Uno de los filósofos presocráticos más influyentes fue Heráclito de Éfeso, conocido por su afirmación: “todo fluye” o “panta rhei”. Esta idea sencilla, pero profunda, plantea una pregunta clave sobre nuestra identidad y existencia en la vida: ¿qué es el “yo” si todo está en constante cambio?
Heráclito se hizo la pregunta de cómo puede existir un “yo” fijo si el mundo, y nosotros mismos, estamos en permanente transformación a lo largo de la vida. Usó la imagen del río para explicarlo: “No se puede entrar dos veces en el mismo río”, porque el agua que tocamos la primera vez ya no es la misma cuando volvemos a entrar, igual que la vida nunca es igual dos veces.
Esta metáfora invita a reflexionar sobre el “yo” y sobre la vida misma: si nuestro cuerpo y mente cambian constantemente en la vida, ¿cómo podemos ser la misma persona? Esta pregunta sobre la identidad en la vida es central en la filosofía.
Para Heráclito, el “yo” no es una entidad fija ni una esencia inmutable en la vida, sino un proceso dinámico que se transforma con el tiempo. Esto significa que nuestra identidad y la vida misma son más un río en movimiento que una roca sólida, una reflexión fundamental en la filosofía. Esta idea desafía la visión tradicional y responde a una gran pregunta: ¿cómo entendemos el “yo” en la vida si todo fluye y cambia?
La reflexión de Heráclito sobre el “yo” y el flujo constante sigue vigente en la filosofía, pues nos ayuda a entender nuestra propia existencia en la vida, que nunca deja de cambiar. Nos invita a aceptar la impermanencia y a reconocer que la identidad es un proceso, no un estado fijo, una pregunta que la filosofía continúa explorando en la vida moderna.
Esta pregunta de la filosofía influye no solo en el pensamiento clásico, sino también en la psicología y la manera en que concebimos la vida y el crecimiento personal.