Trabajamos de pensar, elaborar y procesar noticias para que la gente sepa cosas y las use en su andar cotidiano. Que sepa cosas trascendentales y otras que, bueno, también creemos que tiene que saberlas. Desde los comienzos del periodismo somos ese nexo entre la realidad -o lo que interpretamos de ella- y los sentidos informativos de las personas.

Las que prefieren vernos en movimiento, las que optan por escucharnos y también las que disfrutan al leernos. Y por supuesto las que eligen todo eso junto. Pero siempre con una condición innegociable: que seamos creíbles y cercanos, que no derrapemos, que no los traicionemos sobre la marcha, que digamos la verdad por más incómoda que sea. Y eso nos hace útiles.

En tiempos de avance fenomenal de la inteligencia artificial, de redes sociales por doquier, de las multiplataformas, de la proliferación de "periodistas" que comparten cualquier cosa desde cualquier lugar y en cualquier momento, de los deliberados ataques presidenciales y las crisis en los medios tradicionales de comunicación, los periodistas seguimos yendo a las redacciones como antes, como siempre, aunque con reglas de juego que van cambiando a la velocidad de la luz. Tanto a nivel cultural como tecnológico. Y eso nos interpela.

Claro, ya no alcanzaba con las voces de la radio. Un día nos quisieron ver las caras y llegó el streaming, creo que para quedarse. Y está muy bien. No alcanzaba con ser informativos y duros en televisión; un día nos quisieron ver más humanos, empáticos y así nacieron los noticieros descontracturados que consumimos hoy (sobre todo los +40). No alcanzaba con imprimir las noticias, había que trasladarlas a los celulares, y así fue y lo será hasta que una nueva manera de trabajar obligue a mutar otra vez.

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La multiplataforma, parte del día a día del nuevo periodismo. Imagen ilustrativa.

La multiplataforma, parte del día a día del nuevo periodismo. Imagen ilustrativa.

Adaptarse a las nuevas tecnologías -que surgen por la simple razón de que las generaciones ascendentes las requieren, no por deformación- es la materia a rendir mes a mes por los periodistas del mundo. Los de ahora y los de antes. Y no traicionar a quienes nos buscan sigue siendo lo principal, lo clave, lo fundamental. Nunca dejar de tener en cuenta que el 90% de quienes componen esta sociedad son laburantes y ciudadanos de a pie. Y que son ellos los principales consumidores de lo que hacemos a diario.

Audiencias actuales que exigen el modelo SEO de las noticias y su contenido de servicios y entretenimiento porque los resultados de la multiplicidad de métricas así lo demuestran. No hay con qué darle. Y un círculo rojo muy pequeño, aunque influyente, exige las otras noticias, las “aburridas”, las del día a día, y a eso tampoco podemos escaparle. Y está bueno que sea noticia para alguien.

Pienso que están buenas las zonas de confort, aunque tengan “mala prensa”. Si un lugar, relación o actividad son confortables, ¿por qué cambiar? El problema surge cuando esa comodidad se vuelve nociva, arcaica y hasta peligrosa.

El punto es que, si queremos continuar contándole cosas a la gente tenemos que seguir siendo útiles y entender que esa utilidad puede incluir un abanico muy amplio, afortunadamente. Desde un micrófono de radio, desde una cámara de TV o a través de la computadora de un diario digital, tenemos que adaptarnos a los caprichos de la IA, a la proliferación de canales virtuales que transmiten información y, por sobre todas las cosas, a entender que la grandísima mayoría nos elige a través de un smartphone.

Mientras seamos útiles para la gente (servicio, compañía, reflexión) seguiremos existiendo en todas las plataformas, por más que cambien tanto los reglamentos, siempre en movimiento. Porque la realidad es la única verdad: lo permanente es el cambio, así en el periodismo como en la vida.