Después de la muerte de Albert Einstein en 1955, ocurrió un hecho insólito: su cerebro fue removido sin el permiso formal de su familia. El responsable fue el patólogo Thomas Stoltz Harvey, quien realizó la autopsia en el Hospital de Princeton.

Harvey decidió conservar el cerebro de Einstein para estudiarlo, con la intención de buscar pistas que pudieran explicar la genialidad del físico. Sin embargo, nunca obtuvo la autorización oficial para quedarse con el órgano ni para realizar investigaciones iniciales.

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Así fue cómo robaron el cerebro de Albert Einstein

El robo del cerebro no se hizo público hasta años después, cuando varios medios comenzaron a indagar sobre el destino del cerebro del científico. Harvey dividió el cerebro de Albert Einstein en aproximadamente 240 fragmentos, que mantuvo guardados en frascos y en formol durante décadas.

A lo largo del tiempo, partes del cerebro fueron enviadas a distintos científicos para su análisis, en busca de diferencias anatómicas que pudieran justificar la inteligencia excepcional de Einstein. Algunos estudios encontraron ciertas particularidades, como un número inusual de células gliales, aunque las conclusiones no son definitivas.

Albert Einstein predijo hace un siglo en su Teoría de la Relatividad General lo que se constató de manera directa el pasado 14 de septiembre.

Albert Einstein, el genio con un cerebro particular

En menos de un día, el cadáver de Einstein fue incinerado en una ceremonia privada a la que asistieron sus familiares y amigos más allegados. Las cenizas del científico fueron arrojadas en las aguas del río Delaware, cumpliendo su expreso deseo. Pero por supuesto, no todo el cuerpo del científico fue incinerado.

Cuando el Hospital de Princeton se enteró de que el patólogo se había quedado con un órgano humano de forma irregular, lo despidió en el acto, pero Harvey. Contactó con varios neurólogos de todo el país ofreciéndoles examinar el cerebro de Einstein, pero increíblemente nadie aceptó. Todos pensaba que era falso, pero el ejercito de Estados Unidos lo contactó, temían que terminará en manos de los soviéticos pero los rechazó.

Tras publicarse la historia de Harvey en la revista Science, empezaron a llegarle solicitudes por parte de muchos investigadores para que les enviara pequeñas muestras del cerebro de Einstein (muestras que Harvey cortaba con un cuchillo de cocina que sólo usaba para ese fin). Se confirmó que el cerebro del científico tenía una proporción anormal de dos tipos de células, neuronas y células gliales.

Finalmente, fueron devueltos algunos fragmentos del cerebro a la familia de Einstein y a instituciones médicas para su preservación y estudio formal. Esta historia del “robo” del cerebro de Einstein se convirtió en una curiosidad médica y cultural que resalta el interés permanente por entender el genio humano, pero también plantea preguntas éticas sobre la conservación y el uso de restos humanos.

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