenil de Borges, pero también a la casa donde él muere, en Suiza. O sea, están controvertidas las dos puntas de la vida de Borges.
-Es que ahí estuvo un día. Recién el día anterior a morir fue al departamento ese de Suiza. Y el dueño del edificio, donde abajo hay una galería de arte, era un malhumorado. Y cuando fueron a poner la placa recordando a Borges se opuso. Con razón también.
-¿Qué pasó con ese testimonio?
-La placa estuvo un día y la terminaron poniendo en la pared del edificio de enfrente, así que, si hoy uno va, ve la placa y cree que fue ahí donde murió. Pero fue enfrente.
-Dado que sos un estudioso, no sólo de Borges, sino de las letras en general, cabe la pregunta. ¿Hay algún otro escritor en toda la historia de la literatura argentina que más o menos se le pueda acercar en envergadura y trascendencia?
-Yo suelo no hacer comparaciones. La gente a veces me dice ¿Borges o Cortázar? Y yo digo Borges y Cortázar. Borges y Mujica Lainez. Borges y Marco Denevi. O sea, hay que incorporarlos. Después, claro, en trascendencia, sin duda Borges es el artista argentino de mayor trascendencia internacional, incluidas todas las épocas y todas las disciplinas artísticas. Eso es incontrastable.
-Sin quitarles méritos a los demás.
-Cortázar es un extraordinario escritor. Yo aconsejo que se lo lea. Lo mismo Mujica Lainez. Bomarzo es una novela extraordinaria, como los cuentos de Misteriosa Buenos Aires. También Marco Denevi con Ceremonia secreta, Rosaura a las diez o Un pequeño café.
-Todos nombres de alto vuelo, sin duda.
-Argentina ha tenido, el siglo pasado, el siglo de oro de la literatura. Ha surgido, digamos, Silvina Ocampo, una gran cuentista y poeta, realmente. Hay que sumarlos a todos. En el fútbol sí tenemos eso de quién va primero, quién va segundo, quién ganó tal torneo. Pero, en literatura, afortunadamente no. Sumémoslos a todos.
-Pero cada tanto surge un Harold Bloom que redacta su canon. Y a los periodistas nos fascina preguntar quién ha sido el mejor, si Di Stefano, Maradona o Messi. La competencia se presenta inevitable.
-Yo lo entiendo. Lo entiendo y contesto con todo gusto. Tengo un hijo de veintitrés años que me bombardea a preguntas de esta naturaleza en todo; no solo en literatura sino en fútbol, en los deportes que vemos, como la NBA, el tenis, etcétera.
-¿Viste? Está en nuestra naturaleza.
-Eso me parece que es parte de un consumo al que yo, en literatura, no me sumo. En fútbol es más razonable pensar que si un equipo salió varias veces campeón del mundo, como el Real Madrid, que subió diez copas intercontinentales, sin duda esté en el podio. No se puede negar.
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Alejandro Vaccaro, "rodeado" de Borges.
-Bien hecha la diferencia. No hay tabla de posiciones para los escritores.
-En literatura eso es difícil, como decíamos. Por ejemplo, hay escritores de un solo libro y hay escritores de una obra completa, que es el caso de Borges. Pero Cervantes escribió El Quijote, que es un libro extraordinario. Yo lo leí tres veces. Y ya está con eso, ¿para qué más? ¿Qué más le vamos a pedir al pobre tipo, encima que le faltaba medio brazo?
-O a Rulfo, que es Pedro Paramo y El llano en llamas, prácticamente, nada más.
-Exactamente. Gracias, Juan, por esos dos libros extraordinarios.
-En esto de las preferencias también juega el color local. Si preguntamos por el escritor más grande de la historia, los ingleses probablemente digan Shakespeare, los españoles Cervantes, los italianos Dante Alighieri y nosotros Borges.
-Yo, con Borges, descreo de las nacionalidades. La nacionalidad es un error. El nacionalismo es una cosa como estúpida.
-De acuerdo.
-Creo en el regionalismo. Yo soy de Buenos Aires. Nací acá. Soy porteño. Y, bueno, los porteños tenemos ciertas características y los mendocinos otras. No es que unos sean mejores que otros. Somos distintos. Todos pertenecemos al mismo país, pero creo que esto, con el correr de los muchos años que ojalá tenga la humanidad por delante, va a desaparecer.
-Una oyente pregunta qué te llevó a apasionarte por Borges.
-Yo llegué a Borges como lector. En los años setenta éramos lectores apasionados, leíamos muchísimo con un grupo de amigos y amigas. Cayó en mis manos un libro de Borges. Me di cuenta de que era un escritor distinto y ahí comencé a seguirlo, primero, como lector; después me vino esto de investigar, de escribir sobre él.
-Otra consulta. La tumba que hay en Ginebra de Borges es bastante humilde, lo mismo que su placa. No parecieran corresponder a un escritor tan prestigioso.
-A mí me parece que está bien la tumba, con la piedra esa que hizo Eduardo Longato. Bernini, uno de los más grandes escultores italianos, tiene una tumba que es de un metro cuadrado, con una inscripción. Y es un hombre que ha dejado una obra escultórica extraordinaria en todo el mundo, no sólo en Italia.
-Vos tenés un capítulo cuyos protagonistas nos resultan muy cercanos porque hay una pata mendocina. Es el titulado "Harold Alvarado Tenorio" y gira en torno a cinco sonetos que se le atribuyen a Borges.
-Yo, ahí, atravesé un recorrido. Cuando lo conocí a Héctor Abad Faciolince y él vino con esa historia de los sonetos, dudé.
-¿Por qué? ¿Qué te llamó la atención?
-Pensé si no era un fabulador. Pero después, cuando lo conocí a Jaime Correas, me trajo a Buenos Aires una edición original, que la tengo, de los cinco poemas. Debe haber muy pocos en el mundo que la tengan. Y eso sí fue la prueba irrefutable y concluyente.
-Algo que los protagonistas contaron muy bien.
-Después está toda la historia que reconstruyó Héctor Abad Faciolince. Estuve con él, el mes pasado, en la Feria del Libro de Madrid. Y lo vamos a invitar para que venga a la feria nuestra el año que viene, ya que se cumplen cuarenta años de la muerte de Borges. Entonces podremos hablar de ese famoso "ya somos el olvido que seremos", que es el primer endecasílabo del primer poema que leyó Héctor cuando encontró a su padre muerto.
-¡Qué línea esa, por otra parte!
-(Ríe) Sí. Muy borgeana, "ya somos el olvido que seremos". Es extraordinaria.
-Antes de despedirnos, contanos. ¿Sigue enojado con vos Milei?
-No lo frecuento, así que no lo puedo afirmar. Espero que sí, porque eso me enorgullece. Espero que siga enojado.
-Recordemos que esto se refiere a cuando, en la presentación de la Feria del Libro del año pasado, lo terminaste gastando al presidente al decirle que no podían presentar su libro por falta de plata.
-No. Gastando no. Eso no. Dije una frase que apela a un latiguillo usado por él: “No hay plata”. Y bueno. Lo tomó a mal. No tiene sentido el humor. Se ve que no leyó a Borges. Una lástima.