Por Fabián Sevilla
Por Fabián Sevilla
“Una noche que me tocó trabajar, un señor salía de su casa llevando las bolsas con residuos justo cuando me descolgaba del camión. Al verme, en vez dejarlas en el basurero para que yo las recolectara, me dijo: ‘Señorita, yo la ayudo’, y las metió dentro del compactador. Creo que hacemos surgir el lado amable de los vecinos”.
Quien cuenta la anécdota es María Gil (29), una de las cinco mujeres que desde hace dos semanas trabajan como recolectoras de basura a la par de sus compañeros de Higiene Urbana de la comuna de Capital. Las conocen como “las naranjitas”, por el color del mameluco que usan; a ellas les gusta el apodo que surgió en broma, pero terminó identificándolas como las primeras féminas en la provincia y, según parece, el país en realizar una tarea hasta ahora exclusiva de varones.
Se les ocurrió a ellas
Gonzalo Frigerio, director de Higiene Urbana de la comuna, detalló que había 50 mujeres ocupadas en el barrido de calles y plazas. “Cinco de ellas, le propusieron a su coordinadora empezar a recolectar la basura sobre los camiones en las noches, Cuando me llegó la sugerencia, decidimos probarlas: fueron saliendo de a una para ver si soportaban una labor tan rigurosa”, explicó.Las chicas pasaron la prueba y el viernes 11 de marzo salieron todas por primera vez a hacer los recorridos que se les asignaron. “La idea es ir incorporando a otras más, dependiendo de los resultados”, adelantó Frigerio.
María, que está separada, es madre de dos chicos y trabaja en la comuna desde hace cuatro años, comentó que “todo partió del desafío. Si tenemos una presidenta y hay mujeres en muchos puestos que antes no ocupaban, ¿por qué no hacer lo que tradicionalmente hacían sólo los hombres?”. En sintonía, Jaquelina Estrada (35), que también está separada y tiene cuatro hijos, añadió: “Queríamos probar y confirmar que podíamos hacer este trabajo”.
“Señoras”, no adolescentes
Las “naranjitas” cobran el sueldo que les corresponde según la categoría más una adicional de $500, “que es el mismo sueldo que cobra un recolector hombre y lo cual hace que sea más alto de la repartición -apuntó Frigerio-. Creo que se arriesgaron a hacer este cambio porque el salario les aumentó, pero también por otras razones”.Un ejemplo de eso lo pone Daniela Romero (29), quien es soltera pero tiene tres hijos. “Es una tarea que me gusta y en mi caso me conviene: salgo de trabajar a las tres o cuatro de la mañana, y luego de dormir un poco puedo pasar el día con mis chicos. Cuando salgo de mi casa, entro al servicio a las 22.30, los dejo cenados y durmiendo. Puedo ejercer mi rol de mamá, lo cual no pasaba cuando barría”. A ello, Romina Cerioli (25) agregó que con “esta cambio, tengo tiempo para llevar a la escuela a mis tres hijos y también ayudarlos con los deberes”.
Respecto al trato con sus pares varones, Fabiana Henríquez (33) asegura que “tienen asumido que somos ‘señoras’, no adolescentes, por eso se cuidan de decir algún insulto cuando estamos trabajando”. Con humor, Daniela, añade: “Mal vale que no se zafen, porque saben que van a parar derecho a la prensa del camión”. Y coincidió con las demás “naranjitas” al decir que “desde que salimos con ellos, notamos que nos respetan por nuestras ganas de querer hacer lo mismo que ellos”.
Sorpresa, admiración y piropos
Igual a sus 60 compañeros varones, las cinco mujeres que recolectan la basura de los vecinos de la ciudad recorren unos 18 km por noche. Jaquelina Estrada y Romina Cerioli salen en un mismo camión, las otras tres van cada una en un vehículo.
“Las primeras salidas me costó bastante, pero luego el cuerpo se acostumbra”, confiesa María Gil y asegura que “es un buen ejercicio físico”. Fabiana Henríquez añade que “he empezado a fumar menos: una vez en servicio, no tenés tiempo y como hay que correr mucho tenés que tener buena respiración”. Jaquelina considera que “un trabajo más divertido que barrer las calles y nos descargamos: corriendo durante casi cinco horas, yo me saco el peso que te generan las responsabilidades de ser mamá”. Si bien llevan pocas noches de servicio, “las naranjitas” ya pueden contar anécdotas. “En calle Roca me topé con el intendente (Víctor) Fayad -relata María Gil-. Al verme, me felicitó por aguantarme esta tarea y estar a la par de los muchachos”. Junto a ella, Jaquelina narra que “una señora que me vio sacando las bolsas de su basurero se sorprendió y gritó: ¡Qué bueno, ahora también hay recolectoras!”. Daniela Romero romero se suma, señalando que “cuando he pasado por Arístides Villanueva, muchas mujeres me han aplaudido y hasta me gritaban: ¡Vamos todavía, todas podemos!”. No obstante, acepta que si bien “para nosotras es un trabajo como cualquier otro, para mucho no: la discriminación siempre está”. Por su parte, Romina apunta que no sólo generan sorpresa, ya que “cuando nos ven pasar en el camión, los que van en el trole nos dicen piropos y los taxistas nos tocan bocinazos”. Y simulando cierta vanidad, agrega: “De algún modo, embellecemos la ciudad”. A lo que María agrega: “Además, queda bien claro que las mujeres estamos capacitadas para hacer cualquier tipo de trabajo”.