Análisis y opinión

El camino al 2025 necesita que aparezca el Milei bueno

El Presidente necesita una vuelta de página con más diálogo, un Consejo de Mayo práctico y cambios en lo jurídico, educativo y electoral.

La Ley Bases y el Pacto de Mayo quedaron atrás y eso significa que Javier Milei está necesitando una nueva etapa política. Debe demostrar que hay un avance hacia algo distinto, una evolución de su papel de gobierno.

¿Por qué? Porque a la gente se le acaban la paciencia y la plata. Y el personaje ególatra, de la pelea constante y el desprecio por otros, empieza a ponerse viejo demasiado rápido. El Presidente está, como nunca, a la orilla del hastío popular generalizado, por el exceso de esa imagen de peleador más de la cuenta. Necesita un golpe de timón antes de que se le vuelva un problema más.

Ya hay mediciones que hablan de esto: al argentino que no tiene un mango, verlo a Milei combatir con personajes que están totalmente fuera de nuestro radar, como un primer ministro español o un presidente boliviano -todo el tiempo, como si fuera parte importante de su trabajo-, empieza a molestar mucho. Dedica más tiempo a una tarea secundaria y que sólo le sirve a él, que a apagar el incendio que nos come a nosotros. Esa es la mirada.

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Milei tiene que aprovechar el excelente punto en el que lo encuentra esta necesidad de cambiar. Acaba de cerrar su propio pacto nacional; acaba de sacarse una foto con 18 gobernadores que lo respaldaron; acaba de obtener sus dos leyes fundacionales, en un Congreso en donde en principio perdía por goleada. Aunque el cuadro económico es malo -e incluso al parecer más malo ahora que hace meses-, viene ganando la carrera contra la inflación; lo cual es innegable e importante.

Y a todo eso, debe agregarle lo que pasará a partir de esta semana: en Tucumán, Milei rompió el clima de crispación, negatividad y de pérdida de control de la agenda en el que había entrado su Gobierno. Recuperó la imagen conciliadora que le valió algunos elogios en marzo y que ilusiona a algunos con estar -por fin- ante alguien que sepa y que quiera dialogar.

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Frenó por un rato al Milei malo que sólo ve enemigos, y mostró (sea real o no; sea efímero o no) al Milei bueno, que sabe jugar a la política y al que no sólo le interesa destruir, sino también construir.

Y todo este golpe de efecto tiene que aprovecharlo ya mismo: porque hay un peligro latente, que es que se mezcle el hastío masivo contra un presidente algo desorientado -que ya existe- con un posible contragolpe de la inflación en los próximos dos meses, algo que puede ocurrir tranquilamente, sobre todo tras la disparada del dólar y la suba de tarifas.

¿Cómo inaugurar esa nueva etapa? ¿Con qué elementos? Lo primero es redefinir su vínculo con la oposición. Para con quienes le dieron vuelta la cara y dijeron que no a su pacto, Milei ahora tiene dos caminos: o que le sean indiferentes o intentar convencerlos. Incorporarlos de alguna manera a la dinámica de su gestión, incluso desde su lugar crítico. Pero lo que sí debe eliminar como estrategia, borrarlo por completo de sus chances, es seguir combatiendo y polemizando con ellos como hasta ahora. Esa pelea en círculos que tiene con Kicillof, Quintela y compañía hace rato pasó a ser de suma cero.

Sus asesores le dirán que le garpa, que le sigue dando algún activo combatir a la supuesta política rancia (aunque él también tenga varios rancios de su lado) y que hay que buscarse un enemigo, pero la verdad es que le quita tiempo y energía valiosa a un jefe de Estado. Que además se quiere pelear también con los de afuera; o sea que se la pasa batallando y pierde pólvora necesaria para lo importante, que es arreglar la economía, frenar la caída de la actividad en algún punto y sostener o recuperar el empleo.

El primer consejo es que encuentre otro rol para la oposición y para cómo se maneja él mismo con ella. Sobre todo ahora que su principal aliado político, Mauricio Macri, está pidiendo una revisión unilateral del contrato. Una reconfiguración del acuerdo político que tenían. Milei va a necesitar a ciertas partes del Congreso a las que antes ninguneó.

El segundo paso para la aventura de estos últimos seis meses del año tiene que ver con el Consejo de Mayo, el concilio de dirigentes que se oficializará, ya con nombres y apellidos, la semana que viene: ahí la gran pregunta es si habrá lugar para esos opositores o si será un espacio sólo de los afines.

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Milei junto al jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, durante los actos por el 9 de Julio.

Milei junto al jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, durante los actos por el 9 de Julio.

Sin dudas tiene que ser lo primero: para que sea un instrumento útil y democrático, tiene que tener voces disonantes. Sino, primero, el instrumento perderá todo peso real. Y segundo, se va a transformar en un mesón de aduladores o de gobernadores que dicen que sí a todo sólo para destrabarse fondos de obra pública, como pasó antes de la Ley Bases, con una vuelta -a cara de piedra- de la transacción política más burda de otros tiempos. O al menos eso pareció a todas luces.

El Presidente debe sumar a la oposición a ese Consejo de Mayo, porque además eso lo demostraría como el liberal y aperturista de la política que supuestamente era cuando nos vendió su candidatura.

Finalmente, además del manejo de la oposición y del Consejo, el paso a paso de Javier Milei camino al 2025 debe tener un acelerón en las reformas que van por afuera de lo económico: además de su gestión sobre los números (que debe, desde luego, mejorar); el Gobierno tiene que avanzar en ese cambio de estructuras electorales, judiciales y educativas que estaba tácito al principio y se fue desdibujando con los meses.

Son proyectos que no necesitan tanto consenso, que tienen impacto práctico y que implicarán golpes de efecto importantes para la gestión. La promesa es que van a avanzar ahora mismo con ellas: exámenes a los docentes; un sistema de calificaciones en las escuelas, mostrando cómo van los chicos, pero también cómo va la comunidad entera (como el GEM en Mendoza); boleta única y tal vez fin de las PASO en lo electoral; y avances en lo jurídico con un final definitivo para muchas trabas burocráticas, con modificaciones encabezadas por el divorcio simplificado, entre otros cambios que impulsa el ministro Cúneo Libarona.

Gestión; fin del conflicto por el conflicto mismo y aprovechamiento del lugar político en el que quedó parado. El Milei malo ya jugó y obtuvo resultados dispares. Con una economía tan complicada, tiene que aparecer no sólo el mejor economista, sino también el mejor negociador. El mejor político.

Si está ahí; si es capaz de sacarlo, que el país y la oposición perciban ahora un poquito del Milei bueno.

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