L a militancia política de la Reina Nacional de la Vendimia, Sofía Haudet, estuvo en tela de juicio esta semana, e incluso llegó a los diarios nacionales como si se tratara de una cuestión de Estado.
Por supuesto, las críticas de algunos medios apuntaron a su cercanía con el Gobierno K, ya que la joven de Guaymallén participó en actividades sociales en La Güemes, una corriente nacional que pertenece a Unidos y Organizados, un frente de agrupaciones y partidos que apoyan el proyecto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En un primer momento se la quiso vincular con La Cámpora, lo que la soberana descartó de plano sin aclarar su real vinculación ideológica. A esa altura de los acontecimientos –un día después de la coronación en el Frank Romero Day– ya había fotos en las redes sociales y en la prensa que demostraban “su trabajo en el territorio”.
Quizás su gran error en un principio fue negar sus orígenes políticos con el argumento de que su posición “debía ser neutral” porque había sido elegida para representar a todos los mendocinos. “Ahora represento a una diversidad de voces, a cada uno de los mendocinos, entonces es necesario diferenciar lo privado del reinado. Gracias a Dios que la diversidad existe, de lo contrario no tendríamos debate y, sobre un proyecto, distintas opiniones”, argumentó.
De todas maneras, en ningún lugar está escrito –ni siquiera en el reglamento oficial– que una reina no puede tener un pasado de militancia. Como si se tratara de algo malo, digno de ocultar a la sociedad.
Lo que muchos han tratado de hacer es ligar esa pertenencia política a los “beneficios” que pudo obtener la joven de 19 años a la hora de conseguir los votos que le permitieron quedarse con el cetro nacional (ganó por una amplia mayoría). Tal vez este hecho le jugó en contra a Sofía o a quienes la asesoran en su entorno, ya que tomó el camino errado para enfrentar las preguntas de los periodistas. Como dicen, la mentira tiene patas cortas, y aquí quedó demostrado.
Un día después, la reina tuvo que salir a reconocer su relación con La Güemes, defendiendo la militancia de los jóvenes en la política. Lo que tendría que haber hecho desde el comienzo si hubieran primado sus ideales sobre los prejuicios del montón.
Me pregunto cuántos chicos de su edad tienen algún tipo de compromiso social en su barrio, en la facultad o en su departamento. Ojalá la respuesta fueran cientos de miles, pero no lo es. Y lo más grave es el discurso hegemónico que trata de vincular a la militancia política con una mala práctica, y más si tiene que ver con el kirchnerismo.
Parece entonces que la reina nacional debería ser como cualquier aspirante a un concurso de belleza, donde sólo importan las medidas de su cuerpo, el color de sus ojos, su cantante preferido o si le gusta salir con sus amigas.
No se puede negar que tiene que estar preparada para ser la cara visible de Mendoza en el país y en el mundo. Pero su formación no se limita sólo al conocimiento de un idioma, del protocolo o de la cultura vitivinícola. Creo que el contacto directo con la gente es invalorable y no se aprende en los manuales ni en ningún curso.