Así fue la reacción del Gobierno provincial ante los silbidos que recibió el gobernador Paco Pérez durante el partido internacional de Los Pumas

Inesperada pero bienvenida

Por UNO

Por Manuel de Paz

Es para celebrar cierto retorno a la mejor mendocinidad. Nos referimos a algo que exhibió el lunes pasado el Gobierno provincial.

Aún no sabemos si fue un fogonazo o algo que se repetirá. Pero sirvió para que se diluyera un debate que amenazaba con dejar roncha.

Hablamos de la inesperada reacción oficial luego de los silbidos que, de manera estentórea, había recibido el gobernador Francisco Pérez en el partido internacional de Los Pumas contra los Springboks de Sudáfrica, en el estadio provincial.

¿Será cierto?

La rechifla había sido dura, masiva. En la Casa de Gobierno la sintieron como una puñalada.

Pero, increíblemente, después de tantos años de enojo jaquista y de tantas formas altivas con patente K instaladas en el Barrio Cívico mendocino, la administración de Francisco Pérez iluminó una autocrítica sensata, concreta, llena de sentido común.

Y, claro, de una bienvenida habilidad política, esa que en materia de comunicación viene faltando desde hace varias administraciones en nuestra provincia.

El runrún

Entre el sábado a la tarde y el domingo pasados, medio mundo había hablado de esos silbidos, que se sintieron claritos en la tele. Aquí y en África.

Y, como era de cajón, los mendocinos los compararon con los que en su momento recibieron algunos gobernadores, en especial con los chiflidos que coronaban cada entrada de Celso Jaque al anfiteatro, y que se hacían sentir por más que el malargüino se llevase un ejército de aplaudidores con la peregrina idea de tapar la rechifla.

¿Es cierto lo que escucho?

El lunes con excelente sentido del tiempo político, el ministro de Gobierno, Félix González, salió a decir exactamente lo que había que reconocer.

O dicho de otro modo: lo que había que hacer para diluir un debate que si el Gobierno hubiera intentado tapar o ignorar, hubiera generado lo contrario: que durante meses se hablase de este asunto.

González dixit

Traducido, el ministro lo expresó así: “Nos equivocamos. Fue un error de concepción del equipo de gobierno intentar darle protagonismo a Pérez en ese ámbito deportivo”.

Y siguió, de esta manera contundente: “El gobernador no era la estrella de la jornada por más que nuestro mandatario haya tenido una participación esencial en la concreción de esa jornada deportiva que terminó dejando tan buena plata y que sirvió para promocionar a la provincia en el extranjero”.

Mirando las estrellas

Félix González expresó más: “Hay que entender que cuando se presenta un encuentro deportivo para multitudes, la estrella es el deporte, es decir, el rugby, el fútbol o lo que sea”.

“En esos casos –admitió González– el público no va a ver al gobernador de turno, va a ver a las estrellas deportivas. Esto es un buen momento que no se tiene que mezclar con la política ni con la exaltación de una figura de ese sector”.

Pero, como si ya no fuera bastante sorpresivo todo lo dicho, el ministro político de Pérez rescató el derecho de los ciudadanos a expresarse. Y la obligación de las autoridades de saber interpretar la voz de los ciudadanos. Es decir, instrucción cívica básica.

Preguntontas

Hasta ahí la impensada y hábil reacción del Gobierno.

¿Y? Como todos habrán visto, al otro día el tema de los silbidos había empezado a diluirse.

¿Perdió autoridad el Poder Ejecutivo por reconocer con rapidez y altura el error? Claro que no. Por el contrario, la ganó.

¿El ciudadano mendocino sabe reconocer al que pide disculpas? Claro que sí.

Pero además, cuando no está seguro que las disculpas sean sinceras (como sucedió cuando Celso Jaque pidió perdón por haber mentido con ciertas promesas de campaña), el contribuyente, generoso, no duda en eximirlo otorgándole el beneficio de la duda.

¿Lo qué?

Cuando al comienzo de esta columna hablé de mendocinidad, lo hice a propósito para tentar en la lectura a los que creen que “eso” (los particulares caracteres que hacen a cierta idiosincrasia extendida en esta provincia) es sólo una pedorrada conservadora y mentirosa.

La mendocinidad que yo rescato es la que defiende la cultura del trabajo; la que mezcla con inteligencia y frescura lo mejor del progresismo con lo mejor de las tradiciones; la que rescata -como el valor agregado que crea riqueza en la economía- las cosas que nos diferencian de otras zonas del país; la que es consciente de que si hay pobreza no hay avance; la que rechaza el caudillismo y las re-reelecciones; la que sigue pensando que sin educación jerarquizada y de calidad no hay posibilidades de instaurar nuevamente la igualdad de oportunidades; y, en fin, la mendocinidad que cree que la relación entre esta provincia y la Nación debe recobrar una independencia federalista hoy casi inexistente.

A las pruebas me remito

Una de las grandes falencias políticas de radicales, vía Cobos, y de peronistas, con Jaque y Pérez, ha sido en estos últimos años la de haberse entregado en cuerpo y alma a la Casa Rosada.

Cobos logró escapar a tiempo de su error. Fue como una mujer golpeada que se hartó del maltrato. Pero le quedaron muchas quemaduras que aún está lamiendo.

Jaque se mofó de la verdad cuando en la campaña electoral de 2007 gritó a los cuatro vientos: “A Cristina siempre le voy a decir: ¡Primero Mendoza!”.

En la cruda realidad la frase se trastocó en: “¡A Mendoza siempre le voy a decir: Primero Cristina!”.

Unos, otros

En 1983 el gobernador Santiago Felipe LLaver y el presidente Raúl Alfonsín eran del mismísimo palo ideológico: la renovación de centroizquierda del centenario radicalismo.

Pero nunca lo vimos al “viejo LLaver” lamiendo las botas de ningún personajón del gobierno nacional.

Es más, Llaver no se privó de enfrentar al propio Alfonsín cuando hizo aquella “toma” de Los Nihuiles tendiente a forzar que la Nación le entregara esas centrales hidroeléctricas a Mendoza.

En resumen: me gustó cómo Pérez enfrentó los silbidos. Y me acordé de aquel maravilloso verso que buriló Borges: “siempre el coraje es mejor”.