El estudio conecta eventos naturales de escala global con el colapso histórico, basándose en el descubrimiento de rocas groenlandesas en Islandia, transportadas por icebergs durante ese episodio climático. La datación sugiere que este transporte de icebergs se produjo en torno al siglo VII, coincidiendo con un evento climático que consistió en un fenómeno de intensa actividad de icebergs en el Atlántico Norte relacionado directamente con el enfriamiento global de aquella época.
El cambio climático extremo fue un golpe silencioso pero devastador para el Imperio Romano. A medida que el clima benigno que alguna vez los favoreció se tornó hostil, las cosechas fallaron, las hambrunas se hicieron recurrentes y las enfermedades se propagaron.
Este escenario no solo debilitó a Roma desde dentro, sino que también desató migraciones masivas de pueblos en busca de tierras fértiles, sumando presión a unas fronteras ya frágiles. En este contexto, los cimientos del imperio, desgastados por conflictos internos, no pudieron soportar el peso de un entorno cada vez más adverso.