“Porque los periódicos me han dado, desde pequeño, toda la información sobre el estado del mundo y de la sociedad en la que vivía. Y porque algunos de estos periódicos han conformado mi espíritu crítico (…)”.
“Porque quiero cambiar el mundo. Cambiar el mundo no es algo que se pueda decidir. Pero sí se puede cambiar el estado de ánimo de los que viven en este mundo. Un día, si las circunstancias lo permiten, ellos contribuirán al verdadero cambio (…)”.
“Porque la información ha muerto. Se ha vuelto inaudible, invisible… si no es animada por las palabras, por una lengua, por un estilo, por un pensamiento. Un periódico tiene que ser un acontecimiento —en el sentido radical de la palabra— en la vida de cada uno. Tiene que remover. Tiene que inquietar. Tiene que emocionar. Tiene que transmitir energía vital cada día. Y, como una droga beneficiosa, crear adicción (…)”.
“Porque un periódico debe ser hecho como una obra de arte. Como una escultura, como una novela (…)”.
Niño rebelde, Butel pasó dos años —entre los 12 y los 14— en un centro psicopedagógico y a su salida nunca más regresó a casa. Leyó todo: de Borges a Lowry, de Salinger a Víctor Hugo. De Shakespeare tomó prestado su apodo: Elseneur, el castillo donde Hamlet se hace pasar por loco. Ingresó en la Unión de Estudiantes Comunistas. Y acabó literalmente en prisión tras organizar una colecta desenfrenada… ¡para crear un periódico! Su sed de papel prensa no siempre podía ser contenida dentro de los límites de la legalidad.
Imposible es el nombre de un diario que acaba de aparecer en Francia.
Imposible es el nombre de un diario mensual con formato de libro de bolsillo.
Imposible es el nombre de la última aventura de Michel Butel, que jamás tuvo suerte con los diarios.
Imposible es el nombre de l’autre journal.
Imposible es el nombre de un amor.
Michel Butel, un romántico del periodismo.
*Este artículo fue editado del original, publicado en el blog erreacomunicación.com