A muchos los unen los parentescos de sangre; a otros, el amor. Algunos, los menos, ni siquiera se frecuentan, pero están bajo el mismo techo porque alguna vez hubo un antecesor que marcó el camino a seguir. Son como una gran familia que convive puertas adentro y bajo el techo del Poder Judicial de Mendoza.

Lo hacen de lunes a viernes todas las mañanas, en diversos edificios, pisos, pasillos, despachos y fueros de ese servicio público. Cada uno en su puesto. Cada uno con su cargo. Y a fin de mes cobran sueldos que van desde $100.000 hasta $270.000. Hasta que a la hora de la siesta, a eso de las 14, se suben a los vehículos que mantuvieron estacionados en cocheras colectivas y se dispersan en familias más pequeñas, reducidos grupos que por las noches se sientan cada uno a su propia mesa. Hasta que a la mañana siguiente, como en un sinfín, se reencuentran, se ensamblan y se sientan todos a otra misma mesa, más grande, más tentadora. Poderosa. La mesa de la Justicia.

Cuestión de poder

Estas relaciones están presentes en todos los estamentos: en la Suprema Corte, en el fuero Penal (adultos y menores), en el de Familia, en el Civil y Comercial, y hasta en el Laboral.

No son ilegales. De hecho, una mirada individual revela que la mayoría integra ese poder público luego de haber rendido y validado conocimientos técnicos y antecedentes personales y profesionales, primero en el Consejo de la Magistratura y luego el Senado provincial, organismo que, finalmente, les dio luz verde en votación secreta a instancias del gobierno de turno.

Sin embargo, al observar una radiografía de la familia judicial desde una perspectiva más global, podemos distinguir que hay varios apellidos que se repiten en puestos importantísimos, cargos que implican tomar decisiones claves para la vida y el patrimonio de la ciudadanía, las empresas, las instituciones y el resto del Estado provincial. Esa labor implica que cobren sueldos altos que suben (gracias a Celso Jaque) cada vez que la Justicia Federal aumenta los salarios de su personal.

La convivencia de la familia judicial, que se interrumpe los fines de semana, los feriados y en las épocas de feria, suele generar roces. Muchos, imperceptibles. Otros, contundentes. Estratégicamente contundentes, sobre todo, cuando hay que defender esos lazos, ya sean de sangre, de amor y de profunda amistad. Esos vínculos generan una fuerza de atracción cuasi invisible, pero latente: la de ejercer el poder.

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Los Nanclares

El apellido Nanclares figura, por lo menos, tres veces en el sistema judicial. Jorge Nanclares es el presidente de la Suprema Corte, que integra hace más de 30 años, y titular de la Sala Administrativa del mismo cuerpo. Cobra alrededor de $270.000 y tiene su despacho en el cuarto piso del Palacio Judicial.

No así su hijo, Abelardo Ignacio Nanclares, quien es juez tributario desde 2015 y tiene su oficina en el anexo judicial de calle Colón 147, de Ciudad. Nanclares hijo llegó a la magistratura salpicado de sospechas de haber sido beneficiado dos veces, en 2007 y 2015, por ser "el hijo de".

La primera fue en un sorteo al que se presentó para ser juez suplente de magistrados ausentes por licencia. El escándalo obligó a Jorge Nanclares a excusarse de participar de la selección de conjueces.

La segunda vez fue peor: Abelardo Nanclares fue elegido juez tributario, aunque en la nómina de calificaciones del Consejo de la Magistratura figuraba en sexto lugar. Sacó 4,250 puntos. La mejor calificada obtuvo 8,625 puntos; la segunda, 8,250.

El tercer Nanclares es Carlos Quiroga Nanclares, sobrino del supremo y ex subsecretario de Justicia en la era Jaque. Aunque ya era empleado del Poder Judicial, Carlos fue ascendido por su tío hace casi un año, a poco de haber reasumido la titularidad de la Corte y en pleno ejercicio de la presidencia de la Sala III donde se firman los nombramientos. Fue todo polémica porque lo nombró en un cargo equiparado al de magistrado, con el apoyo de Pedro Llorente y el desacuerdo de Alejandro Pérez Hualde (estaba por jubilarse) y José Valerio.

Los Gómez

Otro apellido que se repite es Gómez. Julio Gómez es ministro de la Suprema Corte y miembro de la Sala 1 Civil y Comercial de la Corte. Sus hijos son Susana Gómez y Julio Mariano Gómez.

Ella es relatora (redacta sentencias) de la Sala 2 Penal y Laboral de la Corte y trabaja en el cuarto piso del Palacio Judicial, cerca del despacho del padre. Julio Gómez es juez laboral, integra la Segunda Cámara del Trabajo y tiene su despacho en lo más alto del edificio judicial de San Martín 322.

Completa este círculo familiar Aníbal Ezequiel Crivelli, quien juró esta semana como juez penal de sentencia. Crivelli es el esposo de la relatora Susana Alejandra Gómez, cuñado del juez laboral Gómez y yerno del ministro de la Corte Gómez, quien cobra $270.000 por mes.

Los González

Rodolfo González fue procurador de la Suprema Corte de Justicia entre 1992 y 2016. Dos hijos y dos nueras son parte de esa especie de familia judicial: Silvina González es defensora oficial de pobres y ausentes en materia penal, y Gerardo González es titular de la Dirección de Perfeccionamiento y Modernización, que depende del Ministerio Público Fiscal.

Leticia Martí es fiscal penal de Menores, pero también es nuera del ex Procurador González, esposa de Gerardo González y cuñada de Silvina González. Silvina Baldovino cierra el círculo parental: trabaja en una secretaría del fuero penal y es nuera del ex procurador, cuñada de los hermanos Silvina y Gerardo González y concuñada de Leticia Martí.

Los Palermo

Omar Palermo es ministro de la Suprema Corte por méritos propios y por recomendación del ex gobernador Pérez. En el Poder Judicial también trabajan la esposa, Claudia Vallejo, que es jueza penal de Menores, y su hermano, Franco Palermo.

Según el organigrama oficial, el hermano del supremo trabaja en la Coordinación de la Secretaría de Modernización de la Suprema Corte. Siempre tuvo bajo perfil, pero en 2015 denunció administrativamente al entonces procurador González "por hostigamiento y acoso laboral grave", con el respaldo del gremio judicial.

También llevó su caso a los medios. Este episodio le ocasionó más de un dolor de cabeza al hermano supremo, especialmente cuando se cruzaba con González en algún pasillo del Palacio.

Fuente: Diario UNO de Mendoza

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