Por supuesto que no pongo a todos los chicos en la misma bolsa, ya que muchos no comparten esa forma de relacionarse. Además de las agresiones está el problema del consumo desmedido de alcohol, que propicia las peleas y los desmanes.

La violencia en el mundo adolescente es un tema que preocupa cada vez más

Por UNO

Por Natalia Sosa Abagianos

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@natiabagianos

La decisión del centro comercial Palmares de restringir el ingreso de menores de 18 años los días viernes y sábado –salvo que un mayor se haga cargo de ellos– generó un fuerte debate y por lo visto habrá más repercusiones en otros sectores. Ahora los preocupados son los dueños de los salones de fiesta, quienes están sorprendidos por el comportamiento de los jóvenes, sobre todo cuando se desarrollan los cumpleaños de 15.

Los desmanes, adentro y afuera, han ido in crescendo con el correr de los años y sienten que los padres no toman cartas en el asunto deslindándose de cualquier tipo de responsabilidad.

Para los empresarios, la situación ha llegado a un límite y por esta razón decidieron reunirse hoy en la Bodega del 900 para plantear la problemática (ver páginas 6 y 7) y convocaron a todos los actores involucrados, incluso a los legisladores, a quienes les han presentado un proyecto para tratar de regular la actividad, sobre todo cuando los protagonistas son menores.

Uno de los grandes problemas es el consumo desmedido de alcohol, algo que muchos chicos suelen asociar con la diversión. El punto es que en este estado es más difícil controlar las reacciones de los adolescentes, que suelen “sacarse” cuando se los deja fuera de una fiesta porque no tienen tarjeta de invitación.

Justamente, la queja de los propietarios apunta a los padres, a quienes acusan de dejar a sus hijos en la puerta sin constatar si realmente integran la lista de invitados. “No somos guarderías nocturnas”, apuntan.

Aunque este tema no es nuevo. En mi época también se festejaban cumpleaños de 15 y también se accedía sin tarjeta al festejo. A veces dos mujeres pasábamos con la misma invitación o le poníamos “carita” al guardia de seguridad y nos dejaba entrar. Casi siempre los que se quedaban en el camino eran los varones. Lo diferente era que la mayoría se retiraba a su casa si no lo dejaban ingresar o intentaba tener mejor suerte en otra fiesta.

Evidentemente, los tiempos cambiaron y las agresiones ya son parte del mundo adolescente. Por supuesto que no pongo a todos en la misma bolsa, ya que tengo sobrinos de esas edades que no comparten esa manera de relacionarse con sus pares. Y seguramente habrá otros tantos que piensan lo mismo.

Me refiero, por ejemplo, al fenómeno de las redes sociales, donde proliferan las imágenes de celular que muestran a dos chicos/as peleándose mientras un grupito los rodea para alentarlos. Nadie filma a otro joven tratando de separarlos o de frenar el conflicto. Como si fuera un circo romano, todos alientan para que la gresca se vuelva más virulenta. Y el mejor trofeo será que ese video se viralice por internet.

Casos similares se han presentado en el Shopping del Abasto, en Capital Federal, donde hordas de jóvenes se han enfrentado por pertenecer a distintas tribus urbanas. Y sin ir más lejos, muchos adolescentes mendocinos han participado de las mismas disputas, pero en la Peatonal Sarmiento. De hecho, muchos vecinos de los edificios de la zona y los comerciantes han reclamado en varias oportunidades por estos incidentes. Los primeros porque alteran la tranquilidad del lugar y los segundos porque ahuyentan a los clientes.

Igual creo que la marginación de los menores no es la solución a la violencia.