Era de noche cuando la corriente del arroyo arrastró un auto. En su interior iba un matrimonio con su pequeño hijo. Llovía y estaba muy oscuro. Corrían riesgo de morir, pero decidieron actuar

La tormenta los transformó en héroes al salvar a una familia

Por UNO

Todos se abrazan. Son abrazos fuertes, emotivos. Cómo si se conocieran desde siempre. Como si éste fuera un reencuentro esperado desde hace mucho. Pero no. Sus vidas se cruzaron hace apenas un par de días y estuvieron juntos sólo un par de horas. Lo que ocurre es que ese instante les modificó la historia y esa encrucijada los ha unido para siempre en una amistad profunda.Ángel Vargas (33) y Enrique Alarcón (30) son vecinos y compadres.

Viven con sus familias en la ribera del arroyo Anchayuyo, al costado de la Ruta Provincial 86, que es el principal acceso a Tupungato. El pasado sábado 15, a eso de las 23.30, conocieron a Emiliano Cónsoli (33), a su esposa, Laura (28), y a su hijo, Giuliano (3), quienes estaban regresando a su casa en Rivadavia después de visitar a una tía del niño. Una creciente inesperada del arroyo producida por la intensa lluvia que azotaba la región arrastró el auto en el que viajaban cuando cruzaban un badén y los llevó unos 500 metros corriente abajo. Parados en el techo del vehículo y con el agua en los tobillos, los Cónsoli gritaban pidiendo ayuda. Y Ángel y Enrique se la dieron, aun corriendo el riesgo de morir ahogados.

Los chicos juegan. También se comportan como si fueran vecinitos desde la cuna. Todavía hay barro por todas partes y en tres minutos sucumben a la tentación de usarlo para crear formas, dibujar soles o hundirse en él.En una de las modestas casas, los anfitriones ya han puesto en la mesa alguna gaseosa, galletas y el mate dulce. Comienzan a recordar lo experimentado como para superar la angustia, pero también para reafirmar este nuevo y profundo vínculo.

Gilberto Ángel Ramón Vargas cuenta que están ahí desde siempre. Es una finquita sencilla donde crecen frutales y crían chanchos, chivos, gansos y gallinas. Montaron una especie de parador para los paseantes, para hacer algún asado, y también un negocio donde venden “almendras, galletas, cigarros, golosinas, prestobarba, nuez pelada, pasas, pan casero, alcancías”, según reza un cartel escrito con tiza.

“Lo importante es ganarse el peso”, dice, por lo que además oficia de remisero circunstancial. Su mujer es María del Carmen (42) y tienen dos hijos, de 13 y 14 años.

En el mismo terreno hay otra casita, bien cerca del arroyo y con una ventana por donde se puede ver claramente el agua que cruza sobre la ruta. Ahí vive Enrique Rubén Alarcón (30). Es auxiliar de la Policía de Mendoza, a la que ingresó “hace seis años por pura vocación”, y trabaja en la Unidad Especial de Patrullaje de Tupungato. Está casado con Cintia Santis (29) y tienen tres hijos: Valentina Nazarena (8), Ian (4) y Arian (2), que fueron claves en esta historia.

Eran las 23.30 del sábado 15 y Emiliano Cónsoli conducía su Volkswagen Golf.

Laura estaba a su lado y Giuliano iba atrás, bien sujeto en la butaca para niños. Llovía con intensidad. En el destacamento policial de San José no había alerta de creciente y la familia siguió su camino hasta llegar al vado del Anchayuyo. El caudal era normal, como casi todos los días. Los autos lo trasponían sin problemas. Emiliano puso primera y comenzó a vadearlo.

En ese momento, Cintia, la esposa del auxiliar Alarcón, se había levantado para hacerle la última mamadera del día a Arian. “Sentí un ruido fuerte. Era la creciente, que arrastraba barro y piedras. Salí afuera para buscar agua y vi el auto que estaba cruzando. Vi cómo el agua lo arrastraba y caía”, relata. El Golf de los Cónsoli se salía de la ruta y se precipitaba más de dos metros, dando vueltas. “Le grité a mi marido”, cuenta Cintia. “Salí corriendo hacia el arroyo”, dice Enrique. Cuando llegó, el auto ya no estaba allí.

Cintia corrió hasta la casa de Ángel para alertarlo y el hombre corrió a ayudar a Enrique.

“No pensé nada. Reaccioné instintivamente”, cuenta Ángel Vargas. “No sé de dónde sacamos la fuerza”, agrega Enrique Alarcón.

Los compadres corrieron por la vera del arroyo, aguas abajo. Era una noche cerrada. La feroz correntada hacía un ruido ensordecedor. A unos 500 metros de la ruta divisaron el auto, a unos 20 metros de la costa, en medio del cauce.

El agua ya había hecho que el auto quedara ruedas para arriba y después lo había vuelto a colocar en posición normal y lo había arrastrado como si fuera una hoja, hasta encajarlo en un montículo.

Emiliano y su familia habían logrado trepar al techo, gritaban pidiendo auxilio y le decían a su hijo que “todo era un juego y que el que gritaba más fuerte ganaba”. Giuliano lo entendió así.

“Lo único que escuchaba desde la casa eran los gritos de Giuliano pidiendo ayuda”, cuenta Cintia.

Sin linternas, ni herramientas, ni sogas, Enrique y Ángel lograron cortar un tramo de poco más de dos metros de alambre del cerco de la finca. “Primero nos sujetábamos entre nosotros para que el agua no nos arrastrara. Después, cuando estuvimos cerca del auto, le alcanzamos una punta del alambre a la familia”, recuerda Ángel.

“¡Tirate! ¡Es ahora o nunca!”, le gritó uno de ellos a Laura, quien no se animaba a lanzarse del techo del auto y sólo les pedía a sus salvadores: “¡Váyanse, ya está! ¡Sálvense ustedes!”.

Pero los hombres insistieron. Ángel sacó a Laura. Enrique ayudó a Emiliano, que llevaba alzado a su hijo.

Esta secuencia duró 45 minutos. Fue luchar contra el agua, el miedo y la desesperación.

“Les debemos la vida”, repiten una y otra vez los Cónsoli con su hijo en brazos. Cuánta certeza en esa afirmación de apenas cuatro palabras.

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Enrique Alarcón y Ángel Vargas, en el lugar del milgroso rescate.
Enrique Alarcón y Ángel Vargas, en el lugar del milgroso rescate.
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Diario UNO convocó a las tres familias, que pasaron una tarde juntos para concretar la entrevista. En la foto, Giuliano Cónsoli está junto a su papá, Emiliano, quien es abrazado por Ángel Vargas. Siguen Enrique Alarcón, María del Carmen (esposa de Ángel), con Arian (hijo de Enrique) en brazos, Laura de Cónsoli y Cintia, esposa de Enrique y madre de Arian
Diario UNO convocó a las tres familias, que pasaron una tarde juntos para concretar la entrevista. En la foto, Giuliano Cónsoli está junto a su papá, Emiliano, quien es abrazado por Ángel Vargas. Siguen Enrique Alarcón, María del Carmen (esposa de Ángel), con Arian (hijo de Enrique) en brazos, Laura de Cónsoli y Cintia, esposa de Enrique y madre de Arian
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Los Cónsoli en pleno, ahora más sonrientes que nunca.
Los Cónsoli en pleno, ahora más sonrientes que nunca.
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Emiliano Cónsoli y Ángel Vargas recorren el lugar del rescate.
Emiliano Cónsoli y Ángel Vargas recorren el lugar del rescate.