Diego (33) y su esposa, Viviana (27), más sus dos hijos, de 8 y 1 años, están por estas horas en San Martín, tal vez, su último destino

La familia uruguaya que busca su lugar en el mundo

Por UNO

San Martín. Salieron hace dos años de Uruguay buscando un futuro. Vivieron un tiempo en la dura Buenos Aires y, finalmente, decidieron buscar en el interior del país su lugar en el mundo. Llegaron a Mendoza hace unas semanas y dicen que este es uno de los mejores sitios en donde han estado, por el trato de su gente y “la energía” que hay en la naturaleza.

En el parque Agnesi no hay casi nadie. Apenas se ve a algunos empleados municipales que están limpiando y haciendo alguna remodelación. Y también ellos. Están descalzos. Diego García (33) y Viviana Ackermann (27) están haciendo tortas fritas en una olla, mientras Stéfano (8) y Lucía (1) caminan de la mano, recorriendo el lugar. Desde hace meses, esa es su vida. Duermen en el auto y cocinan donde pueden. Son una familia nómade. Es la vida que han elegido, hasta que encuentren el lugar para quedarse. Son oriundos de la histórica y pintoresca ciudad de Colonia, de Uruguay. Hace unos dos años salieron de allí, buscando un mejor destino.

“Pudimos alquilar la casa donde vivíamos y en ese momento el dinero rendía tres veces más en Argentina. Eso nos permitía pensar en ahorrar e invertir en algo nuevo”, cuenta Diego, que a poco de llegar comenzó a aprender el oficio de cerrajero con unos parientes. Después se independizó y armó su propia cerrajería en el barrio porteño de Flores. Pero la cruel Buenos Aires se cobró el atrevimiento. Un día los desva+lijaron. Volvieron a empezar de cero y pusieron otro negocio en San Cristóbal, pero esta vez la zona era mala y no ingresaban clientes.

Las dificultades económicas, sumadas a alguna actitud discriminatoria (“a Stéfano lo trataban muy mal los compañeros”), hicieron que decidieran comenzar a viajar por el país buscando ese sitio soñado.Para complementar sus ingresos decidieron vender ropa de trabajo mientras recorrían la Mesopotamia, pero esta estrategia no dio el resultado esperado.

Entonces, se dedicaron a una curiosa actividad: buscar piedras raras, de formas o colores curiosos, algunas semipreciosas. “Una vez encontramos unas pepitas de oro. Las vendimos por $1.500 y para nosotros fue una fiesta”.

Diego y Viviana se complementan para contar su historia. Dicen: “En Entre Ríos hay una onda pesada. Pasamos dos veces por ahí y fue algo muy raro. Lo sentimos muy fuerte”. Cuentan: “En Misiones es increíble las condiciones de extrema pobreza en la que viven muchas comunidades, especialmente de pueblos originarios”, pero aclaran: “La selva es un lugar cautivante, que te atrapa, que parece no querer dejarte partir”.

Después de la Mesopotamia vino la Costa Atlántica. La familia estaba en un camping de Villa Gesell la tarde del pasado 9 de enero. “De pronto se vino una tormenta, vimos una luz y escuchamos una explosión muy fuerte. Fue un rayo y yo le dije a Viviana: ‘eso mató a alguien’”.

No se equivocaba. Murieron cuatro personas en un balneario cercano.

Después se dirigieron al centro del país, pasaron por Córdoba y finalmente llegaron a Mendoza. En todo el viaje han pasado buenas y malas. Les han robado varias veces, incluso aquí, en un camping de Guaymallén. Por eso están descalzos. Les vaciaron la carpa cuando habían salido a dar un breve recorrido por la zona.

Sin embargo, dicen que “Mendoza es el mejor lugar en donde hemos estado. La gente es lo mejor de todo. Nos tratan muy bien, es muy conversadora y solidaria”. Y además dicen que “hay muy buena energía”. Diego cuenta que cierto día, cuando bajaban de Villavicencio, “miramos hacia abajo y vimos que toda la región tenía un color azulado verdoso intenso, y eso nos dio la sensación de tranquilidad y a la vez de fuerza”.

Desde hace unos días están por San Martín. Ofrecen sus piedras curiosas en el Paseo de la Patria. Muchos vecinos ya los reconocen y conversan largamente con ellos. Será que ya los han aceptado. Ellos dicen que quieren quedarse. Quizás ya llegaron.