demasiado en sus propias fuerzas, insisten en colgarse de los fondillos de algún padrino (omadrina) de Buenos Aires, con los sonoros fracasos por todos conocidos. Los comicios municipales del domingo pasado, en Capital, ratifican la tendencia. Elpadrinazgo expreso de Mauricio Macri y el madrinazgo velado de Cristina Fernández terminó en sendasderrotas de sus ahijados con un regusto a humillación.
Mauricio, de bruces De ambos tropezones, el mayor, el que más ardor causó entre sus filas, fue el de Macri. Es que el jefe de Gobierno porteño decidió jugar fuerte en la provincia, como una especie deprueba piloto en su despliegue hacia el interior del país, pensando en la candidatura presidencialde 2011. Haber elegido al piloto de rally Orly Terranova para que fuera su candidato en Mendozasignificó un acto de cuadruplicada soberbia: creyó que con su sola impronta podía imponer a unafigura simpática popularmente, pero con nulo rodaje político; creyó, al mismo tiempo, que podíaignorar y basurear a sus recientes socios del Partido Demócrata, como si estos no tuvieran peso enla provincia; creyó que podía llevarse por delante al cacique local, Viti Fayad, en la mismísimatoldería de este; y creyó, por último, que su propia popularidad, basada más en la ex presidenciade Boca que en su gestión porteña, podía sortear todos esos obstáculos. Macri, en suma, apostando sólo al marketing y al lifting político, subestimó al electorado dela capital mendocina como antes Néstor Kirchner había subestimado al de la capital de losargentinos.
Cristina perdió, pero no tanto La derrota de la postulante kirchnerista Angélica Escayola fue menos bochornosa, por lasimple razón de que la candidata de Encuentro por la Ciudad nunca figuró entre los favoritos yporque ningún integrante de la cúpula del poder nacional apareció por aquí para sacarse fotos juntoa ella como sí hicieron, más de una vez, Macri y su lugarteniente Gabriela Michetti. El que se dio una vuelta, en cambio, como figura subalterna, fue uno de los banqueros delrégimen, Carlos Heller, y sí aportó monetariamente, entre bambalinas, fiel a su estilo (segúndenunció el PJ local), el operador Chueco Mazzón. Si a esto último se le suma el eslogan de campaña de Escayola, ¡Fuerza, Cristina!, deshonrosopara una aspirante a edil de tierra adentro, el sabor amargo del tropezón quedó suficientementepotenciado.
Aun así, la fidelidad de Celso Sorprende que Terranova y Escayola hayan sido tan crédulos, después de los descalabros queprotagonizaron los padrinazgos en las últimas elecciones. El justicialismo mendocino, pese a todas las advertencias en contrario, se colgó de CristinaKirchner en los comicios legislativos de junio pasado. Fue vencido por 25 puntos. Antes, en 2007, Julio Cobos, había perdido de manera increíble, con su candidato César Bifficomo postulante a la gobernación, por entregarse atado de pies y manos a Néstor Kirchner. El esquema se ha repetido, idéntico, en los últimos comicios.
¿Por qué se insiste sobre ello? En el caso de Celso Jaque, puede ser una cuestión de fe o de militancia, y no de mero cálculooportunista. Desde que es gobernador, Jaque optó por ser fiel al matrimonio Kirchner, a su proyectopolítico y a su manera de entender la relación Nación-provincias. Por eso mismo, en la crucial batalla que se libra en estos días por los fondos federales enmanos del poder central, Jaque no dudó un segundo: apoya al Ejecutivo nacional, confía en sucapacidad para organizar el juego y en su bondad para distribuir a cada gobernador lo que semerece. "Si no nos dan más, será que no supimos ganarlo", pareciera decir Jaque con esa actitud sin fisuras. Hoy el mandatario mendocino es una de las cabezas intelectuales del plan kirchnerista paraevitar la repartija del Impuesto al Cheque: promueve una discusión amplia sobre la coparticipaciónfederal de impuestos y sobre otros temas de fondo. Es un acto de pura humildad. Jaque sabe que este engorroso debate puede insumir meses eincluso años, con lo cual él quizá termine viendo el final de la película desde su casa, enpantuflas. No le llegarán los réditos a su gobierno. Lo suyo es, tan solo, un servicio a la Patria.
"Viti", el ganador ambiguo Si bien, como vimos, el electorado mendocino rechaza el paternalismo porteño, no ve mal, sinembargo, que se negocie en buenos términos con el poder central o que, directamente, se opte por uncamino de independencia. Esas dos actitudes (negociar o independizarse) son las que fundamentan el prestigio regionaldel sanjuanino José Luis Gioja, por un lado, y de los puntanos Rodríguez Saá, por el otro. El intendente Víctor Fayad lo entendió de maravillas y juega su propio partido, sin respondera nadie, salvo a sí mismo. Tanto zigzaguea, que es imposible de seguir y de prever, pero, por ahora, las cosas le vienenresultando bien, al menos dentro de su cerrado coto capitalino. Veamos. El Viti no se somete a las autoridades provinciales del radicalismo. No pide suopinión ni sigue sus recomendaciones. Convoca a elecciones cuando le da la gana, forma las listas asu antojo y no se casa con nadie. Trompo en permanente rotación, hilvana, al mismo tiempo, una relación con el gobernador Jaquemucho más afectuosa que la que tienen los mismos intendentes peronistas y hasta goza de recursos,provinciales o nacionales, por encima de la media. Sin que le tiemble el pulso, ha disparado las municiones más brutales y lacerantes contra elvicepresidente Julio Cobos, para ofrecerle un gesto de "reconciliación" y de "unidad" el domingopasado tras la victoria y luego, como si no hubiera pasado nada, volver a fustigarlo sinmiramientos. Ayer, sin ir más lejos, dijo, respecto de Cobos, que "no puede ser el líder de la oposiciónalguien que forma parte del Gobierno" y brindó su apoyo al pago de la deuda con reservas tal comoviene pregonando el kirchnerismo. Fayad es, sí, una rareza total. En declaraciones a la agencia oficial Télam (lo cual es todo un dato) consideró también quela oposición al kirchnerismo está débil porque, en sus filas, hay "dispersión" y "demasiadasaspiraciones personales". Dispersión y ambiciones personales son, hoy, justamente, las cartas de presentación de Fayadque desesperan a sus correligionarios. El padrinazgo porteño genera rechazo y el caudillismo local desconcierta. ¿Quién le pone el cascabel al gato?