desde el Ejecutivo, interviene avanzando en funciones de los otros poderes. Los legisladoresquieren gobernar, y a veces lo hacen, y los ejecutivos se atribuyen la función de legislar. Ejemplos hay cientos, pero quizás uno de los más flagrantes y distorsionadores es lapermanente judicialización de los problemas políticos. Sea dicho en descargo de la Justicia, aunqueno la justifica en el ciento por ciento de los casos, que es la propia política la que en suincapacidad recurre a los estrados para que les den soluciones a los entuertos que no logradirimir. Y a veces también le viene bien meterse, porque le da poder. Y lo hace. Un ejemplo típico, entre muchísimos, es el del reciente conflicto, todavía encendido en algúnmodo, de los dineros de coparticipación que deben recibir los municipios. Pelea originada en elPresupuesto que no avanza. Las comunas gobernadas por radicales fueron a la Justicia, estimando queel gobierno de Celso Jaque les retenía indebidamente dineros que ya estaban aprobados. Esto se dioen el confuso y poco sano proceso de aprobación del Presupuesto, que tiene a todos enmarañados. La verdad es que cuando uno consigue desbrozar un poco los hechos se da cuenta de que cadauno de los protagonistas detenta sus razones parciales, pero que ninguno las tiene todas de su ladoy que, fundamentalmente, lo que no funciona es la política. Se han demolido los mecanismos por los cuales durante años se presentaba un presupuesto, selo discutía y se lo aprobaba con cambios negociados que dependían del poder de la oposición. ¿Por qué antes no se producían, tanto a nivel nacional como provincial, los conflictos quehay ahora para la aprobación de la pauta de gastos? La razón es simple: porque había un sistemapolítico, con sus carencias y sus fallas, pero que funcionaba no sólo con mañas sino con el respetode leyes de juego básicas para que el juego pueda ser llevado a cabo. La demolición del sistema político en los cruentos días de 2001 llevó a que con la llegadadel kirchnerismo a nivel nacional se impusiera un modo bélico de entender la política, en el cuallos sistemas colegiados, el Congreso nacional o la Legislatura provincial, sólo sirven y se losadmite en la medida en que apoyan sin restricciones lo que los Ejecutivos quieren. Ha desaparecido,con el debilitamiento de los parlamentos, el espíritu de la división de poderes, que apunta a quecada uno cumpla una función, con representaciones lo más equilibradas posibles para evitar excesos.Pero cuando quienes ejercen uno de los poderes consideran que los otros son reprobables al punto deque no deberían siquiera participar en el sistema democrático, sucede lo que hoy acontece en laArgentina. El caso mendocino es paradigmático porque el Ejecutivo manda un Presupuesto al que quiere dealgún modo que se le acepten todos sus puntos, incluido el endeudamiento. La oposición radical, queya piensa en llegar en las próximas elecciones al poder –aunque hace todo para no conseguirlo– seopone de plano y no negocia, sino que exige "déficit cero", lo cual parece a todas luces imposible.El resto de la oposición parece ser convidada de piedra, porque no tiene mayor representación nifuerza en el concierto social. Un proceso que en el pasado se dirimía en los pasillos legislativos, con diversasnegociaciones protagonizadas por personalidades que saben de números y pueden contribuir a hacermejor la vida institucional de la provincia, ha sido remplazado por declaraciones periodísticas,generalmente altisonantes, en las cuales diversos personajes menores hacen su negocio a costa de lavida provincial. Nada avanza, sólo se rellenan páginas de diarios, donde los más picudos, eseelenco estable de grillos que cantan a la luna, hacen las delicias de periodistas mientras el restode la provincia espera que los temas se solucionen. Y en ese punto se suma aún más confusión y aparecen otros habituales protagonistas, losintendentes, para jugar su papel. Se los mete en medio, cuando nunca deberían haber estado ahí,porque tienen aspiraciones y al que quiere celeste, que le cueste. La razón es simple, como elproceso viene muy mal parido, se los usa como arietes para que los fondos que deben recibir haganlas veces de "incentivo" a su participación. Por supuesto el conflicto avanza y los intendentes dela oposición van adonde nunca debería recurrir la política si funcionara: la Justicia. Una de las peores lacras que ha generado el sistema político ha sido la judicialización delos conflictos de la política. Y es allí donde surge otro de los problemas, porque hace mucho quela Justicia tiene una mala relación con los gobiernos de turno y usa, aunque no lo quiera o nocorresponda, argumentos jurídicos para inmiscuirse en conflictos que no deberían ir a su ámbito. Enlos últimos años sólo alguna vez la Corte nacional le dijo al Gobierno que no iba a intervenirporque consideraba que era de su órbita la solución de un conflicto. Las otras veces losmagistrados han tenido la tentación de inmiscuirse. Todos juegan sus partidos y tratan de sacarprovecho. Porque en el fondo ¿cuál es el problema? Que la Corte local tiene conflictos con el poderpolítico y se hace difícil llegar a la conclusión de quién fue el primero en actuar mal. Lospolíticos les achacan a los supremos sus actitudes, pero cada vez que los pueden castigar odebilitar lo hacen. En el fondo los jueces quieren controlar la política para manejar mayor cuotade poder y los políticos quieren tener injerencia sobre la Justicia. La desgracia, porque estemecanismo no es nuevo, es que el conflicto está complicado y cada uno ha pasado líneas que nodebería haber superado. No en este gobierno, sino ya en los anteriores. Durante la gestión de Roberto Iglesias se inició un conflicto de dinero, tanto para lafinanciación del sistema como para los sueldos de los jueces, que nunca fue superado. Jaque les diolo que querían en lo salarial, pero los magistrados de la Corte siguieron adelante con el Ejecutivola pelea a través del dinero del presupuesto de funcionamiento. El Gobierno les saca plata, laCorte chilla y así siguen, hasta el próximo conflicto judicial, en el que la Corte actúa y entonceses el Ejecutivo el que chilla. Es decir, el cuento de nunca acabar; mientras, la provincia no tienepresupuesto, la ciudadanía descree de la Justicia y la política sigue débil porque no logra generarmecanismos de fortalecimiento que la hagan dirimir sus propios conflictos sin recurrir a losjueces. En este círculo vicioso, muchos se preguntan dónde está la puerta de salida. Jaque creyó queel conflicto iniciado por Iglesias y no resuelto por Cobos de los sueldos de los magistrados sesolucionaba con plata. La puso y a renglón seguido le estalló el conflicto por los fondos para elfuncionamiento judicial. Que el gobernador se irá, seguramente, sin poder dirimir. Sobre todoporque él esperó mayor lealtad judicial, en una falla de cálculo por no recordar los antecedentes,según los cuales los jueces sólo quieren tomar en esta perinola. Su principal espada, AlejandroCazabán, ha salido a pelearse de frente con los supremos. Si se piensa que el propio Cazabán aspiraa suceder a Jaque en un nuevo período justicialista hay ahí un problema grave para lainstitucionalidad de la provincia. Por el lado radical avanzan Iglesias, de histórica mala relacióncon la Justicia, Fayad y Cornejo. Los dos últimos no tienen antecedentes en esta pelea y habría quever qué hacen para salir del atolladero y reordenar el juego institucional. Por ahora, para unos ypara otros la división de poderes está floja de papeles. No funciona. Los jueces se meten en lapolítica y los políticos se meten en la Justicia. El Ejecutivo avanza en el Legislativo y loslegisladores le quieren marcar la cancha al gobernador. En un segundo plano, Mendoza esperapaciente tener una mejor calidad institucional, donde se jueguen menos cartas a través de losmedios y se consigan mejores funcionamientos que beneficien a los mendocinos. Parecería que es la política la que tiene que dar las soluciones. No se conocen sociedadesgobernadas por jueces, sí muchas donde los políticos no esquivan sus deberes y diseñan el sistemapara que los poderes cumplan sus papeles y el resto de los actores sociales se avengan a las reglasdel juego y se desarrollen. La Provincia está a la expectativa.