Familia del Antiguo Egipto
Nuevas investigaciones revelan que la estructura familiar egipcia era más parecida a un clan que a una familia moderna. Aquí el hijo mayor tenia el poder. Foto: Canva
Según los textos descifrados, el primogénito era quien permanecía en la casa familiar incluso después del matrimonio, a diferencia de sus hermanos menores, que solían establecer nuevos hogares y prácticamente tomar control de su propio futuro. Esta posición privilegiada no solo implicaba residir en la vivienda ancestral, sino también asumir el control económico y social de la familia extendida.
Los contratos matrimoniales y testamentos encontrados en tumbas y archivos administrativos indican que el hijo mayor tenía la responsabilidad de cuidar a sus padres ancianos, gestionar las tierras familiares y tomar decisiones sobre el destino de las propiedades y bienes acumulados. Incluso se le otorgaba autoridad para intervenir en los asuntos matrimoniales de sus hermanas o hermanos menores.
El papel de la mujer, revaluado bajo esta estructura
Estos hallazgos también invitan a repensar el rol de la mujer en el Antiguo Egipto. Aunque las egipcias tenían derechos legales poco comunes que en otras culturas contemporáneas, como la de Grecia, no había, estas podían poseer propiedades o iniciar divorcios, en la práctica sus decisiones estaban muchas veces supeditadas al consentimiento del hijo mayor de la familia.
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Aunque las mujeres podían heredar bienes, el control del hogar recaía principalmente en los hombres, si o si primogénitos. Foto: Canva
Así, las mujeres quedaban relegadas a un segundo plano en cuanto a la toma de decisiones importantes, consolidando la imagen de una sociedad profundamente jerarquizada donde el control se transmitía por línea masculina.
Este modelo familiar contrasta con las nociones actuales de igualdad y distribución equitativa de la herencia. Este tipo de organización familiar evidencia una clara concentración de poder, donde solo un miembro masculino del núcleo familiar tenía la última palabra, independientemente de la edad o capacidad de los demás integrantes.
Además, implicaba que en aquella época, solía ser el hijo mayor contra todos los demás hijos, no hijos contra hijas. Esto reducía la posibilidad de que se desarrollara un sentimiento antifemenino como podría pensarse actualmente.
Incluso se podía elegir a las hijas para continuar la línea familiar. Si no había un hijo mayor, las familias solían preferir esta opción a designar a un sobrino como heredero, por ejemplo.