La teoría más provocativa vincula la Gran Pirámide de Giza con el Árbol de la Vida bíblico. Según Borisov, los patrones de luz observados dentro de la Cámara del Rey se asemejan al resplandor de un árbol. Las simulaciones de 2012 muestran que las partículas cargadas forman patrones ramificados desde un punto central.
"Las partículas cargadas en esta simulación están dispuestas creando ramas paralelas que se extienden desde la línea central, formando una representación de árbol", afirmó Borisov a The Mirror.
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El estudio utilizó técnicas avanzadas para llegar al supuesto descubrimiento.
El científico reconoce la necesidad de más arqueología para mapear la antigua comprensión del "Océano", crucial para ubicar el Edén. Su enfoque multidisciplinario aporta nueva luz sobre este enigma histórico.
La búsqueda del paraíso y el descubrimiento
La búsqueda del jardín del Edén generó diversas propuestas. El arqueólogo inglés David Rohl lo ubicó en Irán, otros lo vincularon con el río Jordán, e incluso surgieron teorías que lo situaban en lugares como Florida o Mongolia.
El debate sobre la existencia física del jardín bíblico divide a la comunidad científica. Muchos arqueólogos consideran esta búsqueda simbólica, mientras otros buscan evidencias de su realidad histórica.
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El Jardín del Edén se ubicaba al norte de Jerusalén, según el mapa.
Las pirámides egipcias han provocado incontables estudios e interpretaciones. Su precisión y alineación astronómica asombran a expertos modernos, alimentando teorías más allá de su función como tumbas.
La arqueología moderna reinterpreta constantemente el pasado. Borisov integra textos antiguos, cartografía, mitología y ciencia contemporánea para examinar este misterio perdurable.
La controversia de este descubrimiento motivó a equipos a revisar evidencias en Giza con nuevas perspectivas. Aunque la academia mantiene escepticismo, el debate estimula interés renovado en la arqueología bíblica.