En el libro "Islario general de todas las islas del mundo" se puede ver una serie de notas donde la geografía y la imaginación de esos otros mundos "tornan inquietos a los mapas".

Todas las islas del mundo

Por UNO

"Desde sus orí­genes la intención de Siwa es salir a la búsqueda, no solamente de un tema, sino de un género, con qué nombre hacerse a la mar, soslayando un poco lo del viaje y trasladándolo a la literatura geográfica, que se nutre de esa retórica pero también de los procedimientos de la geografí­a como un género anacrónico", cuenta a Télam Salvador Gargiulo, editor de la publicación junto a Christian Kupchik, Héctor Roque Pitt y Esther Soto.

Una revista que, continúa Gargiulo, "tiene que ver con el siglo XIX con aquellos libros de viaje donde todaví­a el mundo era un sitio para seguir descubriendo y trazando esos mapas en blanco, incluso aquellos topónimos que ediciones anteriores no traí­an. De ahí­ que literatura, geografí­a y otros nexos hayamos tratado de combinarlos desde el lado temático en una publicación".

¿Cómo surge la fascinación por la literatura geográfica? Por un viejo grupo de amigos que comparte el placer de las geografías, esa especie de jerga de ciertos viajeros del siglo XIX y cierta literatura muy marginal, poco vigente al dí­a de hoy. Y casi en paralelo la gran fascinación por los libros ilustrados, los grabados, esas etapas previas a la fotografí­a que cumplí­an en exaltar terriblemente los paisajes y minimizar siempre la figura del hombre.

Los libros de viajes de las grandes épocas eran ilustrados y la ilustración cumplí­a una función muy especí­fica, no era simplemente decorativa. 

¿Cómo nace este islario? En el afán de resucitar viejos géneros, ya lo hicimos con un bestiario y algún lapidario, rescatar un género abolido hace muchí­simos años, creo que el último islario escrito es el de Alonso de Santa Cruz, el mayor islario en idioma español escrito en 1560, que cumplí­a en informar a viajeros acerca de las dificultades del itinerario insular.

La intención era situar en un mapa en blanco una cantidad de archipiélagos, cada uno con su propia voz y su propia dimensión y más allá de la esencia de la revista que tiene que ver con una erudición marginal, de buscar, tratar y de rubricar temas más o menos abstrusos.

Cada tema en este islario tiene sus peculiaridades... Es cierto, en particular en este número fueron convocadas voces disonantes, muchos registros que cada cual, creo, plantea en sí­ mismo la posibilidad de una isla. Y conforman este islario donde nada necesita ser contado ni demostrado.

Dice el escritor y psicoanalista Luis Gusmán, que Siwa trabaja sobre la isla que no existe, las islas en este contexto 'siwesco' son las que nunca están, las que siempre se escapan, se esconden y mudan de aspecto y territorio.

Y hay una separata interna dedicada a establecer un islario absolutamente ortodoxo y demostrable en términos cartográficos a cargo de Gonzalo Monterroso, impecable con un discurso sin contaminaciones literarias.

¿Cómo fue el proceso de elegir los materiales?Muy complicado: un trabajo de más de dos años de reclutamiento de textos; de pedir disculpas a quienes no entendí­an del todo de qué vení­a el asunto y se volcaban a un discurso muy geográfico; y de buscar sobre cuatro o cinco ejes ya establecidos. Hay un islario utópico, uno fantástico, otro í­ntimo y el literario, el desafío fue tratar de encontrar las islas que pudieran nutrir y servir de agrupamiento y buscar lo mejor de cada archipiélago.

Uno de los temas que trabajaste fue el islario fantástico argentino...En la Argentina la isla es un accidente y la chance de construir un islario fantástico parecí­a complejo, me llevó un par de charlas con amigos muy viajeros para imprimirle ese toque fantástico, siempre encontrar el atajo, no el camino principal, que no responda a una mirada plana.

¿Tení­an una planificación definida de antemano?El criterio de la revista siempre es un plan provisorio, la sensación de todos es que siempre se escapa algo, una cantidad de islas que terminan por aparecer tardí­amente, la intención fue que cada texto se bastara a sí­ mismo por su calidad.

El planteo es original, intervenir una zona de la realidad con un islario muy anómalo y muy al estilo de lo que pretendemos de la revista, fundar una isla y nutrirla de aspectos propios, en un contexto donde mucho de esto no se habla.

Decís que la propia Siwa es una isla ¿Por qué? Porque la venimos haciendo hace cinco años pero sin compromisos ni tiempo, se hace cuando se puede gracias a la colaboración de los que participan, en este caso con el apoyo logí­stico de Esther Soto.

En esta entrega con la plena conciencia de vindicar el objeto libro al volver al criterio de las ediciones numeradas, firmadas por sus autores, los grabados amorosamente están tomados de viejas enciclopedias del siglo XVIII y XIX y XX…

Los autores que colaboran en este número -Gusmán, Alejandro Winograd, Federico Lorenz, Michel Le Bris, Alvaro Cunqueiro, María Sonia Cristoff, Diego Erlan, Gonzalo Monterroso, María Mercedes Delgado Pérez, Natalia Gelós, Luis Chitarroni, Guillermo Saavedra, Ariel Dilon, Jorge Jinkis, Pedro B. Rey, Luis Sagasti; Jonathan Franzen, Hugo Padeletti, Ezequiel De Rosso, Adolfo Linardi y otros- cuando escriben entran en una frecuencia que tiene que ver con la escritura de lo casual, el trabajo de lo marginal, de la descripción, un recurso muy tí­pico de la geografía, del viaje necesariamente, de la compulsa de la toponí­mia, la referencia a libros muy olvidados, una especie de isla donde uno se puede permitir ciertas cosas absurdas...

Un lugar que te lleve de lo horroroso a lo extraordinario... Si logramos provocar eso, fantástico. Es un poco la manutención de la revista, en esta especie de restricción ambigua donde no quiere ser un libro ni una revista de viajes, ni de turismo, ni solamente de literatura, pararse ahí­, en una delgada lí­nea donde todo eso aporta pero no la caracteriza definitivamente.

De las intervenciones tuyas ¿Cuál es la que más te costó armar? El islario infantil, la propia eufoní­a bastaba para cautivar la imaginación y con esas ilustraciones preciosas de un libro de Goethe -incluidas en la revista- hicieron contacto la isla de los niños que no fueron genios, la de los niños perdidos, la de los niños nostálgicos, la de los objetos truncos.

Se presenta como un juego...Absolutamente, el juego que propone Siwa es compartir un viaje que comienza y se resuelve en cada número, aunque es muy difícil de construir, es un emprendimiento que cuesta mucho llevar adelante pero vale la pena.

Fuente: Télam