Experiencia en pactar, en traicionar y quedar instalados. Trabajo duro en lo que respecta al político, permanentemente estresado y necesariamente “paranoico” frente al otro, opositor, aliado u opinión pública.
Que tengan experiencia en la administración pública no implica que tengan el saber específico de cierto tipo de funciones. No importa el título universitario con el que se presentan, un título habilita pero no define la función, y mucho menos cómo funcionar. El saber sobre el accionar humano no lo define una estructura sino el mismo sujeto, y es gracias a las ciencias humanas y a través de sus profesionales que se puede inferir cercanamente qué ocurre con cada uno de nosotros y con el prójimo.
De modo tal que casos como el de Luciana no sólo se repetirán, sino que además ya han existido gracias a la ignorancia del funcionario experto en política, pero pobre en el saber de sí y del otro.
Juzgar al Organismo Administrativo Local (OAL) es un sinsentido político, uno más de aquellos donde el político se jacta de cumplir con la plataforma o la ley sin entender la implicancia de esa ley que, por genérica, puede considerarse positiva, pero en la aplicación debe estar en manos de quienes saben y no de quienes son expertos en disimular políticas sociales. El OAL surge por una ley nacional que, consecuente con la adhesión de la Nación a la política de derechos humanos y en particular a los derechos del niño y del adolescente, hace que los legisladores inventen una organización para desjudicializar los casos de pobreza o los casos sociales que son producto de los defectos de las políticas de Estado. Intenta resarcir aquellos defectos brindando a través del Estado los recursos necesarios para que ese niño o adolescente encuentren en aquellos los medios que su familia o entorno por cualquier limitación no pueden.
Para semejante empresa es necesario un “ejército” de profesionales y un monto altísimo del presupuesto que lleven adelante semejante empresa. Los expertos consideran que con cierta cantidad de contrataciones, con el alquiler de ciertas localidades, con algunas computadoras y medios de transportes la estructura organizacional está montada y la ley está vigente.
Pregúntese el público con cuántos profesionales cuenta OAL, pregúntese cuánto es el salario que le ofrecen. Pregúntese a partir de qué estudio se dispuso de la cantidad de profesionales y de qué profesiones. Pregúntese sobre la base de qué problemática (que no sea el sentido común) se hizo el análisis. La problemática que abarca OAL no es sólo la violencia contra los niños, es situación de calle, es abandono, es explotación infantil, es trata, es, en fin, todo el universo que vulnera los derechos del niño y del adolescente. ¿Sobre la base de qué estudio se determinó la existencia del actual OAL así como fue instituido?
Hace tiempo que en Argentina se sabe que los trabajos con niños, sea de docente o de cualquier ciencia social, dejaron de ser un apostolado. Los profesionales son trabajadores, y lo mínimo que pueden exigir para sí es un sueldo digno. Ser un profesional responsable implica no sólo el trabajo en el campo, sino, y además, el estudio y la supervisión permanente, que implican cursos, jornadas, libros, etcétera.
La mayoría de estas actividades implican dinero, y ese dinero tiene que salir del salario digno sin que el mismo genere el contrasentido de cuidar familias ajenas sacrificando la propia. Por lo tanto, salario digno, vivienda digna, vacaciones dignas, estudio para los hijos digno. O dicho de otra manera, el profesional responsable merece vivir como usted o yo quisiéramos, y no mendigando salario para ayudar a quienes mendigan. Entonces, un profesional del OAL, digo un profesional dedicado, apenas reciba una oferta laboral mejor no dudará en cambiar su lugar de trabajo por otro más favorable, tal como lo haría usted, como lo haría yo. No apóstoles de un trabajo y sí bisoños a condición de que existan colegas en condiciones de ayudar, traspasar la experiencia para ayudar al aprendizaje.
Entonces las facultades tampoco son inocentes, formar profesionales de la salud social y humana como técnicos hace del profesional un hacedor, es decir, un profesional que permanentemente se preguntará qué hacer sin dar los elementos suficientes para conocer de qué se trata el problema. El profesional adusto sabe que no sabe diagnosticar, entonces estudia. Aquel que toma a la profesión sólo como un diploma para mostrar se dedicará al “¿qué hago?” sin importar desde dónde obtengo la razón de ese ¿qué hago?
Cuando se indica que los protocolos deberán ser revisados para que no se repitan casos como los de Luciana, se deja en claro que los expertos no tienen idea de lo que hablan. Frente a la problemática humana lo más ineficaz es tener protocolos. La problemática humana es caso por caso, es respetar la individualidad, la particular sujeción de cada sujeto por lo que ante cada problema, aún en la similitud, lo que se debe hacer es trabajar sobre la diferencia específica que ese sujeto-otro nos presente. A lo genérico se le responde con lo genérico. La gente común, usted, yo, otros, saben perfectamente qué responder ante determinadas demandas. “Haré tratamiento”, “conseguiré trabajo”, “irá a la escuela”. Justamente el profesional dedicado sabe que todo decir debe ser interpretado, pasado por la trituradora del contexto, de la historia familiar, individual, de lo económico y además de teoría propia de la profesión, y entre ellas la del lenguaje. En todo caso, los protocolos deben servir para justiciar una burocracia mínima y útil.
Si los políticos no pueden evitar ubicar en ciertos cargos a correligionarios, compañeros, camaradas, se deberá pensar en una doble jefatura: el experto y el que sabe. Pero el que sabe no es negocio para ningún gobierno que sólo se pretenda de apariencias, puesto que ese que sabe sabrá cuántos profesionales, la calidad exigida para la tarea específica del profesional, los instrumentos materiales para llevar adelante la tarea, y ello implicaría presupuestariamente un costo enorme para un gobierno que prefiere gastar dinero en “obras” en vez de obrar.