Ellos viven en la calle, se las rebuscan como pueden y tienen una pena que los agobia que, en la mayoría de los casos, es el origen de su abandono. Son los "sin techo", cuyo principal "enemigo" es el invierno. Para ellos existe un hogar para pasar la noche en una cama digna, acceder a una comida caliente y empezar un nuevo día con un desayuno en el estómago.
Se trata del Refugio Cristo Desamparado que depende de la parroquia San Maximiliano Kolbe, del Instituto del Verbo Encarnado, una obra solidaria que ya había sido destacada por UNO San Rafael en 2012 y 2014.
Funciona desde el 1 de junio de 2010 en una casa de Castelli y Alsina prestada por el empresario Rubén Piastrellini. Las siete noches de la semana está abierto gracias al trabajo desinteresado de un grupo de 60 familias voluntarias que se van turnando para donar alimentos, hacer las comidas y acompañar a estos hombres.
El lugar tiene ocho camas, en estos seis años siempre han estado ocupadas, algunos de sus ocupantes han ido rotando cuando han podido salir de la calle y retomar su vida.
Diariamente abre sus puertas a las 20.30, la cena se sirve alrededor de las 21.30 y a las 8 de la mañana siguiente se sirve el desayuno. Cada noche hay cuatro voluntarios.
Este "techo" alivia el sufrimiento de las personas de la calle, como es el caso de Cristian Esquivel, de 41 años, que pasa sus días en el terreno de la ex estación de tren junto a sus fieles cinco perros.
Relató que su alcoholismo lo llevó a la calle hace nueve años, donde la vida "es sufrir", dijo entre lágrimas. Algunas noches no va al refugio y duerme en un vagón de la estación cubierto con una frazada rota, "que es todo lo que me abriga". Durante el día se gana unos pesos vendiendo estampitas, barriendo veredas o limpiando acequias.
"Yo tenía una vida hermosa, tengo dos hijos que están con la madre, de 7 y 9 años, son mi vida. Los visito cuando no estoy 'tomado'. Tengo un padre y una madre que los quiero. Me gustaría dejar 'el trago' y el cigarrillo y estar como antes, perdí el laburo y todo por el 'chupe", expresó con evidente dolor.
Dijo que los hombres que viven en la calle "no somos malos, la gente no nos entiende".
David Leinton, de 50 años, hace apenas un mes y medio que pasa la noche en el "Cristo Desamparado", después de cuatro años de estar durmiendo en plazas y otros lados.
En el día se lo puede ver en el centro vendiendo estampitas, collares, rosarios y otras cosas. Terminó en la calle "porque me quedé sin familia, hubo un fracaso", contó sin querer entrar en detalles. "Es muy duro vivir en la calle, no sólo por el frío, sino por el riesgo de que me pase algo". Dijo que sufre de esquizofrenia y actualmente tramita una pensión.
Colaboración y nueva sede
Desde el refugio están abiertos a recibir donaciones. Además de alimentos básicos (sobre todo para el desayuno), elementos de higiene, mantas y ropa interior de hombre, actualmente requieren un freezer para guardar comida (ya que cuando se van a la mañana del refugio se les entrega una vianda para que almuercen) y un lavarropas para que los hombres puedan lavar sus prendas. También se puede ayudar colaborando como voluntario. Toda ayuda se recibe en la parroquia San Maximiliano Kolbe, en calle 3 de Febrero 189.
También están en busca de un terreno para construir una sede propia, pero tiene que ser dentro de la ciudad para que las personas que usen el refugio puedan acercarse caminando.
"Esto es prestado pero ciertamente la idea es tener un lugar más grande para poder albergar más gente", expresó el padre Gustavo Domenech, de la parroquia Kolbe, que junto a José Luis Valde y Rodolfo Lopresti, director y encargado del lugar, respectivamente, lideran a los voluntarios que llevan adelante esta gran obra solidaria.