Por Gustavo De [email protected]
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Hida Isabel Núñez se ubicó en el sitial destinado a los testigos, juró decir la verdad y comenzó a relatar lo que le tocó vivir (sufrir)desde abril de 1977 y durante unos dos años más, a lo que sumó para siempre la incertidumbre de saber qué pasó con esposo y el padre de su tres hijos.
Hilda se casó con Juan Manuel Montecino, a quien recordó como un “techista que se recibió de maestro mayor de obras y que estudiaba Ingeniería. Tengo muy buenos recuerdos de él. Le gustaba la Juventud Peronista y era de ayudar mucho a la gente más necesitada”.
Vivían, en abril de 1977, en Las Heras, con un primo de Juan Manuel.Hilda contó: “Un día, Miguel (el primo) se fue a trabajar y no volvió nunca más. Mi esposo también, un día se fue a trabajar y no lo volví a ver”. Hizo una pausa y preguntó: “¿Alguien sabe qué fue de él?”.
“Algo podemos decirle”, le contestó amable el fiscal Dante Vega antes de que Hilda relatara que después de la desaparición de su esposo y del primo (Donoso Pérez), se fue con sus tres hijos a General Alvear. No entendía lo que pasaba, pero debía proteger a sus hijos.
Ella no era parte de ninguna militancia ni tampoco comprendía lo que eso significaba. Pero como para la dictadura nunca hubo razones, sino sinrazones, el 31 de diciembre de 1977, justo el día que se casaba su hermana, un grupo de tareas la secuestró a ella y ¡a los tres chicos, incluida la bebita de 2 meses! Los llevaron a la comisaría alvearense y desde allí al D2, aunque antes los dos chicos más grandes fueron entregados a sus abuelos maternos.
En el Palacio Policial, Hilda no se salvó de la picana. La sacaban del calabozo, la llevaban a la sesión de torturas y la encerraban de nuevo. Mientras ello ocurría, su niña, Rita, quedaba sola en la celda. Lo único bueno que le sucedió allí fue lo que experimentaron tantos que pasaron por esas mazmorras: la solidaridad de sus compañeros de cautiverio. Tanto gritaron y reclamaron que lograron que a la mujer le acercaran pañales primero y la sacaran del D2 después. Sus siguientes destinos fueron la Penitenciaría Provincial y Devoto. Entre medio, le hicieron un Consejo de Guerra y la absolvieron de culpa y cargo .
“Me da rabia”, dijo Hilda. Y cómo no le va a dar rabia. Cómo no le va a dar rabia haber sufrido la desaparición de su esposo peronista, su propio secuestro, las torturas, la separación de sus hijos por más de dos años, los padecimientos de su bebita Rita… Y todo sin razón, salvo la razón genocida de quienes ejercieron el terrorismo de Estado.
“¿Yo quisiera preguntar si alguien sabe algo de mi marido?”, insistió la mujer y entonces el fiscal le contó: “Sabemos que fue secuestrado el 9 de abril de 1977 junto con Manuel Gutiérrez y María Eva Fernández de Gutiérrez”.
“¿Y hoy dónde está”?, repreguntó la señora. “No lo sabemos y es lo que intentamos saber ”, fue la respuesta, a la que siguió un largo silencio en la sala de audiencias del Megajuicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en Tribunales Federales.
Quizás Hilda no se dio cuenta, pero su testimonio fue un gran aporte para tratar de determinar lo que pasó con su esposo y también para establecer quiénes fueron los responsables de lo que sucedió. Fue el testimonio número 101 desde que comenzó el debate en febrero. Fue otra aproximación a la búsqueda de la verdad.