En un tiempo convulso para Francia, marcada por guerras y cambios políticos profundos, este líder había sido derrotado y enviado al exilio en una isla remota. Sin embargo, su regreso sería una de las hazañas políticas más audaces y pacíficas de la historia moderna.
Napoleón Bonaparte, tras su derrota en la batalla de Leipzig en 1813 y la invasión de Francia por las fuerzas aliadas, fue obligado a abdicar en 1814 y exiliado a la isla de Elba, un territorio pequeño en el Mediterráneo. Pero lejos de resignarse, Napoleón planificó su regreso.
Con un reducido grupo de seguidores, Napoleón escapó de Elba en febrero de 1815 y navegó hacia Francia. Su llegada fue inesperada para el gobierno que lo había reemplazado. Sin enfrentar batalla ni derramar sangre, miles de soldados y ciudadanos se unieron a él a lo largo del camino hacia París, apoyando su regreso.
Napoleón entró triunfante en París y retomó el poder en un proceso conocido como “Los Cien Días”. Aunque su reinado terminó finalmente en la derrota de Waterloo y su segundo exilio, su regreso sin violencia marcó un hito en la historia política.
Esta historia es un ejemplo de cómo el carisma, la estrategia y el apoyo popular pueden cambiar el destino de un país sin necesidad de guerra. Napoleón no solo fue un gran general, sino también un hábil político capaz de volver al poder con inteligencia y sin disparar un solo tiro.