Las universidades nacionales no son gratuitas. Alguien las paga. Alguien sostiene su funcionamiento.

Si así no fuera, ¿quién construyó sus edificios? ¿quién los mantiene? ¿quién los actualiza tecnológicamente? ¿quién paga a los miles de profesores e investigadores que allí trabajan?

Lo correcto es decir que no están aranceladas. Pero gratuitas no son.

La enseñanza universitaria parece gratuita porque no requiere del pago de una cuota mensual por parte de quien puede acceder a ella.

Pero no es gratuita para la sociedad en su conjunto. Todos: ricos, pobres y clase media indefectiblemente las terminan costeando a través del pago de sus impuestos. Y la casi totalidad de los pobres que pagan impuestos para sostener las universidades no ingresan nunca a sus claustros.

Sin embargo, pese a esa supuesta gratuidad, la Argentina está entre los países con menor porcentaje de egresados con relación a los ingresantes.

Países cercanos como Chile y Brasil nos superan con amplitud. Y ni hablar si la comparación de los egresados se hace con países asiáticos.

La deserción en los primeros años o hacia la mitad de las carreras es un problema estructural de la universidad argentina para el cual aún no se ha encontrado soluciones. ¿Eso no es acaso aceptar que estamos tirando dinero público?

Por eso es que llama la atención la actitud "gratuita" que han adoptado algunos grupos que en las últimas horas han viralizado mensajes de "militante apoyo" a los docentes de la Universidad Nacional de Cuyo que van a cumplir 30 días de paro, computados desde que comenzaron las clases este año.

Bajo el argumento de que "hay que romper el cerco mediático" para que los medios difundan sus puntos de vista y no sólo los de los padres de los alumnos de colegios secundarios de la UNCuyo, varios egresados y alumnos de Ciencias Políticas han salido a prometer un apoyo sin fisuras al reclamo salarial de la Fadiunc y llamado a una "huelga de alumnos".

Los docentes están en su derecho de peticionar. Pero sería hipócrita no decir que estas extensas huelgas se mantienen porque el Estado bobo no descuenta los días de paro. Si les descontaran, los gremios buscarían formas más sensatas y quizás más efectivas para lograr apoyo en la sociedad.