Por Carina Luz Pérez
Ajeno a la nueva polémica por su cautiverio, el oso Arturo hizo caso omiso a los flashes de las cámaras. El miércoles comió y nadó como todos los días. Respondió al llamado de sus cuidadores Esteban Guerrero y Jorge Silva en el momento de ser visitado por la prensa, de igual modo que una mascota obedece a quien le da de comer.
Además de refunfuñar un par de veces mientras elegía qué comer de sus 15 kilos de alimento balanceado –lechuga, zanahorias, carne, pollo, miel y pan negro–, Arturo transmite una serenidad abrumadora. Sus 350 kilos, sus garras negras y su pelaje blanco pomposo no alcanzan para reconocerlo como un animal salvaje, principalmente por la impresionante docilidad que muestra hacia el personal del Zoológico. Esto hace pensar en qué condiciones podría integrarse a una comunidad de pares en una reserva natural.
Como Arturo, otros animales también tienen comportamientos similares. Tamy, el elefante africano macho que por su agresividad está separado de las hembras Pocha y Guillermina, responde también a su nombre y asoma la trompa para recibir, de la mano, el alimento. La tigresa Violeta, rescatada en 2009 de su “hogar” en Rivadavia, y Lucy, una “compañera”, buscan el cariño como lo hace un gato doméstico. Los osos pardos vecinos a este recinto reconocen también a los cuidadores. Charly, el chimpancé que no sabe copular, es entre tanta mansedumbre el más parecido a un ejemplar salvaje de su especie. Al menos él se resiste un poco a aplaudir para que le den una banana, aunque finalmente lo hace.
Más allá de la catarata de tuits de la supuesta cuenta oficial de la cantante norteamericana Cher contra la presidenta Cristina Fernández, acusándola de “perra”, y las reacciones de los ambientalistas de diversas organizaciones poniendo en duda el buen estado de salud del oso polar, lo cierto es que una vez más Arturo abrió para todo el mundo la realidad del Zoológico local.
Las obras de mejoramiento
Una recorrida por este paseo muestra que aún habrá que esperar unos meses para que las dos bombas de agua garanticen el abastecimiento de los recintos de los hipopótamos y de todos los animales que, como el carpincho, requieren de un lago por sus hábitos acuáticos; además de tener un reservorio para el riego y el consumo de los 2.000 animales que viven en el Zoo.
No están listos los 90 recintos especiales que la gestión del director y veterinario Gustavo Pronotto prometió refuncionalizar porque aún hay estudios arquitectónicos para agregarles elementos de ambientación, es decir tierra, arbustos y árboles. El cemento que tienen casi todas las jaulas no puede sacarse por razones de limpieza. Por ejemplo, entre los pumas es común que orinen o defequen en los reservorios de agua, por lo tanto seguirán con un piso asfaltado y pequeños agujeros donde tomar agua. Según el director del Zoo, serán reacondicionados unos 8 recintos por mes, incluido un nuevo espacio para los elefantes hembras, que por ahora salen de a ratos para no cruzarse con Tamy.
Pronotto no quiso hablar sobre la muerte de un león sucedida hace 15 días pero admitió que los fallecimientos son causados por peleas entre los animales –al golpearse se producen traumatismos–, por comida o basura que la misma gente lleva al Zoo, por tumores y en menor medida por infecciones.
De todos modos, advirtió de que el 60% de la población de animales es geronte, es decir “han sobrepasado largamente su edad promedio de vida, esto implica mayores cuidados en la alimentación, en medicación, en mantenerles el peso ideal por su estado de cautiverio y, sobre todo, cuidarlos del frío, que es lo que más sufren”.
En síntesis, los cambios parecen estar en marcha, pero también es esperable más fallecimientos por la cantidad de animales ancianos que habitan el Zoológico.
Piden la intervención de la Fiscalía de Estado
La red ambientalista Oikos, y otras organizaciones ambientalistas presentaron una denuncia ante la Fiscalía de Estado para que los funcionarios a cargo del Zoológico sean investigados, de modo tal de poder dirimir si actúan de acuerdo con la ley en el tratamiento de animales desde su nacimiento hasta su deceso.
El mayor cuestionamiento es que actualmente no se están siguiendo los protocolos necesarios para registrar debidamente lo que pasa puertas adentro con los ejemplares.
“Es poco claro lo que pasa si un animal muere o si está enfermo. Si hoy vamos y pedimos cualquier historia clínica de un animal vivo, no están. Es decir, no existe ningún organismo de control que pueda certificar que los animales están bien atendidos, sólo existe un control presupuestario”, explicó el titular de Oikos, Eduardo Sosa. Sobre la docilidad de los animales salvajes y su adaptabilidad a una comunidad de pares, Sosa detalló que está comprobado que los animales se adaptan a mejores condiciones de vida, y eventualmente tienen un período de tiempo para poder integrarse a un grupo. Según el dirigente ambientalista, los ejemplares están bien gracias a los trabajadores, no así por las autoridades.