Por Lilian Correa
La autora es docente de la Asociación Argentina de Medicina Integrativa a cargo del módulo Patología del Ambiente
Un reciente comunicado de la Organización Mundial de la Salud indica que pocos riesgos afectan tanto a la salud como la contaminación del aire, por sí sola, el riesgo ambiental más grave. Es responsable de 1 de cada 8 muertes y la causa de más del 80% de la mortalidad en países con medianos y bajos ingresos.
La carga de enfermedad provocada por la contaminación es uno de los factores de riesgo más importantes para la salud pública. En las comunidades en situación de pobreza y en las poblaciones indígenas, la carga ambiental de la enfermedad se duplica porque las situaciones de inequidad son evidentes, se vulnera el derecho a la salud y a un ambiente sano. En este contexto, niños, embarazadas y jóvenes en edad reproductiva son más vulnerables.
Cada año mueren 4,3 millones de personas debido a la exposición al aire contaminado interior de las viviendas y 3,7 millones por exposición a contaminantes del aire exterior. La repercusión es mayor de lo pensado con gran impacto en las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares, además de las afecciones respiratorias (cáncer de pulmón, bronquitis, asma y otras).
Los niños están expuestos desde el momento mismo de su concepción, son afectados por la exposición de sus padres (¡y sus abuelos!), tienen tasa metabólica alta, coeficiente superficie corporal/volumen superior al del adulto y sistemas de desintoxicación inmaduros. Además, no reconocen los peligros y no pueden evitarlos, lo que los predispone a sufrir más lesiones no intencionales (accidentes). Los efectos de la exposición temprana pueden expresarse en la adultez ya que los niños tienen más tiempo de vida para expresar la enfermedad.
La pérdida de la calidad de vida, de la salud o de una vida joven provoca un profundo daño emocional y económico para la familia. Los niños no tienen voz política y tenemos la enorme e indeclinable responsabilidad de protegerlos y prevenir la exposición peligrosa a factores ambientales.
Preocupan de manera especial los efectos en la fertilidad (reproducción) y sobre el neurodesarrollo, que se expresan como problemas de conducta, en las funciones intelectuales y en el deterioro del coeficiente intelectual.
Tenemos todavía mucho que aprender sobre la exposición y forma de acción de las nanopartículas, sus efectos son aún imperceptibles. El que haya químicos en el ambiente con actividad hormonal (disruptor endocrino) o que sea tóxico para el neurodesarrollo (inteligencia y conducta) y la fertilidad (reproducción) agrega también un peso importante al definir su carácter tóxico.
La creciente evidencia sobre la carga ambiental de la enfermedad es abrumadora e indica la necesidad y urgencia de implementar acciones efectivas de intervención para proteger la salud y calidad de vida desde el sector de salud pública. La raíz ambiental de las enfermedades es causa evitable de daño, los efectos pueden ser irreversibles y los factores ambientales son modificables.
Relacionar los temas de salud con el ambiente permite comprender la relevancia de la raíz ambiental de las enfermedades, identificar las fuentes ambientales de contaminantes o exposición.