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La víctima del crimen en Estados Unidos tenía tan sólo 10 años.
La confesión por el crimen de la niña
Dos días después, la mochila de la niña, con sus lentes y otros objetos personales, fue encontrada a un puñado de kilómetros de su casa. Estaba empapada en orina, un detalle que desconcertó a los investigadores. La pista sugería que el responsable buscaba eliminar evidencia.
El 10 de octubre fue el sacudón que conmocionó a todos en Estados Unidos. En un campo abierto se encontraron bolsas plásticas negras con los restos desmembrados de Jessica Ridgeway. La autopsia confirmó que la niña había sido estrangulada y la brutalidad del crimen señaló a un agresor con un perfil psicológico perturbador.
Restaba resolver una duda: ¿quién había cometido el crimen de la niña de 10 años? La respuesta llegó del propio asesino el 23 de octubre siguiente. O en realidad de su propia madre.
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La niña y el autor del crimen en Estados Unidos.
Una mujer llamó al 911 y, sin muchos preámbulos, dijo: “Mi hijo quiere entregarse por el asesinato de Jessica Ridgeway”. Momentos después, Austin Sigg, de 17 años, tomó el teléfono y confesó el crimen: “La asesiné”.
En los interrogatorios, el joven asesino admitió que secuestró la niña mientras caminaba hacia el parque, la llevó a la casa de su madre, la estranguló y desmembró su cuerpo. Parte de los restos fueron escondidos en un espacio oculto bajo la vivienda.
Austin Sigg fue juzgado como adulto. Los fiscales argumentaron que el crimen no fue un acto impulsivo. La defensa, por su parte, intentó mitigar la sentencia alegando problemas de salud mental no tratados, incluyendo una obsesión con la muerte y comportamientos autodestructivos.
En noviembre de 2013, Austin Sigg fue condenado a cadena perpetua por el crimen de la niña sin posibilidad de libertad condicional hasta cumplir al menos 40 años.