Por Manuel de Paz
Como aquella muchacha de la publicidad de cigarrillos Virginia Slims, la mendocina Marita Perceval ha recorrido “un largo camino ya”.
La ventosa política la ha depositado ahora en Nueva York –nada menos– como embajadora argentina ante las Naciones Unidas (ONU).
“Debe estar que no cabe en sí misma”, comentó un funcionario oficialista de primer nivel que no la tiene en buena estima.
Mecida por la música
Representante cabal del peronismo de clase media, es una hija de los alterados años ‘70. Su padre fue el famoso músico y director de orquesta Julio Perceval y su madre, Alejandrina Suárez, una destacada organista. Ella se crió en un ambiente de gente informada y progre. De “gente linda”, como se le decía por entonces.
Marita, quien en realidad es María Cristina, es una señora “bien vestida” (Estela de Carlotto dixit) que ha abrazado la causa nacional y popular desde una perspectiva acorde a su historial. Cada uno tiene la marca de donde se ha formado y ella viene de Chacras de Coria.
Ella en el Senado
Profesora de Filosofía egresada de la UNCuyo y figura política estudiosa, tuvo su cargo más rutilante como senadora nacional por Mendoza entre 2001 y 2009. En el Congreso se destacó por ser una de las pocas legisladoras que todos los años daba cuenta públicamente de lo que había realizado durante el año desde su banca.
Nacida a la política de la mano de la renovación peronista de José Octavio Bordón, estuvo al frente del Instituto de la Mujer cuando gobernaba el Equipo de los Mendocinos.
Le costó abrirse paso entre la nomenklatura justicialista provincial. Aquí mucho peronista “de base” la miró con desconfianza y sorna cuando Marita esbozó su proyecto para ser gobernadora, plan que nunca tuvo éxito.
La malquerida
Como varios peronistas disidentes o de izquierda, estuvo en el Frepaso, cuando este frente progresista parecía ser la gran esperanza contra cierto pus que había desparramado el menemismo en el cuerpo social.
Con la llegada de los Kirchner a la Rosada, se metió de cabeza a trabajar con ellos, aunque su ligazón principal fue siempre con Cristina, con la que hizo muy buenas migas en el Senado.
En el conventillo político, muchas veces se dijo que Néstor no le tenía mucha simpatía a la mendocina. Tal vez sea sólo una leyenda urbana.
Jaque le ganó
Pero lo cierto es que las dos veces que “sonó” para ministra nacional (en Educación, con Néstor, y en Defensa, con Cristina) se quedó con el prêt-à-porter en el placard.
Al asociarse Néstor con Cobos, ella apoyó con pasión esa convergencia. Y cuando el radical César Biffi fue el candidato a gobernador de esa entente enfrentando al postulante peronista-peronista Celso Jaque, Marita batalló contra el malargüino, pero este al final les pasó el trapo.
A Marita no le debe haber caído nada bien cuando Cristina premió a Jaque con la Embajada argentina en Colombia. Ídem le debe haber pasado ahora a Jaque con lo de la ONU.
La luz de neón
Inteligente, cuando a Perceval le ha tocado perder vidriera, lo ha hecho con elegancia.
Como por ejemplo en este último tiempo, en que se “guardó” como subsecretaria de Desarrollo y Promoción de Derechos Humanos, dicho esto con el sentido de que ahí no tuvo el relumbrón que ella desplegó en otros cargos.
Ahora le llegó la hora de la marquesina neoyorquina en el gran teatro de la ONU.
No lo va a dejar pasar así como así. Los que la conocen dicen que para eso ha estudiado. Que para eso ha macerado temperamento. Es su esperada revancha.
Otro nombre
Aunque menos rumbosa que Marita, otra mujer de la política mendocina ha tenido esta semana un momento destacado.
Hablamos de la diputada radical Liliana Vietti, quien fue la impulsora para que Mendoza pueda tener, aunque sea mediante una ley (ya que el Poder Ejecutivo no lo quiere hacer mediante adhesión), el protocolo para los casos de embarazos no punibles.
Estos se encuentran previstos en el Código Penal desde 1921, es decir desde hace casi cien años, cuando fueron aprobados por el Congreso de la Nación.
Los abortos permitidos y que no deben recibir ningún tipo de judicialización están claramente tipificados: son los que se realizan cuando peligra la vida o la salud de la madre, cuando son fruto de una violación o cuando provienen de un ataque a una mujer demente o idiota.
Contra la Corte
Todo estos abortos no punibles fueron claramente ratificados hace poco por un fallo clarísimo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Sin embargo, el Gobierno provincial –y su Ministerio de Salud– se ha negado a adherir a la Guía Técnica Nacional, que fija los pasos para que todos sepan con absoluta claridad cómo hay que actuar en un caso de aborto no punible. Y les pasó la bola a los legisladores para que la sacaran por ley.
Tomala vos
Ningún oficialista tomó la iniciativa. Fue una radical, la diputada Liliana Vietti, la que se puso al hombro la carga y la sacó exitosa, ya que fue votada por 28 sufragios a favor y 11 en contra.
Lo que quizá muchos no recuerden es que esta radical está casada con un peronista, el ex intendente y ex legislador Rubén Montemayor.
Vietti ha llevado a la práctica –en lo personal– lo que Néstor y Cobos no pudieron concretar: una concertación partidaria.
Sabido es que en estos temas “duros” a veces los varones suelen demostrar poco coraje, habrá que ver si en el Senado, donde ahora se debe tratar la Guía para el aborto no punible, hay otra Vietti que se ponga también el peso al hombro. Hasta ahora todo indica que en esa Cámara las cosas van a ser un poco más difíciles.
Insistimos: el aborto no punible no es un invento que haya aparecido ayer. Fue legislado y aprobado hace una centuria por políticos que entendieron con visión lo que son derechos de mujeres violadas y pobres, sobre todo en una época en la que las mujeres todavía ni tenían el derecho a votar.