Desconocida para muchos consumidores y productores agrícolas, la cúrcuma es un producto amarillo que surge de moler el rizoma seco de la planta cúrcuma longa.Pertenece a la familia del jengibre y a pesar de no tener propiedades nutritivas, es el alimento conocido con un mayor poder antiinflamatorio gracias a uno de sus componentes, el colorante natural llamado curcumina. La cúrcuma está incluida en las especies y hierbas aromáticas que se cultivan diseminados en la Argentina, que según datos oficiales de 2013 ocupan aproximadamente 7600 hectáreas a campo y 38.000 m2 bajo cubierta.

El último Censo Nacional Agropecuario identificó que Buenos Aires es la provincia con mayor superficie implantada, tanto a campo como bajo cubierta. Córdoba implantó cerca de 1.015 hectáreas: coriandro (310 hectáreas), orégano (251), lavanda (215), menta (42) y en menor medida manzanilla (1,1) y también cúrcuma en huertas.

El suelo para sembrar esta valiosísima especie debe ser fértil, con muy buen contenido de humus y materia orgánica y poseer un excelente drenaje para evitar el encharcamiento y la pudrición de los rizomas. La cúrcuma aparece en textos médicos de la India, China, Tibet y Oriente Medio desde hace más de dos mil años y es uno de los elementos más comunes en la medicina ayurvédica (tradicional india) que la utiliza en el tratamiento de ictericia, desequilibrios del hígado, infecciones, artritis, orina sanguinolenta, dolor de muelas, hematomas, cólicos, entre otras dolencias.

En Occidente cada vez se reconocen más sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias y, a raíz de los estudios iniciados por los facultativos Richard Béliveau de la Universidad de Québec en Montreal (Canadá) y Bharat Aggarwal en el hospital M.D. Anderson Cancer Center en Houston, la cúrcuma es considerada un complemento alimentario muy importante en la inhibición de tumores cancerígenos y coadyuvante de la quimioterapia.

Fuente: NA