Para que haya “carmonismo”, al actual secretario de Ambiente de Celso Jaque le falta todavía andar un buen trecho. Y le falta, sobre todo, que los mendocinos referencien ese sector como un movimiento con ideas propias, movilizadoras. Y, de manera particular, que ese “ismo” se pueda sustentar en una figura con peso propio dentro y fuera del PJ.
Paco y Peti
Es, por caso, como si a los comunicadores de otro de los anotados para precandidato a gobernador por el pejotismo, el ministro de Infraestructura, Francisco Paco Pérez, se les ocurriera que por arte de magia ha nacido el “paquismo” e intentaran instaurar esa idea.
Ya sé. No faltará el ”carmonista” que me advierta de que Carmona tiene muchos más blasones para exhibir que Paco Pérez, entre ellos el de haberle peleado una interna a Celso Jaque para dirimir el candidato que enfrentó a César Biffi en 2007.
Pero sigamos con los ejemplos. Es como si a otro de los ministros de Jaque que se anotó en esta carrera, el diminuto pero avispado Raúl Mercau, se le ocurriera hacernos creer que ha brotado de las entrañas peronistas algo que podría llamarse el “petisismo”.
Mercau es un técnico probado y uno de los escasos funcionarios de Jaque con habilidades para comunicar, pero de allí a instalarse como opción para ser gobernador hay, creo, un trecho desmedido. Mercau nunca fue intendente no fue legislador ni concejal. Y su exigua fama se la debe más a su pasado como comentarista económico en los medios que a su paso como ministro de la Producción.
Deseos por 2 pesos
Ni siquiera a otros precandidatos al sillón de San Martín con más historial peronista, como el intendente lasherino Rubén Miranda o el diputado nacional Omar Félix, se les ha ocurrido, hasta ahora, hablar de mirandismo o de felixismo.
Pero, ojo, los Carmona, los Pérez, los Mercau, los Cazabán, los Picco o los Sancho o quien sea, están en todo su derecho a trabajar por la cosa pública desde el atalaya que elijan y con los ismos que quieran. El tema es llegar a contar con el favor popular ya no sólo de los afiliados al justicialismo, sino de los independientes, que son quienes definen cualquier elección.
Nadie arriba a algún cargo electivo gracias a los que grafitearon y repartieron panfletos. Esa militancia es necesaria y muchas veces es parte importante para ayudar a conocer a un candidato. Pero esa gente, la militancia de brocha gorda y cargo estatal fácil que tanto se exalta hoy, no define una elección.
Quién pone los votos
Si Cristina gana en octubre, no va a ser por los votos que puedan sumar La Cámpora ni los impresentables Moyano de la CGT. Esos sólo restan.
Va a ser por la racionalidad y la templanza que la viuda de Néstor Kirchner pueda poner a su discurso y a su plataforma.
Cristina ganó en 2007 no sólo por el viento de cola que le dejó su marido, sino porque ella se comprometió a jerarquizar las instituciones republicanas y porque ofreció un proyecto transversal, con Julio Cobos como acompañante, que luego ni ella ni su marido respetaron.
Le pertenezco, madame
Volvamos entonces a Mendoza y a su justicialismo, sobre todo para decir que un flaco favor le están haciendo a ese partido los postulantes que creen que aquí van a ganar puntos si se venden como el más obsecuente de Cristina.
Regodearse con esas frases parece enfatizar un desconocimiento acerca de cómo piensan los mendocinos. Ninguno de estos postulantes se va a convertir en un “ismo” dentro del PJ si insiste en rendir esa acrítica pleitesía a Cristina.
Los que fueron “ismo”
En Mendoza, los gobernadores justicialistas que llegaron a forjar un “ismo” dentro del justicialismo fueron los que tuvieron vida propia y que no dependieron en forma decadente de la dádiva de la Rosada.
El más importante de ellos, sin duda, fue José Octavio Bordón, quien no sólo sedujo al electorado para su única gestión (1987/1991), sino que fijó los cimientos (el bordonismo) para otros dos triunfos consecutivos del PJ, el de Rodolfo Gabrielli en 1991 y el de Arturo Lafalla en 1995.
Por eso, esto de creer que ha nacido el carmonismo como por arte de magia es tan irreal como lo son muchas de estas postulaciones a gobernador que hoy embriagan al justicialismo.
La hilacha escondida
Muchas de estas precandidaturas no tienen otro objetivo que marcar presencia para luego ir a reclamar otros puestos y no quedarse en la estacada.
Si no puedo postularme a gobernador, entonces quedo en primera línea para intendente o, aunque más no sea, para concejal o asesor. La teta del Estado, la teta del poder, tiene una atracción afrodisíaca.
Esto de “banderearse” con un objetivo que no tiene ninguna posibilidad de mutar en realidad es también una forma de bastardear el cargo al que se postula.
Testimonio, ¿de qué?
Dicha onda de postularse a destajo es un remedo, a escala, claro, de aquellas candidaturas testimoniales que inventó Néstor Kirchner y que sólo intentaban juntar votos, pero que no significaban el compromiso de asumir el cargo. Una de las perversidades más notables de la política argentina.
Artimaña despreciable a la que se prendieron no sólo políticos aventureros, sino gente respetable o que presumía de tal, como la actriz y cantante Nacha Guevara, quien en la vejez devino de artista esclarecida a una chanta con todas las letras.
Shakespeare ya nos advirtió a través del príncipe Hamlet de algo muy peligroso.
Dicho personaje cuestiona en un momento de la obra las barbaridades que suelen nacer de “la insolencia del cargo”, es decir esas acciones temerarias que cuando se está en el poder (o cuando se quiere acceder a él a toda costa) se es capaz de cometer con toda “naturalidad”.