En debate esp
La política local sigue atascada. temas como el Presupuesto y el aborto revelan que todos se parecen. Que tiren para el mismo lado, entonces.

Autoayuda antes que política

Por Andrés Gabrielli

Mendoza, para entender de verdad lo que le pasa, necesita más autoayuda que política.

La política parroquiana, como decíamos una semana atrás, da vueltas sobre sí misma, se muerde la cola cual perro atontado y no atina a salir del atolladero.

Se hizo en extremo conservadora, no por vocación conservacionista, sino por falta de carácter e ideas.

Hay que buscar por vías laterales, entonces, para que aquí pase algo que revitalice la escena, que impulse a encontrar nuevos horizontes.

La autoayuda es lo más a mano y popular, intelectualmente hablando.

Mendoza, la Mendoza oficial, la Mendoza burocrática, ha dejado de mirarse al espejo. Ya no sabe quién es ni adónde va.

¿Qué hacer?

Apelemos a una discípula del maestro de moda, Sri Sri Ravi Shankar, la joven periodista Soledad Simond.

Para adentrarme en mi verdadera naturaleza, “lo primero es conocerme”, enseña Simond. Para lo cual “es clave la autobservación”.

Básico.

En las discusiones públicas de estos días hallamos un valioso material para autobservarnos y conocernos mejor como mendocinos.

Los temas del aborto y el Presupuesto nacional son algunos de ellos.

El aborto, un laberinto

Hay problemáticas que para los mandatarios locales resultan un dolor de cabeza insoportable.

Hasta tal punto son incómodas, que ellos terminan fugándose por la tangente, incapaces de dar una respuesta política clara y firme, que le marque un rumbo a la sociedad.

Pasa con el aborto, cuyo debate divide fuertemente las aguas entre los mendocinos, trascendiendo las banderías políticas. Termina siendo una cuestión de conciencia personal y no de postura partidaria.

El tema está hoy en la Legislatura y ha reabierto viejas heridas. La cuestión en consideración es si adherir o no a la Guía Técnica de Asistencia Integral de Aborto No Punible, de carácter nacional.

El proyecto de ley, favorable a la iniciativa, ya cuenta con media sanción de Diputados.

Más allá de las consideraciones técnicas y los protocolos que ya se aplican en la provincia, lo cierto es que el debate mismo ha paralizado al gobernador Francisco Pérez, como ya ocurriera con sus antecesores.

Cobos, Jaque, Pérez: una línea

Hoy, como ayer, las convicciones íntimas, las presiones familiares, dejan en segundo plano a la política.

Le pasó a Julio Cobos, un devoto cultor de la Rosa Mística junto a su esposa Cristina. En un emblemático caso de violación, su postura individual fue muy tibia y reticente frente al aborto no punible. El proceso finalmente avanzó según las normas vigentes, no debido a su impulso, sino merced a la voluntad de su entonces ministro de Salud, Armando Calletti, y del ministro nacional, Ginés González García.

El gobierno siguiente fue de un carácter más abiertamente confesional, por la impronta tanto del gobernador Celso Jaque como del vice Cristian Racconto, quien organizaba rondas de plegarias en el recinto legislativo. Los programas anticonceptivos y la educación sexual fueron prácticamente desalentados durante ese lapso.

Francisco Pérez no luce tan devoto como Cobos y Jaque. De hecho, no está casado como manda la ortodoxia. Sin embargo, es un vehemente antiabortista. Explicitó su postura durante la campaña electoral que lo llevó a la gobernación.

Y hoy, si bien evita pronunciarse de manera concluyente sobre la discusión en la Legislatura, ha escuchado en silencio la posición negativa de su ministro de Salud, Carlos Díaz Russo, inclinado a consultar a la Iglesia en esta instancia.

¿El silencio otorga?

“No hay manera de saber quiénes somos si no hay silencio”, indica Simond.

¿Quiénes somos?

El Gobierno tiene encuestas que muestran a una sociedad dividida por mitades en esto.

Tan dividida como están los políticos.

Los gobernadores, en resumen, interpretan la idiosincrasia de su pueblo por instinto.

Una responsabilidad colectiva

Otra controversia que puede ayudar a sincerarnos, más allá de las peripecias coyunturales, es la que se libra hoy en torno al Presupuesto nacional.

Los radicales mendocinos dicen que, otra vez, la Nación postergó a la Provincia en materia de obras y servicios. Piden un debate público con el PJ, al que acusan de ser débil frente a la administración central.

El gobierno de Paco Pérez contesta que figuran en el proyecto las obras que tenían que estar y que, además, el año próximo será todavía mejor.

Es un atolladero. Insalvable.

Por si cabía alguna duda, las aciagas entrevistas de la Presidenta en dos universidades norteamericanas terminaron de poner en blanco sobre negro ciertos aspectos.

No hay cepo cambiario. No hay inflación importante. No hay mentira en los números del INDEC. No hay intolerancia respecto del que piensa distinto. No hay ninguna falta de diálogo con los periodistas del país.

Todo eso sostuvo la Presidenta en uno de los ámbitos académicos más serios y respetados del mundo.

¿Qué significa, en suma?

Que no hay marcha atrás. Que no hay margen de negociación y de disidencia. Que el juicio presidencial es inflexible.

Los radicales mendocinos lo saben.

Ellos, antes que Jaque y que Pérez, se pusieron por completo al servicio de Kirchner, primero, y de Cristina, después. Abrieron el camino.

Los demócratas también han sido parte del proceso, integrando el gobierno de Jaque.

Más aún, muchos de los superpoderes que hoy se utilizan para retacear los recursos a las provincias fueron diseñados durante un período radical. De la Rúa era presidente, Iglesias era gobernador. Cavallo era el Kicillof de aquellos tiempos.

¿Entonces?

Entonces, más allá del natural rol de oficialismo y oposición que cada uno representa, la solución final, de largo aliento, debe llegar en conjunto. El rediseño provincial debe ser una tarea mancomunada.

Porque todos tuvieron su parte de responsabilidad, su cuotaparte, en la serie que nos trajo adonde estamos hoy (ver páginas 8 y 9).

Sucedió lo mismo con los dos bancos provinciales: el fruto de un largo descenso colectivo.

“Somos víctimas de nuestro propio relato”, dice Simond. “Terminamos siendo aquello que nos contamos”.

Así sea en Harvard. O, aquí, en la Legislatura.

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