Son del grupo Esperanza, de Tupungato. Sus miembros, que comparten el pesar de tener algún familiar fallecido, fabrican muñecos que venden con fines benéficos. 

Costureras solidarias unidas por el dolor ya cuentan con su taller

Por UNO

Por Alejandra Adi

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Sobrellevar el pesar de que un hijo o un familiar muy cercano haya  fallecido fue lo que los motivó a fines de 2009 a reunirse para rezar y fortalecerse. Sin embargo, con el propósito de transformar ese dolor en servicio –lema del grupo–, los miembros de Esperanza, de Tupungato, descubrieron que con labores de costura podían crear originales muñecos para vender, reunir fondos y hacer donaciones. 

Hoy sus integrantes celebran haber podido construir su propio taller. En un espacio cedido por el párroco Raúl Olguín, en uno de los laterales de la iglesia Nuestra Señora del Socorro de Tupungato, levantaron el taller.  

Recibieron un subsidio que les otorgó el Ministerio de Desarrollo Social, mano de obra gratuita de la Comuna más donaciones de dinero y materiales de  familiares y particulares.

“Tenemos como puntal a María, como acompañante y quien nos protege y nos abraza. Y ellos son los que nos ayudan a seguir adelante. Por  estos ángeles transformamos nuestro dolor en servicio”, expresó María Gómez de Sosa, señalando lo que aseguran vuelve especial a este nuevo taller, que es un altar donde se luce una Virgen confeccionada en tela y un mural en donde están a la vista las fotos de sus familiares fallecidos.

“Nos juntamos para intentar reconstruir el alma y ayudar al que necesita,  aliviarnos entre nosotras, alivianar esa partida”, dijo Ana Blanco en nombre de sus compañeros.

Es que los 15 miembros del grupo Esperanza reciclan telas, lanas e insumos que la gente les hace llegar para confeccionar muñecos, diseños solicitados desde distintos puntos del país, que intercambian por dinero que usan para hacer beneficencia. Durante estos últimos años han comprado desde mercadería, ropa, remedios y anteojos recetados, hasta ladrillos para que una mamá de Costa Canal pudiera levantar una habitación donde vivir con sus hijos y consiguieron una silla de ruedas para un enfermo.

“Cuando aparecen ofertas de zapatillas aprovechamos y como compramos en cantidad hasta nos hacen mejor precio  porque ya saben adónde van”, detalló Tina de Quinteros, dando ejemplo de cómo la comunidad también colabora.

Ahora estas tupungatinas y Eduardo (el único hombre, que las acompaña con sus mates) quieren seguir colaborando. “De ahora en más es todo para la comunidad. Aparte tenemos máquinas nuevas”, cerró Rosa Galdame.

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Al trabajo. Son quince los miembros de Esperanza.
Al trabajo. Son quince los miembros de Esperanza.
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