Para pasarlo en limpio de una vez: el round electoral fue, básicamente, entre Alfredo Cornejo versus Alberto y Cristina. Entre el gobernador de Mendoza y la dupla que cotiza como favorita para alzarse con la presidencia en octubre. Entre lo provincial y lo nacional.

Nunca, desde 1983 hasta la fecha, esa opción fue tan nítida y rotunda.

Lo entendió cada uno de los contendientes.

El ganador formal de este domingo, el nuevo mandatario mendocino, Rody Suárez, no hubiera llegado hasta aquí y de la manera en que llegó, sin la tracción de Cornejo. Sin la foto de Cornejo levantándole el precio en cada afiche de campaña. Sin la sagacidad táctica del actual gobernador.

Tampoco Anabel Fernández Sagasti, derrotada pero aún senadora nacional, habría llegado a esta instancia, con tamaña expectativa, sin la foto de Cristina apapachándola, primero, y la de Alberto Fernández, después.

Pero este nivel, altísimo, de discriminación entre lo local y lo nacional que efectuó un electorado cada año más exigente como el mendocino, no explica por sí mismo el resultado. Que Cornejo sea "el mejor gobernador argentino", según la efusiva evaluación de Martín Lousteau, anoche, en el búnker del hotel Aconcagua, no alcanza para terminar de dimensionar un fenómeno complejo.

Hay otros puntos fuertes en el curriculum de la UCR mendocina. La gestión, en primerísimo plano. Tanto la de la Provincia como las de las comunas exitosas, entre las que se cuenta Capital, el redil de Suárez, un ponderado intendente, un funcionario activo pero que transmite sosiego en su exigua locuacidad.

Pero también Marcelino Iglesias, sobre todo, como el lasherino Daniel Orozco o Tadeo García Zalazar en Godoy Cruz, ratificaron su chapa de cracks.

Al mismo tiempo, quedaron abiertas las rutas a figuras del futuro como Sebastián Bragagnolo en Luján y Ulpiano Suárez en la Ciudad, junto al ya consagrado doctor Rufeil en San Martín.

Todos nombres que, una vez más, le plantean un desafío al peronismo local, que sigue sin encontrar la vía para recuperar al liderazgo. Por el momento, tendrá que seguir mirando al gobernador sanjuanino Sergio Uñac como adalidad de Cuyo para referenciarse.

¿Qué jovenes, qué flamantes nombres ha instadado el PJ para recomponerse, con potencia, de ahora en adelante?

Apenas a Matías Stevanato en Maipú.

Y Anabel. Sobre todo Anabel Fernández Sagasti, que logró la proeza de ganar una interna con La Cámpora y ubicarse como candidata a gobernadora. Pero este proceso, que implica colgarse de personalidades tutelares como Cristina y Alberto, por arriba, y, por abajo, de socios antediluvianos, como el lasherino Amstutz, el guaymallino Abraham o el lujanino Parisi, muy hábiles para ganar una PASO, pero ya descalificados por la opinión pública en sus respectivos territorios, alcanzó su techo.

Se requiere de otra cosa. Hace falta resetear el aparato.

Fernández debe demostrarles a la ciudadanía, a sus rivales políticos y a sí misma, que tiene peso propio, que es capaz de administrar "algo más que un quiosco", que tiene una agenda provincial atractiva. Y esto último es fundamental, porque de aquí en adelante, volverá a quedar, como senadora, bajo la falda de Cristina, quien, si gana en octubre, pasará a presidir la Cámara Alta y tendrá en ella, en Anabel, a su pieza de mayor confianza.

Nada fue más sintomático de lo poco que funcionan, en la Mendoza de estos días, los padrinazgos nacionales.

El hundimiento de Macri, por ejemplo, no logró afectar al radicalismo de Cornejo.

Y las arribos totémicos del peronismo no aportaron nada a la causa local. Cristina llegó con bombos y platillos a San Martín, para presentar "Sinceramente". Resultado: Jorge Giménez perdió la intendencia.

Alberto Fernández desembarcó con la troupe casi completa de los gobernadores del palo, "aviones privados" mediante, en la coqueta bodega Ruca Malén. Resultado: el heredero de Omar De Marchi ganó por paliza en Luján.

Volvemos, como corolario, al comienzo de esta columna.

El nombre que quedó flotando en el escenario nacional es el de Alfredo Cornejo, cuyo triunfo, en la figura de Rody Suárez, le inyectará una dosis de energía vital dramáticamente necesaria a la campaña de Macri en el tramo final hacia octubre.

Es probable que Macri no gane.

¿Qué quedará entonces?

La necesidad, imperiosa, de generar una oposición calificada y sensata; no solo para controlar al eventual gobierno de Alberto Fernández, sino también para ayudarlo. Para darle contenido al indispensable acuerdo de los distintos sectores que puede salvar al país de otro derrumbe monumental.

En ese contexto, Cornejo, presidente nacional de la UCR, conformará el núcleo duro de esa conducción opositora irremplazable donde estarán, seguramente, el gobernador jujeño Gerardo Morales y Martín Lousteau (ambos presentes para festejar en Mendoza), con probabilidad el porteño Horacio Rodríguez Larreta y con absoluta seguridad María Eugenia Vidal, salga como salga en su próxima elección. No muchos más, por el momento.

Mendoza volvió a dar la nota.

Suárez será el quinto gobernador radical desde el '83 a la fecha. Los otros cinco han sido peronistas.

La alternancia en el poder es la norma.

Nadie, aquí, tiene la vaca atada. Mejor que mejor.

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