Acciones propositivas y positivas son mostrarles a los chicos que tienen muchísimas opciones para canalizar energías. Son muchos, pero muchos más nuestros jóvenes y adolescentes con buenos hábitos y conductas.

Prohibir, limitar y restringir no es lo único que calma a los adolescentes

Por UNO

Por Gustavo De Marinis

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@Monodemarinis

Son muchos, demasiados, los adolescentes y jóvenes alborotadores. Son tantos y hacen tantas macanas que han logrado preocupar y ocupar a muchos sectores.

Están preocupadas las autoridades –gubernamentales y policiales–porque la situación las desborda y no hay solución a la vista. Están preocupados los dueños de locales que se ven afectados porque los vándalos les espantan los clientes. Está preocupada la dirigencia política oficialista porque todas las miradas la apuntan y la responsabilizan. Dice estar preocupada la dirigencia política opositora aunque, parece poco creíble cuando critica mucho y propone poco o nada. Están preocupados los ciudadanos de a pie que son los que más deben sufrir el comportamiento hostil y violento de muchachas y muchachos. Están preocupados los dueños de los boliches en los que los adolescente y jóvenes se descontrolan, se pelean y destrozan lo que no es de ellos. Están preocupados los padres (aunque en algunos casos da la impresión de que no les importa) por hijos que se les van de las manos y porque podrían llegar a tener que responder con multas u otras sanciones peores por los desatinos de sus vástagos. Están preocupados todos.

Y así como están preocupados, también están ocupados. Por eso se disponen medidas, se buscan opciones y se deciden acciones para frenar esta ola de locura juvenil que en los últimos días ha llenado tantos espacios en los medios de comunicación.

Pero justo es agregar que están todos tan preocupados y ocupados que sólo se piensa en medidas coercitivas. Entonces se prohíbe, se reprime, se limita y se restringe.

Obvio que frente a hechos que están a la vista no se pueden reprochar estas disposiciones. También se puede , en primer lugar, acompañarlas con otras acciones, propositivas y positivas y en segundo término, no generalizarlas.

Acciones propositivas y positivas son mostrarles a los chicos y a las chicas que tienen muchísimas opciones para canalizar energías e inquietudes. Y no sólo mostrarles, también ponerles al alcance esas alternativas e incentivarlos a que las utilicen. Actividades culturales, artísticas y deportivas son un muy buen dique de contención y no deben ser desaprovechadas.

Y no generalizar es fundamental. Son muchos, pero muchos más nuestros jóvenes y adolescentes con buenos hábitos y conductas que los que protagonizan incidentes y desmanes.

Los partidos políticos, por ejemplo, cuentan con agrupaciones juveniles con marcado compromiso militante, tanto los que responden al gobierno, incluidos los de la nunca bien ponderada La Cámpora, como los contrarios.

Sus integrantes dedican muchas de sus horas de ocio, cuando no trabajan o estudian, a acciones solidarias en barrios carenciados. Es más: el arco opositor no debería limitarse a cuestionar, sino que tendría que mostrar mucho más la saludable labor de su juventud.

Los movimientos religiosos –todos– también cuentan con grupos comprometidos y solidarios, como los de la tupungatina iglesia Valle del Rey, que fueron a Chile a llevar ayuda a los damnificados por los incendios del Valparaíso.

Todos los días, absolutamente todos los días, vemos o nos enteramos de muchachos y muchachas destacados por sus logros o por sus acciones individuales o en grupo.

Entonces, está bien que se pongan límites. Eso no se discute. Pero no es lo único. Y no es justo, como escribió ayer Natalia Sosa Abagianos, ponerlos a todos en la misma bolsa.