La segunda fase, denominada amor romántico, puede extenderse de uno a tres años. En este período, el cerebro activa el llamado "circuito del amor", donde la feniletilamina toma el control, produciendo dopamina y provocando que la atención se centre exclusivamente en la persona amada. Es en esta etapa donde muchas relaciones enfrentan su primera crisis seria, lo que explica por qué numerosos matrimonios terminan entre el tercer y cuarto año.
El amor maduro: cuando la química se estabiliza
La tercera y última etapa, considerada por los expertos como la más relevante, puede prolongarse hasta una década. Durante el amor maduro, la oxitocina y la vasopresina toman el protagonismo, generando sensaciones de calma y tranquilidad. Las parejas desarrollan una mayor empatía y conexión emocional, caracterizada por la seguridad, el apoyo mutuo y la confianza.
Sin embargo, este período también presenta sus desafíos. La rutina puede interpretarse erróneamente como monotonía, llevando a un enfriamiento de los sentimientos. Los especialistas sugieren que algunas parejas exitosas optan por "reiniciar" su ciclo en esta etapa, buscando renovar la relación sin perder la madurez emocional alcanzada.
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En la psicología enfatizan que comprender estas etapas y sus procesos químicos puede ayudar a las parejas a navegar mejor los diferentes momentos de su relación.
La antropóloga Helen Fisher, referente en el estudio del amor, señala que la monogamia predominante en los seres humanos tiene su explicación en estos procesos cerebrales. Durante la transición entre etapas, ciertas áreas del cerebro se desactivan mientras otras se activan, creando la necesidad de establecer un vínculo exclusivo con una persona.