Sabido es que cruzar la calle para el peatón requiere la atención necesaria para evitar ser colisionado. Hay arterias donde los vehículos desarrollan gran velocidad, ya sea por falta de semaforización o directamente porque el conductor del vehículo quiere llegar a la luz verde del semáforo como sea. En ese lapso de "pasé en amarillo y cambió justo al rojo", el transeúnte tiene que estar muy alerta. Primero porque cree que el automovilista tiene que frenar, pero como ya no se puede esperar el respeto por la norma vial, debe asegurarse -quien va a atravesar la arteria- de que el automóvil esté totalmente frenado. Eso para una persona que tiene todos los sentidos atentos.

Pero en Paraná, algunas esquinas poseen semáforos de peatón, que emiten un sonido cuando se enciende la luz de paso, y le avisa a personas ciegas o disminuidas visuales que pueden pasar al otro lado de la calle. También los niños se acostumbran a utilizar este dispositivo, que es una especie de disparador que habilita el cruce. Quienes no han entendido aún la importancia de respetar los tiempos son los automovilistas. Entonces cuando la chicharra suena, por unos segundos, la mayoría del parque automotor acelera como si tuviera bandera a cuadros en la recta final de una carrera de Turismo Carretera. Esta situación se vive a diario en un cruce tan transitado como el de avenida Ramírez y su intersección con Enrique Carbó y Deán Álvarez.

Los alumnos del colegio saben que si bien la luz dice que tienen el paso, los autos como enajenados siguen su curso. Y una persona ciega depende de su ángel guardián, buenos frenos y la reacción de quien conduce para no volar por el aire. Y por si algo faltaba -durante las copiosas obras de reasfaltado de calles- empezaron a volar las famosas punteras. Así nomás, sin demasiada difusión fueron reducidas a escombros en esquinas complicadas de la ciudad y solo la columna de alumbrado protege al que cruza del que conduce. Esas que chocaron muchísimos automovilistas pero que salvaron al peatón que se escondía detrás de ellas, ya no están. Sobreviven algunas, como la que fue colisionada el jueves en avenida Ramírez y Victoria. Y muchos podrán pensar que para lograr el respeto a los semáforos debería haber un inspector municipal las 24 horas del día; pero no todo pasa por un castigo monetario o un correctivo. Es fundamental la educación vial a conciencia, antes de otorgar el carné de conducir por ejemplo, para no lamentar muertes evitables que causan mucho dolor y son irreparables.

La licencia de conducir tendría que dejar de ser un mero trámite para convertirse en una exigencia de responsabilidad. La asociación civil Luchemos por la Vida aseguró que el 90% de los conductores no otorga la prioridad al peatón. "Los usuarios más vulnerables del tránsito se encuentran desprotegidos", señalan. Por eso la legislación argentina establece que los vehículos deben darle prioridad a los peatones que cruzan correctamente la calzada por las esquinas o sendas peatonales y con el semáforo a su favor, donde los hay. Con esto solamente se aumentaría notablemente la seguridad vial. Una vez una autoridad del colegio de la zona de Cinco Esquinas expresó: "A nosotros nos protege Dios, por eso no han ocurrido graves accidentes a la salida de la escuela".

Pero esperar milagros diarios no puede ser la solución. En otras partes del mundo el peatón siempre tiene prioridad. Cruzar no es sinónimo de tensión física y psíquica para una persona ciega, sorda, en silla de ruedas o con bastón. Se desenvuelven normalmente y no necesitan que un policía los acompañe o un ciudadano les indique que es seguro pasar. Alguna vez las cosas deberían cambiar, la conciencia social aumentar y de esa forma dejar de esperar que Dios les dé la mano a los peatones para cruzar.

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La senda peatonal carece de rampas. Foto UNO Juan Ignacio Pereira. 
La senda peatonal carece de rampas. Foto UNO Juan Ignacio Pereira. 

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