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Su nombre es Hugo Novello pero pocos lo conocen como tal. Lo que se destaca es su firma, que acompaña las obras que les dieron vida a paredes, casas abandonadas y otros objetos

Malo Art, el que le cambió la cara a la ciudad de San Martín

Por UNO
San Martín. “Es muy interesante lo que eso genera en la gente. Una madre me contó que cuando acompaña a su hijo a la escuela el nene pide pasar siempre por la misma calle, para saludar a los dibujos”. Quien dice esto es un hombre joven, de 30 años, padre de dos niñas, que hace un año comenzó a transformar la ciudad de San Martín. Da color y vida a los paredones fríos, a las casas abandonadas, “a tratar de trasformar lo roto, lo abandonado, en un espacio de arte”, dice.

Firma sus obras como Malo Art y así lo conocen todos en la ciudad. Quizás sea hoy uno de los personajes más populares, a pesar de que su nombre real y su rostro sean desconocidos para la gran mayoría.

Malo Art, o Hugo Novello para las formalidades del Registro Civil, dibuja y pinta enormes obras en los espacios públicos olvidados. Antes se dedicaba a hacer repartos para una casa de comidas. Ahora “vivo de esto. La gente ve mis obras y me contacta por Facebook para que le pinte el frente de un negocio, o las paredes de un dormitorio o un colectivo”, cuenta.

Los gastos de pinturas y herramientas para sus obras callejeras salen de su propio bolsillo, “pero yo lo disfruto mucho, me siento bien haciéndolo”. Lo mejor es que los vecinos también disfrutan de esos murales y en su gran mayoría no son dañados ni siquiera por algún grafitero desorientado.

“La verdad es que mi trabajo se ha viralizado en las redes sociales y eso está muy bueno. Es una satisfacción. Gracias a eso tengo cada vez más trabajo pago y puedo vivir de esto”, cuenta Malo Art.

“En la calle yo pinto personajes populares, que todos conocen, porque también está muy bueno que les genere buenos recuerdos a la gente que los ve”, explica. Por eso se puede ver a un Increíble Hulk, al Hombre Araña, a Mario Bross,… “Cuando me llaman para pintar el frente de un negocio o una habitación, hago lo que me piden”, dice.

Su seudónimo deriva de los nombres de sus hijas, Martina (8) y Lola (1), pero ahora ya es una marca registrada que todos asocian a la transgresión y a romper moldes.

Su trabajo más popular fue, sin dudas, el que hizo en algunos de los pequeños postes de hormigón que separan la vereda de la calle en las cuadras remodeladas del centro de la ciudad.

Alguno de esos postes se había quebrado y estaba desde hacía tiempo tirado sobre la vereda. Malo Art pintó en el poste caído  una simpática cara de un personaje fallecido y sangrando. En los dos postes más cercanos al caído dibujó caras similares, pero estas con gestos de espanto. Tan original y bien lograda estaba esa obra que  la Comuna remplazó la mayoría de los postes rotos, pero dejó por un largo tiempo aquellos pintados por Malo Art. Los transeúntes, en especial los niños, se lamentaron cuando finalmente fueron remplazados.

Para pintar muros, Malo Art usa pintura acrílica. Para pintar en chapa, utiliza aerosoles. “Soy como un tatuador. Pinto lo que me piden y, en los muros abandonados, lo que se me ocurre. A veces sugiere algo y otras tengo una idea y busco el lugar en dónde pintarla”.

Algo ha cambiado en la ciudad. De pronto, cualquier pared olvidada es un espacio de arte. Y está bien.

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