Andrea tiene sobre el mostrador de una librería del centro cuatro de los seis libros que le pidieron a su hija, Martina (13), para empezar el primer año del secundario. La adolescente hojea una de las novelas que tendrá que leer en Literatura, mientras su mamá paga la cuenta: sólo en esos ejemplares gastó unos $1.500 y le faltan dos más.
Tiene otra hija, Abril, en quinto año del secundario y ninguno de los libros de estudio que usó le sirvieron a su hermana menor y tampoco pudo venderlos como usados para recuperar algo de dinero porque, por ser considerados "viejos", no se los compran, dado que ahora no se revenden.
"Tuve que renovar todo y no me sirvió ninguno de mi hija más grande y tampoco los pude vender. He comprado el libro de Lengua, de Literatura, de Inglés y una novela y llevo más de $1.500. Todos los años es lo mismo. Si me demoro y no compro en la primera semana de clases, ya hay que encargarlos y que vengan de Buenos Aires porque en la provincia no hay stock. Fotocopiarlos no es una opción tampoco, porque al pedirlos para que los copien, los abren y los rompen y uno termina comprando dos libros: el propio y el que tiene que devolver", comenta Andrea Martínez, de Luján.
Chau al de segunda mano
En la librería de la esquina de San Juan y Garibaldi, de Mendoza, su dueño, Iván Miszei, confirma desde el otro lado del mostrador, lo que Andrea vive como clienta. "El libro usado prácticamente desapareció, las editoriales cambian los ejemplares cada dos años y los promocionan. Pobres padres: de un año al otro los libros ya no les sirven", dice Iván y afirma que el aumento de los textos ha sido del 30% aproximadamente.
Daiana, vendedora de una librería de calle Garibaldi a metros de San Juan, dice que ellos sí continúan con la venta de los usados, pero no en la misma medida que en otros años.
"Los libros cambian todos los años, es una locura lo que hacen las editoriales y los maestros se adaptan. No hay consideración, sólo un manual cuesta $350", afirma Domingo Lara Puebla, propietario de una librería sobre calle San Juan.
El comerciante tiene en la entrada de su librería un cartel que reza "oferta de libros de inglés".
Consiguió traer desde Buenos Aires un cargamento de ejemplares que se habían humedecido y que tienen las hojas apenas dobladas por el efecto del agua, pero que se leen perfectamente y por eso, los vende a mitad de precio.
"El texto escolar usado que se vende ha bajado casi a la mitad", recalcó.
Sin stock
Otro de los inconvenientes con los se encuentran los padres cuando quieren ir a comprar los libros para sus hijos es que frente a la alta demanda el stock se termina pronto. "Las editoriales no editan tanto y cuando un título es bueno, se agota rápido y entra en reimpresión en pleno marzo", explica Iván Miszei.
"El stock nunca cubre las necesidades de la primaria, es uno de los problemas de la Dirección General de Escuelas al pedir libros, no es razonable. La gente de departamentos del Valle de Uco o del Sur tiene que venir hasta la Ciudad para conseguir los materiales porque no se llega con los libros hasta allá, entonces pasa que hace el viaje y como faltan materiales se encuentra con que viene e igual no consiguen", explica Lara Puebla.
Dado que el gasto que tienen los padres para poder mandar a sus chicos con todos los libros es oneroso y se suma a otros, como las cuotas, los útiles y los uniformes, el medio de pago más usado es la tarjeta de crédito, aunque algunas librerías no venden en más de un pago. "A un sector de papás les dan el listado a fin de año, antes de que empiece el ciclo escolar y pueden ir comprando de a poco", cuenta Puebla.