En los tribunales es conocido como El doctor Díaz. Afuera, muy poco se sabe -hasta ahora- de este hombre de 74 años que durante cuatro meses presidió el tribunal juzgador que el 25 de noviembre condenó a 45, 42 y 18 años de cárcel a dos sacerdotes y un ex jardinero por abusar sexualmente de alumnos sordomudos en el Instituto Próvolo.

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Díaz se llama Carlos Manuel, está casado con Silvia y tienen seis hijos.

Vive en la misma casa del barrio Jardín Luzuriaga de Maipú hace 35 años y pudo haberse jubilado hace 14 años porque los jueces mendocinos tienen permitido hacerlo a partir de los 60 años por convenio.

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Sin embargo, eligió seguir siendo magistrado porque impartir justicia es su vocación. A sus íntimos ya les dijo que se jubilará entre febrero y marzo de 2020.

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Nació en Salta un mes antes del Día de la Lealtad Peronista. La referencia histórica no es antojadiza porque su padre, que era miembro del Ejército Argentino, fue uno de los fundadores, aquí, en Mendoza, de la organización secreta nacionalista Grupo de Oficiales Unidos (GOU) que cobijaba a un Juan Perón recién llegado de Europa.

Más tarde, ya en 1955, cuando Díaz era apenas un niño de 10 años, el padre participaba de la Revolución Libertadora.

Parientes ilustres

Un recorrido por el árbol genealógico de Carlos Manuel Díaz revela que su madre era mendocina y que sus abuelos varones tuvieron ocupaciones de renombre en la vida pública.

El abuelo paterno fue militar de carrera y el abuelo materno fue Salvador Caballero, un abogado que llegó a ser juez de Cámara, luego fue juez de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza y finalmente presidente del máximo tribunal hasta que falleció a fines de la década del ´30 en pleno ejercicio de la función.

El hombre que siempre habla bajo

Cuando no está en audiencia al doctor Díaz se lo ve en los pasillos del ala sur de los tribunales. O en las escaleras, porque usa los ascensores poco y nada. O en la fila del cajero automático del costado norte. Como a un ciudadano común.

Habla siempre en voz baja, con la voz gastada. Parece que mide cada palabra que dice. Cada expresión. Tiene andar ágil y la frente amplia. Sus ojos inquietos escrutan al interlocutor de arriba a abajo, aunque lo conozca de toda la vida.

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A los periodistas nos respeta pero al momento del contacto mano a mano se disculpa y antepone los protocolos y las vías institucionales dispuestas para la comunicación de los asuntos judiciales. Como siempre lo hizo.

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El legajo que está en Recursos Humanos del Poder Judicial indica que  ingresó al Poder Judicial en 1977 y que en los años posteriores ejerció tres cargos diferentes: fue juez de Faltas, defensor público de Pobres y Ausentes y juez Correccional.

Cuando Llaver se cruzó en su vida

Las matemáticas indican que Díaz lleva 42 años de carrera judicial. Sin embargo, ese hilo temporal sufrió un corte entre 1983 y 1990 cuando, por decisión del gobernador radical Felipe Llaver, él y otros magistrados se fueron de los tribunales por haber sido puestos en funciones durante la dictadura militar. A Díaz, sin embargo, ningún hecho ni denuncia de lesa humanidad lo salpicaba de manera directa y tampoco indirecta.

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Esa no fue la única vez que los caminos del juez y del caudillo radical de  San Martín se cruzaron. Ya había ocurrido a comienzos de la década del ´80 mientras, aún en época de la dictadura, Díaz se desempeñaba como juez. Fue tras un accidente vial de alta repercusión pública en lo político, social  y deportivo.

La víctima había sido Santiago Felipe Llaver, hijo del futuro gobernador de Mendoza. El muchacho era corredor de autos, tenía 19 años y en 1978 había muerto al estrellarse contra un camión de carga.

Uno de los abogados de la familia Llaver fue Arturo González Martín, El Gordo, futuro ministro de Economía del Gobierno de Mendoza, quien  reclamó judicialmente en nombre de los Llaver.

El entonces juez Carlos Manuel Díaz rechazó la pretensión de la familia de la víctima con argumentos fundados. Años más tarde, ya entre 1983 y 1984, los caminos de Díaz y Llaver volverían a cruzarse.

El regreso

Díaz volvió a ser juez en 1991 de la mano del peronismo. Los jueces no rendían concurso y las designaciones eran discrecionales y se multiplicaban gracias al dedo de la política.

A los 46 años el doctor Díaz se integró a la Cuarta Cámara del Crimen para ocupar la vacante que dejó el fallecido juez Carlos Lencinas.

Ahí conoció a los magistrados Jorge Rúfolo Postigo y Jorge Coussirat, a quien considera el que más sabe en el Poder Judicial. El juez más formado. Su gran amigo.

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Otros referentes en la vida formativa del juez son dos ilustrísimos del Derecho mendocino: Ventura González y Roberto Lavado. A ellos siempre los consideró dos "monstruos". Y con ellos hizo la adscripción para ser docente universitario, pero declinó cuando el objetivo estaba casi cumplido. Porque ser juez es mi trabajo y debo dedicarme las 24 horas, le contestó a un colega que le preguntó porqué abandonaba su pretensión de enseñar.

Díaz es considerado un juez duro y él luce esa medalla con orgullo.

Por eso, cuando a mediados de este año se informó que encabezaría el tribunal de sentencia del caso Próvolo, los acusados recibieron la noticia con mucha  preocupación.

La querella y la fiscalía, en cambio, esbozaron una mueca de alivio, a sabiendas de que habiendo pruebas sólidas y contundentes contra los curas y el ex jardinero, Díaz no tendría ningún inconveniente en imponerles durísimas condenas a prisión.

Lo de juez duro tampoco es antojadizo. Si encuentra elementos para condenar lo hace. Y al momento de fijar la cantidad de años de prisión mira la escala penal "de la mitad hacia arriba", graficó un defensor. Repasemos algunos casos donde intervino.

El 13 de septiembre de 2007 condenó a Diego Arduino a 16 años de cárcel por el asesinato del comunicador Alejo Hunau, en el segundo juicio oral y púbico.

En 2015 sentenció a prisión perpetua al oficial de la Policía Martín Berdejo por un doble crimen ocurrido en Vistalba en 2013.  Y esa fue una de las tantas perpetuas que impuso en su carrera.

En 1998 integró el tribunal que absolvió por falta de pruebas a los dos acusados de los asesinatos de Armando Nito Neme y Carlos Ros. Aguirre y Quirós habían pasado casi cinco años presos y quedaron en libertad gracias al beneficio de la duda. Fue al cierre del segundo juicio oral y público que se hizo por orden de la Suprema Corte, que había anulado el primer debate por fallas procesales y violación de derechos constitucionales.

Radiografía

Díaz rechazó mudarse a zonas exclusivas durante su larga trayectoria y es el mismo de siempre. El que cada tanto viaja a Alemania para visitar a dos hijas radicadas allá y que -él sabe perfectamente y lo asume-, ya no volverán a vivir en Argentina.

El mismo que se casó con Silvia, ama de casa de toda la vida.

Ninguno de los hijos del juez está vinculado con la abogacía, la política ni la Justicia.

Uno de ellos alcanzó cierta notoriedad en el ámbito deportivo y ahora es un emprendedor privado. Es Manuel Musculito Díaz, el ex rugbier del club Liceo que vistió la camiseta de Los Pumas y vivió diez años en Italia, donde jugó de manera profesional mientras aquí ese deporte seguía siendo amateur.

El turismo y la tecnología ocupan a los demás hijos del usía. Se le reconoce que nunca llamó a nadie para conseguirles una recomendación o un puesto seguro. Y eso lo hace sentirse un hombre libre de compromisos.

Los fundamentos más esperados

Hoy el doctor Díaz se siente aliviado, tanto como este lunes 2 de diciembre cuando puso a disposición de las partes del caso Próvolo las 147 fojas de expediente prolijamente dedicadas a fundamentar desde lo técnico, en asocio con los demás miembros del tribunal, porqué mandó a la cárcel a los abusadores sexuales Corbacho, Corradi y Gómez. Misión cumplida.

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Ya se sentía más liviano inmediatamente después de la lectura de la sentencia. Porque se había propuesto terminar el debate a fines de noviembre y lo cumplió, así como cumplió el objetivo de darlo por iniciado el lunes 5 de agosto.

Muchos arriesgan que el caso Próvolo fue el más difícil que Díaz enfrentó en su carrera. El, sin embargo, repite que no es así.

No fue el más difícil, ha dicho una y otra vez.

A pesar del alto impacto público local, nacional e internacional, a pesar de que nunca antes había tenido que valorar las declaraciones de víctimas sordomudas -vía Cámara Gesell e intérpretes del lenguaje de señas-, y aunque nunca antes había tenido que juzgar y condenar a miembros de la Iglesia.

A pesar del dolor de las víctimas y de la necesidad de que se hiciera justicia, circunstancias determinantes que se cruzan en la carrera y en la mente de cualquier juez de sentencia. Como el doctor Díaz.