Desde el primer partido en la inauguración entre Rusia y Arabia Saudita en el estadio Luzniki, el 14 de junio fui escalonando etapas, abriendo los ojos y ampliando los sentidos para captar cada partido que presenciaba.
La 21ª edición de la Copa del Mundo estaba en acción y prendía la intensidad de mis reflejos acordes a las estaciones del metro, lo ómnibus y los trenes con pasajes gratis. La enorme ciudad de Moscú despertaba mi intención de pensar en castellano, analizar en el inglés básico y tratar de entender en ruso.
Vi la derrota alemana frente a los cálidos y cerveceros mexicanos, al Portugal de Cristiano, a Senegal luciéndose frente a los polacos. Mientras Argentina no podía con Islandia en el estadio del Spartak.
Fui sumando minutos de fútbol desde las butacas de la platea o las sillas de los pupitres en cada estadio. Por primera vez un camarote de tren (pasajes gratuitos) llevó a este enviado a la ciudad de Nizhni Novgorod, con el estadio que lo salpica el río Volga. Historia pura de una ciudad nacida en 1221. Allí Croacia puso en evidencia la defensa endeble de Argentina, con error incluido del arquero Caballero.
Vimos a la sorprendente Bélgica frente a Túnez y llegó el momento de viajar en tren "doble camarote" de última generación a San Petersburgo. Un lujo y una experiencia inolvidable. Victoria para sacar al ahogado con el gol de Marcos Rojo faltando 4 minutos.
Vuelta a Moscú para ver desde la primer fila el triunfo de Brasil sobre Serbia cuando a los brasileños les sobraba optimismo y hablaban de campeonato. Completaba 9 partidos de la fase inicial, con 7 disputados en los dos estadios de Moscú.
Llegó la hora de las eliminatorias. Ganar y seguir. A perder y volver.
Al tren, esa vez a la exótica Kazán, capital de Tartaristán. Ciudad del 1005 y con influencia de Iván el Terrible. Tan terrible como la lección que les dio el juvenil Mbappé y el pensante Griezman, a la Selección argentina. Allí Francia nos sacó. Bueno sacó a los jugadores. Porque nosotros seguimos participando.
Vimos por tercera vez de la primera fila del Spartak, sobre el banco de suplentes, de Colombia cuando el equipo de Pekerman quedaba afuera a manos de Inglaterra.
A subir al tren para viajar a San Petersburgo. Eran tiempos de semifinales y ver por tercera ocasión a los franceses, frente a Bélgica, cuando se ganaban el ticket para la final. El regreso en el tren de madrugada, aunque de día contemplando la época de las "Noches Blancas". En San Petersburgo lo máximo es una oscuridad tenue. No se la puede llamar noche.
De regreso a una estación de Moscú (tienen 9 terminales de trenes de larga distancia) y de allí a bajar al metro para realizar las combinaciones que nos depositaron en el estadio Luzhniki. Lugar de la otra semifinal.
Vimos reír más que nunca a los croatas, que le ganaron a los ingleses para clasificarse a la definición de la Copa del Mundo de la FIFA. El enviado especial de diario UNO de Mendoza tuvo el privilegio, como cientos de colegas, de estar acreditado para la final, para el partido 64.
Y vi a Vladimir Putin con presidentes de Francia y Croacia entregar las medallas y los trofeos bajola lluvia. Y a Infantino, presidente de la FIFA, darle a su compatriota Lloris, la Copa del Mundo. Este periodista completaba los 15 partidos, el 15 de julio, en 32 días. Tarea intensa. Tarea cumplida.