Meterse en problemas
Los benditos pases han producido asimismo no pocos conflictos. El de esta semana estuvo en Radio Rivadavia, de Buenos Aires, en el pase entre Baby Etchecopar y Cristina Pérez, donde la periodista se negó a avalar el tono con que el inefable Baby hacía alusiones a supuestos amoríos de Máximo Kirchner con dirigentas de La Cámpora.
La reacción de Cristina Pérez ("yo no hago periodismo con esas cosas, no me interesa con quien se acuesta la gente") motivó el enojo de Baby quien la mandó a que hiciera periodismo de investigación y a que no "se cagara" en las patas, tras lo cual se retiró teatralmente del estudio, no sin antes decirle que se despidiera tranquila de la audiencia, que él volvería cuando pudiera empezar su programa.
¿Vio lector que en los programas televisivos de espectáculos hay un rubro que podría llamarse "Irse enojado y dejar plantado a los conductores de los programas"? Hoy, desde un actor militante como Alfredo Casero, pasando por un político desorbitado como Javier Milei o un conductor disruptivo como Baby, cualquiera te hace la salida intempestiva, como para afirmar: "Conmigo, no". Demasiado ego diría Charly García.
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Lanata acusó el año pasado a Logobardi de "morderle" varios minutos a su programa en radio Mitre con los pases.
Foto: Radio Mitre
Quizás el más famoso bolonqui generado por los pases haya sido el que generaron el año pasado Marcelo Longobardi y Jorge Lanata en radio Mitre y que terminó para el traste tras una larga disputa por los minutos que supuestamente Longobardi "le comía" al programa de Lanata. Ese balurdo fue una de las cosas que dio pie para que Longobardi terminase renunciando a esa radio donde era "un clásico" que lograba todos los días el mayor rating en la primera mañana radial, de 6 a 10, en las radios porteñas.
Dicho suceso dejó demostrado, además, la repercusión que el caso Lanata-Longobardi había adquirido en las redes sociales donde por varios días se extendieron raudos debates y cambios de opiniones a favor de uno u otro.
Mal queridos e integrados
En el historial de los pases hay casos de periodistas que se negaron hacer esas performances porque no se tragaban mutuamente con el que lo seguía en el micrófono. Fernando Bravo con Víctor Hugo Morales, por ejemplo, en Continental. Es que en muchos casos el pase intenta sacarle jugo a la confrontación de conductores con estilos diferentes. Algunos juegan ese momento con alguna elegancia profesional, pero a otros se les nota bastante la disconformidad.
Hay un -creemos que minoritario- grupo de oyentes y espectadores contrarios a los pases de programa. No les gustan para nada. Creen que es un merengue que le quita personalidad al ciclo de su agrado. Sostienen que un programa debe comenzar y terminar bajo un mismo concepto de conducción y que hay que evitar cambalaches.
Hay estilos de conducción a los que les calza "el pase", por ejemplo, el que hacen Jonatan Viale y Eduardo Feinmann en LN+. Pero en ese mismo medio hay otros periodistas a los que si se les impusiera un pase sería un error. Carlos Pagni, por caso, tiene un público muy específico y fiel en el ciclo Odisea Argentina que no aceptaría esas mezcolanzas (tampoco Pagni, claro).
Sin Canosa
Volvamos a Baby Etchecopar. Este singular y cascoteado personaje tampoco quiere hacer el pase con Viviana Canosa en A24. En ese caso es bastante lógico. Mejor para el espectador que tendría que vivir con el corazón en la boca. Los dos son, digámoslo, medio insoportables y cada vez más cercanos a la actuación. Cada tanto suelen tener sus destellos al enfocar sus cañones contra el poder de turno. Sus incorrecciones son a veces atractivas por lo chiflados que están los dos.
Sin embargo, hay algo interesante en lo que arguye Baby. El susodicho explica que lo suyo es una mezcla de teatro con periodismo: "Hacer stand up es entrar en seco y concretar lo específico sin compartir con ningún otro actor ni periodista. Aceptar el pase en los programas de TV sería como romper la estructura del programa. Yo no creo en los pases", concluye tajante.
Todos esos famosos pases y las discusiones que se están generando desde hace un tiempo deberían englobarse en un debate más amplio sobre la situación del periodismo en general, que ha ido mutando y rebajando parte de su rigor profesional. Cada vez hay menos programas, sobre todo en la TV, donde se les otorgue espacio a todas las campanas.
Los medios sostenidos por el Gobierno nacional llevan a sus programas sólo a militantes fieles al kirchnerismo. Y los que deberían ser un ejemplo de prensa independiente, únicamente a críticos del oficialismo. Quedan muy pocas excepciones a esta regla que pareciera haber sido fijada por los gendarmes de la grieta.
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