Opinión

Sin estufa no hay paraíso: una reflexión sobre el progresismo y las redes sociales

Muchos de los que coincidimos con la idea de que nadie se salva solo, creemos que tenemos que cambiar de camino. solo con predicar no alcanza

Anoche hizo mucho frío en Mendoza. Pero desde que existe el “pronóstico extendido” ya ningún fenómeno nos sorprende. Ya sabíamos que iba a hacer un frío de partir pingüinos. Con o sin nieve, el frío iba a calar los huesos.

Esta introducción meteorológica que parece obvia, me llevó a pensar en que la verdadera derrota del progresismo son las redes sociales.

Lo que digo tiene que ver con un posteo en redes en el que participé y que me resultó un emblema del fracaso de las ideas progresistas y revolucionarias.

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A nadie le importa escuchar tus ideas, lo que quieren es tener un lugar para calentarse

A nadie le importa escuchar tus ideas, lo que quieren es tener un lugar para calentarse

Las redes sociales y la derrota del progresismo

Porque desde que existen las redes sociales, la gente que tiene este pensamiento con el que yo concuerdo, al menos desde la teoría, cree que está haciendo para contribuir con la reflexión de la mayoría, pero sin pasar de ninguna manera a la acción. Quizás yo también lo haya hecho alguna vez, pero últimamente trato de no sumarme a las lecciones de redes sociales sobre lo que tienen que hacer los que sí van a salir a la calle a colaborar con los demás.

En esta caso, todo tuvo que ver con una publicación acerca de conseguir una estufa eléctrica para una familia que no tenía cómo calentarse y se venía, justamente, esta ola polar.

El punto es que, para que nadie se pueda hacer el distraído, todos sabíamos el frío que iba a hacer. Novedoso no era. Una amiga escribió pidió si alguien podía conseguir este artefacto.

En este sentido, las redes sociales me parecen una gran herramienta y también y por qué no, para reírnos de las cosas que nos pasan, o compartir que se te quemó la comida.

Pero la solidaridad pasa por otra parte. Porque bajo todo concepto de ayuda, una gran cantidad de comentaristas colocaron “puntos suspensivos” en la publicación de la estufa. Lo voy a reiterar, porque ni yo lo puedo creer: puntos suspensivos para conseguir una estufa eléctrica.

Es decir, no estamos hablando de conseguir un tomógrafo, sino una estufa eléctrica.

El filósofo, ese ser rumiante, debe pasar a las cosas

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Ortega y Gasset, el filósofo que mejor describió este fenómeno de poner puntos suspensivos en lugar de acciones.

Ortega y Gasset, el filósofo que mejor describió este fenómeno de poner puntos suspensivos en lugar de acciones. "Argentinos, a las cosas", nos dijo allá por 1939. frase que resuena hasta hoy.

Este concepto que quiero garabatear y que espero se pueda entender, no lo inventé yo, para nada. Ya en 1939, invitado a dar una conferencia en la Municipalidad de La Plata, José Ortega y Gasset dijo una de las frases más emblemáticas que define este accionar tan particular de creer que estamos haciendo algo sin hacer nada, por el solo hecho de rumiar nuestras ideas en público.

“El filósofo es el hombre que rumia pausadamente, vacunamente. Ya ven que no me adorno mucho ante ustedes, que no muestro excesivo empeño en aventajarme ante su consideración. Con ello quiero indicar que yo no importo; que importan sólo las cosas de que vamos a hablar y sugiero que tengo una gran fe en mi prédica –paladina o solapada, pero constante, ante lo argentinos-, mi prédica que les grita: ¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias”.

Gracias don Ortega y Gasset. Nadie lo hubiera dicho mejor: argentinos, a las cosas. Es muy interesante sentarnos a reflexionar, pero si nos ocupamos en lugar de rumiar, quizás salgamos adelante sin que nos tenga que caer un meteorito para empezar de nuevo

Nadie se salva solo

Yo entiendo que el Estado debe garantizar que las personas puedan cubrir sus necesidades básicas, creo que un Estado presente, creo en que si los que tenemos herramientas para reflexionar no formamos una conciencia social, no vamos a sobrevivir, porque como dicen en la serie del momento “Nadie se salva solo”.

Pero poner puntos suspensivos a modo de respuesta cuando lo que se necesita en una estufa, me supera todas las esperanzas progresistas.

Y con la practicidad que me ha otorgado la adultez mayor, creí que lo mejor en lugar de poner puntos suspensivos era juntar dinero y comprar una estufa. De hecho, creo que si toda la gente que comentó ese posteo hubiera puesto lo que podía, en dos minutos la estufa se compraba.

De todas maneras, el problema se resolvió, pero no es el punto.

El punto es que si no nos gusta la realidad, la historia es simple: hay que cambiarla. Hacé la revolución pero poné mil pesos para la estufa.

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Nadie se salva solo. A veces la revolución es la solidaridad.

Nadie se salva solo. A veces la revolución es la solidaridad.

Quejate de lo que el gobierno hace o no hace, pero procupate por el que anoche durmió en la calle, porque quizás hoy ya no viva para contarlo.

¿Saben quién sí hizo algo en lugar de predicar? la Iglesia. Una institución a la que no pertenezco y a la que cuestiono en muchos de sus supuestos, pero que en materia de afrontar la realidad y no callarse, no son de poner puntos suspensivos. Así, salieron a recordar que "llegó el invierno", contaron lo que nadie se animó a contar, que dos personas se murieron de frío en la calle en Mendoza, y que otra está internada con neumonía bilateral. Salieron, hablaron, reclamaron y este sábado, consiguieron abrir un refugio para personas en situación de calle. Algo, un grano de arena más que si solo hubieran salido a compartir con los pobres sus creencias.

Fito Páez, de la desilusión a la reflexión

Hace unos días, leí unas reflexiones muy desilusionantes, al menos para mi, de Fito Páez, que es un músico que ha marcado mi vida. Sus letras me han acompañado, me han hecho pensar, me han hecho quizás mejor persona. Pero esta vez lo escuché y un poco tuve ganas de llorar. En resumen, un sujeto que valoro por el rock y las ideas, sale a decir a viva voz que hemos fracasado en el mundo los que pensamos que el progreso es con toda la gente adentro y que si el barco deja a tantos afuera, mejor no lo tomemos.

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Fito y sus últimas declaraciones me dejaron pensando: pasé de la desilusión a la reflexión, y no acuerdo con él, pero tampoco creo que esté del todo equivocado. El progresismo vacío ya no alcanza.

Fito y sus últimas declaraciones me dejaron pensando: pasé de la desilusión a la reflexión, y no acuerdo con él, pero tampoco creo que esté del todo equivocado. El progresismo vacío ya no alcanza.

Sin embargo, después del shock inicial, lo pensé mejor. En parte, coincido en que los que no estamos de acuerdo con que la desaparición del Estado sea el camino para salir adelante nos dormimos en los laureles. Nadie se salva solo, pero tampoco nadie se salva poniendo puntos suspensivos para conseguir una estufa eléctrica.

Yo creo en la solidaridad desde abajo. En la que no está especulando si te ayudo para que me des. Creo en que todos y todas estamos en nuestro derecho a quejarnos, pero no podemos pedir lo que no estamos dispuestos a dar.

Seamos prácticos y no tan progres. Vayamos adonde haga falta, colaboremos con lo que sea necesario y dejemos de bajar líneas por las redes, porque a nadie le importa cómo pensamos si lo que tiene es frío.

Ya no me interesa convencer a nadie

Yo creo, desde mi humilde opinión de periodista “progre” –me causa gracia esa definición porque no sé si es exactamente lo que soy, pero al menos se entiende para describir lo que no soy- que es muy grave que mientras hay gente que tiene mucho, otros no tengan un caloventor para pasar el frío. Terrible. Pero ya no me interesa convencer a mucha gente de que hay que distribuir la riqueza, me interesa convencerme a mi de irme a dormir habiendo hecho algo en concreto para que el mundo sea diferente.

Quizás la revolución comience por cambiar los puntos suspensivos por acciones concretas.

Como comprar entre todos los progres una estufa eléctrica.