Casos resonantes

Descuartizó a su amante y lo cocinó durante varios días en su restorán

Por UNO

No todas las historias de amor terminan bien. Algunas finalizan con una pelea. Otras tienen un capítulo más. Una página más atroz y macabra. Este es el caso de una relación que terminó con un cuerpo descuartizado y cocinándose de a poco en la cocina de un restorán.

En el barrio San Cristóbal de la Ciudad de Buenos Aires todos parecía normal aquella mañana del 28 de marzo de 1973. Hasta que una vecina que volvía de hacer las compras vio un cajón de verduras con muchas moscas alrededor.

En el cajón habían pedazos de carne. No era algo raro. En la esquina había un bar llamado Yamil por lo que esos restos estaban justificados. Pero a la mujer no le cerraba y dio aviso a la Policía.

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Cuando los oficiales se hicieron presentes en el lugar se estableció que estaban efectivamente frente a un torso humano del cual habían sido seccionadas con mucha habilidad la cabeza, los miembros superiores e inferiores y los músculos pectorales.

El cajón, con su macabro contenido, se encontraba en la vereda del restaurante Yamil. Hacia allí se apuntaron las primeras sospechas.

Cuatro policías, entre ellos un comisario, fueron hasta un domicilio lindante al bar. Allí vivía el matrimonio dueño del comercio. Ellos eran Emilia Basil Felipe Rueda.

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La mujer se encargaba de atender y cocinar en el restorán así que fue la encargada de hablar con la Policía.

-En el interior del cajón que estaba en su vereda se encontraron restos humanos, ¿puede darnos alguna explicación?

Basil era una mujer menuda, de no más de un metro sesenta de altura y alrededor de cincuenta kilos de peso.

-¿Como voy a tener yo una explicación acerca de unos restos humanos que ustedes dicen que estaban en nuestra vereda?

La pregunta de la mujer descocolocó a los uniformados y los encontró sin respuesta. Y así se fueron.

Se le formularon algunas preguntas más y se retiraron, no conformes y con la idea de volver pero con una orden de allanamiento para revisar el lugar.

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Al llegar a la seccional un pedido de paradero registrado el lunes anterior fue lo que permitió resolver el caso.

Uno de los oficiales que estuvo en el lugar del hecho le comentó a su compañero las novedades del caso y que habían interrogado al matrimonio Coronel Rueda del restaurante Yamil. Al escuchar estos datos el policía fue de inmediato a su escritorio y extrajo el pedido de paradero.

Un desaparecido

Francisco Pietrella habia denunciado la desaparición de su hermano José Pietrella, un hombre de 64 años que trabajaba como desratizador.

Habían quedado en encontrarse el sábado anterio y José nunca había llegado. Tampoco sabía nada de él. Para peor, el hombre vivía en la misma casa del matriomonio dueño del restorán ya que les alquilaba una pieza. Todo iba cerrando.

Ya con la orden de allanamiento en la mano se dirijieron al bar, la misma Basil fue quien les abrió la puerta. Con total tranquilidad hizo pasar a los doce miembros policiales entre los cuales había peritos y especialistas en manchas hemáticas y rastros.

Le preguntaron por su inquilino José Pietrella y su respuesta fue la misma que le había dado a su hermano Francisco: se había retirado el sábado temprano con su valija a cuestas porque tenia que hacer dos desratizaciones.

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El grupo se dividió en tres y comenzaron a revisar cada parte de la casa.

Uno de los policías se dirigió a la piecita que ocupaba Pietrella y observo que la valija que supuestamente se habia llevado el dia de su desaparición estaba allí junto a la cama.

-¿Usted sostiene que su inquilino se fue el sábado temprano a desratizar y nunca volvió? se le pregunto a la Basil.
-Así es, yo misma la abrí la puerta.
-Qué raro, ironizó el oficial. Se fue y dejo aquí todas sus herramientas y venenos.

La mujer palideció pero segundos después se recuperó y les dijo que, tal vez, el hombre tenía más de una valija.

A la hora y media, un oficial vio un paquete envuelto en un diario. Parecía una pelota de fútbol. Cuando lo desenvolvió se encontró con una calavera humana.

Uno de los peritos que acompañaron a los policías la miró y concluyó que la cabeza había sido descarnada hirviéndola en algún recipiente.

Inmediatamente los uniformados fueron a la cocina del restaurante. Dentro del horno encontraron las piernas y los brazos en dos grandes asaderas, en estado casi de total carbonización, ya que venían siendo sometidos con intervalos durante varios días al calor del horno.

Superado el horror el matrimonio fue conducido a la seccional. En el interrogatorio quedó demostrado que el esposo era totalmente ajeno al crimen y a la relación amorosa que tenían desde hacia muchos años Basil y su victima.

La señora Basil declaró que tenia una importante deuda con su inquilino y amante, más tarde se supo que ese fue el detonante del crimen.

Primero lo ahorcó con una cuerda de nylon y una vez muerto, lo arrastró hasta un cajón donde se guardaban verduras y hortalizas. Allíestuvo el cadáver todo el sábado mientras el restaurante funcionó de manera normal como cualquier día.

En horas de la madrugada del domingo, Basil descuartizó a su amante muerto, al cual cocinó durante dos noches seguidas. La cabeza en una olla que se utilizaba para hacer pucheros y los miembros en el horno.

Los oficiales le preguntaron porque también no había hecho lo mismo con el torso, a lo que ella respondió que como era muy grande tenía miedo que alguien de su familia lo descubriera, por eso lo sacó a la calle con la intención de que al pasar el basurero se lo llevara.

Lo que ocurrió es que aquella noche estalló, para desgracia de la Basil, una huelga de recolectores de basura y no se hizo el servicio. De no haber sido por el paro, el crimen nunca se hubiera resuelto.

Emilia Basil fue condenada a dieciseís años de prisión, su abogado defensor Pedro Bianchi apeló y planteó la nulidad del fallo. La labor del abogado logró que el alto tribunal dictara la nulidad y asi fue que llegó un nuevo pronunciamiento, mas suave, que nuevamente fue apelado por la defensa.

Cuando aun no llevaba ocho años de prisión se le permitió a Basil salir en libertad, cuentan los vecinos que una mujer ya totalmente encorvada y envejecida se llegó una tarde hasta la esquina de aquel restaurante, clausurado desde el día del asesinato, y que después de contemplarlo por un rato se perdió por la Av. Garay entre la gente.