San Agustín enfatiza que el amor debe estar en el centro de nuestras vidas para que nuestras acciones tengan un verdadero valor moral. De esta manera, la frase “Dilige et quod vis fac” es un llamado a vivir con integridad, coherencia y responsabilidad, haciendo que el amor sea la base y el motor de todo lo que hacemos.
Filosofía: aplicación práctica en la vida diaria
En la vida cotidiana, esta máxima invita a la reflexión antes de actuar. Preguntarnos si nuestras decisiones nacen de un amor sincero puede ayudarnos a evitar errores y a actuar con mayor conciencia ética. Por ejemplo, al tomar decisiones en el trabajo, en la familia o en la comunidad, la clave es asegurarnos de que nuestro actuar respete a los demás y promueva el bienestar común.
Esta enseñanza también puede aplicarse a situaciones difíciles o de conflicto, recordándonos que cuando el amor guía nuestras acciones, incluso los desafíos pueden ser abordados con paciencia y sabiduría. Así, “Dilige et quod vis fac” se convierte en una brújula para la vida, un principio que transforma la manera en que tomamos decisiones y nos relacionamos con el mundo.
Lejos de ser una simple licencia para hacer lo que se quiera, la frase “Dilige et quod vis fac” es una invitación a que el amor sea el fundamento ético de nuestras vidas. Nos recuerda que la verdadera libertad y rectitud surgen cuando nuestras acciones están motivadas por el amor auténtico, y que en ese amor reside la clave para tomar siempre las decisiones correctas.