La semana pasada UNO dio cuenta de las dificultades que atraviesan numerosos clubes de la región que cumplen una importantísima labor deportiva y social, debido a las exorbitantes boletas de gas que les llegaron en el último período.

Estos importes no reflejan todavía los mayores consumos a los que obligan las bajas temperaturas de temporada otoño-invierno, que seguramente serán más abultados.

El tema no es nuevo, ya que en los años anteriores las instituciones que brindan un valioso servicio a la comunidad debieron atravesar una situación similar, pero no deja de alarmar a sus directivos, que hacen malabares para paliar la situación, a veces con intentos infructuosos.

Hay entidades que pueden rebuscárselas con algún recurso extra, como el Club Atlético Echagüe, en Paraná, que alquila su estadio para eventos especiales que requieren de algún sitio espacioso para llevarse a cabo y eso ayuda a cancelar las facturas que reciben, de gas y de luz.

Pero no todos pueden hacerlo. Por distintos motivos, hay sitios donde las deudas se fueron acumulando y la desesperación embarga a quienes con un esfuerzo denodado realizan diferentes acciones para reunir fondos con este fin. Las acciones no alcanzan y esto provoca sin dudas una gran desazón. Tal fue el caso de la Asociación Deportiva y Cultural (ADyC) de Crespo, que el viernes cerrará su pileta climatizada por no poder afrontar el endeudamiento con la empresa proveedora de gas.

Cuando se publicó la noticia, como sucede a menudo, enseguida aparecieron internautas en las redes sociales recomendando qué se puede hacer, insinuando soluciones prácticamente inviables, al menos en lo inmediato, que no hacen más que correr el eje de la problemática: hubo quien señaló que "si construyeron una piscina climatizada es porque tienen plata y deberían poder hacer frente a la mora", sin contemplar que la obra se realizó con gran esfuerzo y cuando los recursos disponibles eran otros. Alguna opinóloga también sugirió implementar energía solar, como si fuese barato instalar los dispositivos para producirla y como si eso resolviera el asunto; y otro sostuvo que se podría usar caca de gallina y pollos de los criaderos para generar biogás. Quizás en otro contexto podrían significar un beneficio para una problemática que atraviesa diferentes aristas, e incluso aportarían a la generación de un ambiente saludable, pero no es este el caso.

Estas urgencias, indefectiblemente, obligan a repensar que los servicios públicos no son tales sino un negocio para pocos, con nefastas consecuencias para quienes entienden que el bienestar común debe estar por encima de las mezquindades de un grupo reducido.

Haciendo un intento de adherir al trillado discurso de que los servicios en Argentina años anteriores fueron demasiado económicos gracias a los subsidios que ahora fueron quitados, es inevitable pensar que el modelo económico instaurado se ha tornado insaciable en cuanto a ajustes y tarifazos, sin contemplar que todo el conjunto de la sociedad se perjudica cuando cierra un club, o cuando sus cuentas quedan en rojo y tienen que restringir sus prestaciones.

En el caso de la ADyC, se prestan las instalaciones para que muchas otras instituciones realicen sus prácticas, cobrando un importe módico, porque entienden que más no se puede debido a la caída del poder adquisitivo del grueso de la población; y las cuotas por grupo familiar tienen un valor de 350 pesos y es lo que garantiza que no se desafilie la mayoría. Asimismo, son solidarios y les prestan la pileta a una escuela integral. A pesar de estas actividades, la Municipalidad actualmente no colabora en nada con ellos y es una verdadera pena.

Que el deporte conforma un sistema de contención social que ayuda a prevenir otro tipo de problemáticas es algo indiscutible. Además, que su práctica aporta a la salud física y psicológica de quienes lo practican es algo innegable. Pero, lamentablemente, parece no importar cuando lo que se busca es recaudar indiscriminadamente.

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