Bernardo Razquin fue reconocido por su formación autodidacta en meteorología, arqueología, astronomía y montañismo. Personaje cuyano del siglo XX.

El meteorólogo que supo predecir sismos

Por UNO

“¿Quién te creés que sos, Razquin?”. Una expresión muy utilizada entre los años '50 y '80 en Mendoza para acallar algún comentario del estilo de: “Mirá cómo está la luna, seguro va a llover”. He aquí quien inspiró esa frase popular.

Con un toque de esoterismo, don Bernardo Razquin “leía” la naturaleza y no había quien se resistiera a sus pronósticos, resultado de múltiples asociaciones científicas, teóricas y, sobre todo, prácticas.

Meteorólogo autodidacta, arqueólogo aficionado, astrónomo amateur, montañista experimentado. Todos esos títulos esgrimió Razquin durante su vida. Si bien su educación formal concluyó en cuarto grado, el guaymallino participó en círculos científicos y académicos como la UNCuyo, que requirió sus nociones de arqueología hace uno 50 años. En las décadas del '40 y '50 Razquin descubrió araucarias fosilizadas y restos de gran valor histórico durante sus expediciones. Por sus conocimientos de campo y meteorológicos colaboró con el Ejército en decenas de rescates en alta montaña, y muchos de ellos fueron exitosos gracias a sus aportes. Rudy Parra, montañista y compañero de viajes don Bernardo en varias oportunidades, escribe en la página culturademontania.com.ar que Razquin “supo pronosticar, el 30 de mayo de 1929, el terremoto de Villa Atuel con sólo observar la luna nueva. A este hombre lo consultaban diariamente sobre el estado del tiempo desde Ushuaia a Buenos Aires. Fue famoso hasta en Estados Unidos, donde le otorgaron el reconocimiento del Jet Propulsion Institute de Pasadena.

Un personaje

Razquin era ante todo un estudioso y un observador. Era común verlo caminar muy temprano por las calles del centro rumbo a la radio, el medio de comunicación en el que más participó, además del diario y la TV.

Algunos consideraron que sus teorías eran disparatadas. Razquin observaba la conducta de los astros, los animales y la naturaleza en general, y las asociaba a cambios del tiempo. Fue además un hombre con arraigada conciencia ecológica. Solía plantar árboles en diferentes lugares de la provincia y regar las plantas en los jardines de la terminal de ómnibus. Ese lugar había pertenecido a su familia hasta que lo expropiaron para construir la estación. Su padre, oriundo de Navarra (España), tenía un tambo en ese terreno.

Anécdotas de su familia

América, su única hija, le contó a UNO que don Bernardo era “un hombre supercurioso, muy activo. Le gustaba la docencia. Tenía cataratas pero igual usaba una lupa para leer. Estudiaba todo lo que caía en sus manos. Fue para mí una enciclopedia”.

La mujer relató que su padre solía subirse de madrugada a un horno de barro que había en su casa de calle Alberdi para observar las estrellas. “Nos hablaba de las manchas solares. Observaba todo, no eran sólo las hormigas. Su sueño era hacerse un observatorio. Creo que fue único y en un momento justo, porque ahora con los satélites no andaría”, acotó.

Su sobrino Oscar Razquin –gerente técnico de AUTAM– recordó que poco antes del terremoto de Caucete (1977) su tío, con quien solía charlar a menudo, lo llamó para decirle: “Vengo viendo que hay muchos temblores menores, que la temperatura del agua está subiendo en zonas de Lavalle y tengo una agujita (que era como una brújula) que en vez de marcarme el Norte se me tuerce, se me va para el lado de la montaña... Para mí que está por venir un remezón fuerte”.

Original

Mpntañista. En 1951 y 1955 hizo cumbre en el Aconcagua, pero además participó como meteorólogo en varias expediciones del Ejército Argentino.

Observador. Su hija cuenta que solía levantarse a las 3 a observar los astros y así anticiparles el estado del tiempo a sus fieles oyentes.

Alagunas técnicas. El meteorólogo sintonizaba radios de distintas partes del país y, según como entraba la señal, sabia si había tormenta en otras provincias.

Perfil

Nació el 9 de febrero de 1906 en San José, Guaymallén.

Casado con Josefina Romano, con quien tuvo 4 hijos: América, Orlando, Ricardo y Julio César.

Falleció el 16 de marzo de 1988.

Sus restos descansaron en el Cementerio de Capital, pero en 2003 fueron trasladados al pie del Aconcagua, al Cementerio de los Andinistas en Puente del Inca. Su epitafio: “¡Pequeño gigante!, en paz entre tu montaña”.

Recuerdo

Llevan su nombre dos calles en Guaymallén, otra en Maipú, los jardines de la terminal de ómnibus de Mendoza, un barrio, una plazoleta en Dorrego y la escuela Nº1-694, ubicada en el Bº Higuerita, en San Francisco del Monte.